domingo, 15 de abril de 2007

Aquella noche mi marido y yo decidimos ir a cenar a un asador donde preparan una especialidad en carne picante deliciosa, pero como suele ocurrir en estos casos el local estaba de bote en bote y había que esperar al menos una hora para encontrar mesa, el camarero nos dijo que si no nos importaba, nos podía acomodar junto a otra pareja que ocupaban una mesa de cuatro personas. A los dos nos pareció bien y el camarero nos acompañó hasta la mesa. Preguntó igualmente a la pareja si les parecía bien acomodarnos junto a ellos y amablemente accedieron.

Era un joven matrimonio de más o menos nuestra edad y ambos muy atractivos, ella era muy guapa con una melena castaña y mechas rubias y unos ojos preciosos, él era moreno y también muy guapo. Hicimos las presentaciones:

* Hola, yo me llamo Lydia, él es mi marido Carlos. - dije yo.
* Hola, encantado yo soy Tono y mi mujer se llama María. - contestó él.

Después de la presentaciones y tras entrar en conversación, debo reconocer que me sentí atraída por Tono, me gustaba y veía que yo también a él. Imagino que en el otro caso, osea tanto mi marido como María también se gustaban mutuamente. Se veía que congeniamos perfectamente los cuatro.

Ellos eran dos turistas accidentales, pues su destino era Galicia por motivos de trabajo para Tono, pero debido a que tenían dos o tres días libres aprovecharon para visitar nuestra ciudad.
Así fue transcurriendo la velada en aquel asador con dos desconocidos que poco a poco se fueron haciendo amigos, hasta tal punto que quedamos para el día siguiente en ir juntos de acampada a los Picos de Europa, pues tenían muchas ganas de conocerlo y como disponíamos de dos días, estuvimos encantados en acompañarles, lo cierto es que fueron muy atentos en todo momento, además qué mejores guías que nosotros para acompañarles.

Al día siguiente por la mañana quedamos donde habíamos convenido y les recogimos en nuestro 4x4 para dirigirnos a Picos, hicimos las compras de rigor por el camino y continuamos hasta la base de una de las impresionantes montañas. Hacía muchísimo calor, ya que era agosto y allí se estaba de maravilla. Buscamos el lugar ideal para plantar la tienda y al final nos decicidimos por un pequeño llano junto al río.

María y yo hicimos muy buenas migas enseguida y parecía que nos conociéramos de toda la vida. Una vez instalada la tienda, nos cambiamos de ropa con algo más cómodo por turnos, primero las chicas y luego los chicos. Así que allí estábamos los cuatro solos en medio de un paraje precioso y dispuestos a pasar un entretenido fin de semana. Los chicos se ataviaron con camisetas y bañadores tipo boxer, María con unos pantalones cortos de ciclista color naranja con body a juego y yo con la parte de arriba de un bikini y unos shorts cortos vaqueros.

Nos cargamos las mochilas al hombro y partimos en la primera expedición por los alrededores. Podía notar como cuando caminábamos en esta excursión, Tono no me quitaba ojo del trasero y cuanto más me miraba, más lo movía yo, pues me encantaba provocarle. Su cámara de vídeo estaba más veces apuntando a mis posaderas que al paisaje. María debía hacer lo propio con Carlos pues se le veía muy nervioso. No caminamos durante mucho tiempo ya que se acercaba la hora de comer y regresamos pronto a la tienda. Preparamos una suculenta comida con una ensalada de arroz y frío y algo de pollo.

Después decidimos darnos un baño en el río pues hacía un calor asfixiante. Lo sorprendente fue cuando María se despojó de sus prendas apareció en un diminuto tanga lo que provocó una tremenda erección a mi marido. Yo no tenía una prenda tan pequeña pero aquel bikini blanco me sentaba muy bien y sin duda que a Tono le encantó, sobretodo porque al mojarse se transparentaba casi por completo y podía verse claramente tanto mis rosados pezones a través de la tela como el recortado vello de mi pubis, pero lejos de incomodarme, aquello me excitaba.

Nos pasamos un buen rato en el agua y aprovechamos la buena temperatura de la tarde para volver a recorrer otro sendero y disfrutar del espléndido paisaje. Tono no dejaba de mirarme y eso me encantaba, a mi también me gustaba él. Fue muy atento conmigo en todo momento y me ayudaba a subir por algún sendero tendiéndome su mano muy caballerosamente. En un alto del camino descansamos un rato y no sabía exactamente cuanto tiempo llevaba, pero me di cuenta que Tono seguía enfocándome con la cámara, sin duda quería llevarse al menos el recuerdo de haberme conocido, pero yo presentía que algo más que eso iba a suceder...

Al mismo tiempo Carlos estaba empezando a mosquearse, yo lo notaba, porque se estaba dando cuenta del descaro con el que Tono me miraba. Lo cierto es que a mi esa situación todavía me excitaba más, no sé, creo que las mujeres somos así, nos gusta provocar, eso nos mantiene mucho más atractivas, es muy excitante y si además eso provoca celos, mejor que mejor... Uno de mis mayores placeres es el de sentirme deseada.

La tarde cayó y se hizo de noche en un abrir y cerrar de ojos, entre montañas se oscurece todo mucho más rápido. Volvimos a nuestro campamento, preparamos algo para cenar y encendimos la obligada hoguera, donde allí se cuentan muchas cosas, desde las tradicionales historias de miedo, pasando por los chistes, para acabar contando nuestros más íntimos secretos.

* ¿Cuál es vuestra fantasía? - nos preguntó Tono en aquella conversación que iba calentándose más que la hoguera.

* Bueno... yo... - Carlos no se atrevía a responder.

* Mi fantasía - continué yo - es hacer el amor en un lugar público donde alguien te vea, no sé si me atrevería a hacerlo, pero la idea me excita. Voyerismo es cuando te gusta mirar, pero no sé como se llama cuando te gusta que te miren, esa es mi fantasía.

* ¿Y por qué nunca la has llevado a cabo? - preguntó María - Eso no es tan dificil.

* No sé, quizás por timidez, por vergüenza, no sé... - contesté.

* ¿Y tú Carlos? ¿cuál es tu fantasía? - preguntó nuevamente María.

* ¿Yo?... Bueno, una de mis fantasías incofesables es hacer el coito anal, nunca lo he hecho y me encantaría.

Cuando Carlos dijo eso, me quedé estupefacta, pues a pesar de que nunca he dejado que me perforara el culito, lo había hecho con otros chicos en otras ocasiones y no me había atrevido a contárselo nunca y menos todavía tras su insistencia en hacerlo.

* Bueno - prosiguió Carlos - ¿y vosotros?

* Nosotros tenemos más o menos la misma fantasía... - dijo María - ...y es... hacer un trío. Siempre lo hemos pensado, pero nunca lo hemos llevado a cabo.

Yo pensaba para mis adentros que aquello podía suceder en cualquier momento e intuía que no muy tarde.

Seguimos charlando durante varias horas alrededor de la hoguera, hasta que decidimos irnos a dormir, nos metimos en los sacos, pero amanecimos fuera de ellos, ya que hacía muchísimo calor. Yo me encontré de espaldas a Tono que me tenía abrazada por la cintura y Carlos igualmente se encontraba muy pegado a María. No entendía muy bien como habíamos acabado en esas posiciones, cuando por la noche yo me había acostado junto a mi marido y María junto al suyo, el caso es que debimos movernos mucho durante la noche y me imagino que los chicos aprovecharían la ocasión y pondrían sus manos donde nunca se atreverían a hacerlo despiertos, ya que como dice el refrán... ojos que no ven...

Nada más salir de la tienda me quedé deslumbrada por un sol radiante y un paisaje impresionante, donde todo resplandecía.

María y yo nos fuimos juntas río abajo para asearnos y les dijimos a los chicos que esperasen a que termináramos, ya que no queríamos "moscones".

Encontramos un remanso en el río junto a un pequeño bosque y ese nos pareció el sitio más discreto y más tranquilo para lavarnos.

Nos despojamos de las ropas al pie del río y nos quedamos con los bikinis. Cuando ella se quitó el sujetador de su diminuto bikini, me quedé mirando embobada sus tetas en un acto inconsciente.

* ¿te gustan? - me preguntó.

* Si, tienes un pecho muy bonito.

* A ver, a ver el tuyo.

Me quité mi sujetador de mi bikini.

* Oye, vaya tetas tienes... - comentó.

A continuación y a la vez nos despojamos de nuestras braguitas quedándonos desnudas, nos miramos de arriba abajo . María tenía un cuerpo espectacular, sin duda que le gustaba cuidarse.

* Que buena estás, me gustan las rubias... - me dijo.

Estaba un poco sorprendida por su comentario, pero María también me gustaba lo que ocurría es que no me atrevía a decirlo tan claramente como ella. La cosa quedó ahí y tras meternos en las frías aguas, nos enjabonamos todo el cuerpo para empezar a asearnos y al mismo tiempo refrescarnos, pues la noche nos había dejado sudorosas.

* ¿Puedes enjabonarme la espalda? - me preguntó María.

* Claro.

Así lo hice, tomé un poco de gel en mi mano y comencé a esparcirla por su morenita espalda, sin duda que aquello me gustaba y tras acabar con su espalda me giré pidiéndole que si a ella no le importaba hacer lo mismo. Sus manos se apoyaron en mi cuello y muy lentamente, como disfrutando con esa acción, fue bajando por mi espalda hasta llegar a mi culo, sin embargo, a pesar de haber acabado con mi espalda, ella continuó con mi cintura, siguió subiendo hasta tocar la parte exterior de mis tetas, sin dudarlo las tomó entre sus manos y comenzó a sobarme con fuerza. Yo cerré los ojos y me dejé hacer, estaba muy caliente y me encantaba como me acariciaba, sin duda que las mujeres somos las que mejor acariciamos, al menos eso opino yo. Más tarde, después de haberle dado un buen repaso a mis tetas, fue bajando de nuevo por mi espalda y comenzó a sobarme el culo, su boca se posó en mi cuello y me dio un pequeño mordisquillo que fue encantador, su mano se metía en la raja de mi culo y subía y bajaba su mano dándome un gusto tremendo. Sus suaves tetas se apretaban contra mi espalda. Estiré mis manos hacia atrás hasta alcanzar su culo, lo apretujé fuertemente y la traje hacia mí, aquello estaba proporcionándonos muchísmo gusto. Nuestros cuerpos se fundían en uno solo y nuestras manos iban recorriendo nuestras curvas. Una de sus manos se fue por delante de mi y lentamente fue bajando desde mi pecho hasta mi cintura, recreándose con mi ombligo, para luego continuar su camino hacia abajo y acariciar mi pubis. Cuando uno de sus dedos se introdujo en mi vagina, solté un pequeño gemido y abrí los ojos.

Me quedé perpleja, al otro lado del río estaba Tono filmándonos con su cámara y disfrutando de una sesión gratis de lesbianismo. En un principio quise comentárselo a María, pero tan concentraba estaba en recibir sus caricias y tan cachonda con la idea de ser observada por su marido que volví a cerrar los ojos y a disfrutar del masaje que recibía de mi hábil compañera.

María me dio la mano y me acompañó hasta la orilla, allí me invitó a tumbarme sobre las toallas, seguidamente se tumbó sobre mi y comenzó a besarme, abrí mi boca y nuestras lenguas se juntaron en un apasionado beso. Sus manos recorrían mis caderas, su lengua exploraba mi boca, sus piernas se entrecruzaban con las mías. Lentamente fue dibujando con su lengua un camino desde mi boca hasta mi cuello, volviendo a subir, después continuó bajando hasta mis tetas que mordisqueó suavemente, luego hasta mi cintura, haciendo círculos alrededor de mi ombligo, para luego continuar hasta mi sexo. Primero bordeó mis ingles, después la parte interna de mis muslos, hasta que su lengua volvió hacia mi húmedo sexo que devoró con fruición, jugando con mis labios vaginales y mi clítoris. Estaba disfrutando del momento intensamente, pero aún no había llegado al orgasmo.

María se giró, colocándonos en un 69. No dudé un momento en repetir las exploraciones que ella me estaba haciendo y comencé a chuparle su coñito, estaba caliente y empapado. Mi lengua jugó con su clítoris y ella no paraba de gemir. María contraía sus músculos víctima de un placer que la llenaba.

Cambiamos de posición y nos colocamos de rodillas, una frente a la otra para seguir besándonos y acariciándonos, sintiendo nuestras lenguas por nuestras caras, por nuestros pechos... María me mordía en el cuello y sus manos exploraban mi pubis, cuando giré la cara me encontré a Tono completamente desnudo, con su polla en total erección a dos pasos de nosotras filmándonos con su cámara de video. María se dio cuenta y le invitó a acercarse. Tono colocó sus cámara sobre una piedra y desde allí la dejó funcionando para después colocarse de rodillas junto a nosotras. Ella comenzó a masturbarle lentamente y yo miraba como su capullo desaparecía una y otra vez de los dedos de su mujer. Tono nos abrazó a las dos, mientras nos besaba y nos acariciaba. Uno de sus dedos acariciaba mi culo y su lengua jugaba con mi oreja.

María soltó el miembro de su marido y me invitó a que continuara yo masturbándole. Sentí la dureza de su polla entre mis dedos y empecé a jugar con ella, rozaba su parte más sensible con la yema de mis dedos y de vez en cuando pasaba mi pulgar por su glande.

Me coloqué a cuatro patas y María se puso detrás de mi, mientras su marido se tumbaba debajo mío de tal manera que yo quedaba sobre él, su cara en mi coño y la mía sobre su tiesa polla. Tono me mordía la parte interna de los muslos y María pasaba su lengua sobre mis glúteos, para luego separarlos con sus manos e introducir su habilidosa lengua y chupar mi agujerito posterior. Yo comenzaba a chillar, pero tenía miedo de que Carlos nos descubriera, de tal manera que para apaciguar mis gritos de placer, comencé a comerle la polla a Tono mientras él ya estaba chupándome el coño. El trío era espectacular, sin duda que todo quedaría reflejado en el vídeo.

Yo sostenía la polla de Tono con una de mis manos y mi lengua subía lentamente desde los huevos , hasta subir a su capullo, donde me recreaba con mis labios rozándole suavemente y luego golpeaba fuertemente su miembro contra mis labios y mi lengua. Así continué hasta que poco a poco me fui metiendo todo su aparato en mi boca haciéndola una mamada que no olvidaría. Cuando su lengua se introdujo en mi sexo, un gemido intenso salió de mi boca mientras María continuaba comiéndome el culo, unas veces introducía su lengua, otras uno o dos de sus dedos, hasta hacerme alcanzar entre los dos un orgasmo maravilloso que me duró casi dos minutos.

Luego yo permanecí en la misma posición, a cuatro patas, pero ellos se intercambiaron los papeles, de tal forma que María estaba debajo de mi y Tono pasando su polla por mi culo y mi chochito. Puse mi culo en pompa y exploraba con mi lengua el sexo de ella, mientras él intentaba penetrar mi coñito. Lo hizo de una sola embestida que me hizo tambalear, sintiendo un gusto fuera de lo normal, ya que mientras Tono me estaba taladrando María seguía chupando tanto mis labios vaginales como la polla de su marido que al estar tan lubricada entraba y salía con mayor facilidad.

A continuación Tono sacó su polla de mi coñito y yo le supliqué que no lo hiciera, sin saber que la intención de él era la de perforar mi culo. Puso la punta de su miembro a la entrada de mi agujerito posterior e hizo ademán de metérmela.

* No, por favor, por ahí no.. le supliqué.

Él no hizo caso de mi queja y empezó a apretar suavemente, primero entró su cabeza y luego centímetro a centímetro todo su instrumento hasta que entró en su totalidad, llegando a tocar sus huevos en mi culo. Parecía que me habían metido una barra de hierro candente por el culo, ya que sentía mucho escozor, pero a medida que salía y entraba, gracias a la lubrificación que María le proporcionaba a su marido con la lengua, el dolor y el escozor dieron paso a un gusto increíble. Nunca me ha gustado que me den por detrás, pero esta pareja sabía hacerlo de órdago y yo estaba disfrutando como nunca. Tono seguía bombeando cada vez con más fuerza...

* Si, si, si, si.... dame, dame, dame.... párteme el culo - le rogaba yo.

Tono gemía, yo gritaba y María reía, sin duda que lo estábamos pasando en grande. Cuando levanté mi cabeza pude ver a lo lejos en el bosque como alguien nos observaba, me asusté un poco, pero tan concentraba estaba en la faena que no podía articular ni una palabra para advertir a mis compañeros de fatigas. María seguía chupándome el coño y sobándome las tetas mientras su marido entraba y salía de mi culo dándome un gusto fuera de lo normal. Volví a mirar a lo lejos y me quedé helada cuando pude distinguir que la sombra que nos observaba entre la espesura era la de mi marido, que apoyado contra un árbol, estaba masturbándose ante la escena que tenía delante de sus ojos. Al principio me sentí algo turbada por su presencia, pero María y Tono no paraban de darme más y más placer, por lo que no podía rendirme ante esas armas. Después mi placer fue en aumento ya que estaba al borde de un nuevo orgasmo y el hecho de sentirme observada por Carlos me excitaba aún más y comencé a exteriorizar esos sentimientos gritando como una posesa. No tardó en llegarme ese maravilloso orgasmo que no pude controlar en medio de fuertes convulsiones.

Tono seguía perforándome el culo, pero de repente sacó su tieso miembro de mi agujerito, momento que aprovechó María para mamársela a su marido, él debía estar en la gloría pues se le oía gemir fuertemente, ella le hacía cuatro o cinco mamadas y otra vez volvía a mi culo, para luego pasar a la boca de su mujer nuevamente, así una tras otra.

Mi marido, a lo lejos debía estar completamente excitado y en un momento pude ver como soltaba enormes chorros de semen sobre los arbustos. Después fue María la que entró en otro potente orgasmo y gritaba, gemía y lloraba como una condenada, gracias a los lamentones que yo le estaba proporcionando en su coñito y en su clítoris.

A continuación Tono gritaba:

*

Me voy a correr, no puedo más....

Me separé de él, ya que quería que se corriera en mi boca, quería sentir todo su poder entre mis labios y ver como desparramaba toda su leche por mi garganta. Me dí la vuelta y comencé a besarle la base de su verga, para luego chupar sus huevos, luego seguí subiendo hasta su encarnado capullo y de un golpe me lo metí en la boca, subía y bajaba rápidamente y Tono estaba en la gloria. Yo le miraba a los ojos y aquello le encantaba, mis ojos expresaban lo a gusto que estaba y el hecho de verle su cara de placer me hacía muy feliz. Por último tomé su verga entre mis manos le sonreí y volví a tragármela enterita, hasta notar como los pelos de su pubis rozaban mi nariz. Le agarré fuertemente por el culo y le ayudaba a entrar y salir de mi boca, hasta que no pudo resistir más. Con todas mis fuerzas apreté los labios rodeando aquella polla hasta que varios borbotones de su leche inundaron mi garganta en una corrida monumental y lejos de apartarme me comí todo sin desperdiciar una sola gota de aquel preciado manjar. Seguí chupando y chupando hasta dejársela bien limpita.

Nos quedamos tumbados unos sobre otros. Hubo un silencio en aquel hermoso paraje, solo se oían nuestras entrecortadas respiraciones y el sonido del río a nuestros pies. Cuando levanté nuevamente la mirada Carlos había desaparecido. Nos pusimos los bañadores y volvimos a la tienda. Allí estaba mi marido preparando la comida como si nada hubiera pasado, de todas formas la única que pudo verle fui yo. No hicimos comentario alguno.

La acampada continuó hasta que tuvimos que volver a casa, sin que nadie hablase del tema, solo un intercambio de besos a modo de despedida y una propuesta para el año siguiente para vernos de nuevo.

A partir de ese día no le he podido negarle a mi marido que me penetre por el culo, ya que sin mencionar nada sobre el asunto, él sabe que yo le vi y pago ese precio a cambio de su silencio y su comprensión.

Lydia
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