viernes, 13 de abril de 2007

Estaba muy nerviosa ante el examen final que había preparado mi escuela de animadora turística internacional. Las pruebas eran imprescindibles para sacar el título y para poder colocarme en el sector. Consistían en realizar unas prácticas reales con un grupo de hosteleros de varias partes del mundo que llegaron a Barcelona para tal fin. No podíamos cometer fallos. Las pruebas se dividían en dos partes: una en conjunto con todos los estudiantes y examinadores a la vez, con preguntas y respuestas ante situaciones concretas y una prueba final e individual para cada uno de nosotros. En la prueba colectiva cada examinador nos iba preguntando aleatoriamente para ver nuestro nivel y nuestras actuaciones en cada caso práctico. Ante cada pregunta nos levantábamos y dábamos nuestro nombre. Cuando me tocó el turno y me levanté, me di cuenta que uno de los examinadores, un hombre maduro, se fijaba en mi más de lo debido, sobretodo me hizo un repaso especial a las piernas, que yo tapaba inútilmente estirando mi minifalda. Me sonrió, me guiñó un ojo y apuntó algo en su papel. Llegó el día de mi evaluación individual. Aquella oportunidad era única y no quería desaprovecharla, quise esmerarme aún más cuidando todos los detalles: me maquillé discreta pero elegantemente a la vez, me hice un peinado desenfadado, con dos pequeñas trencitas y recopilé entre mi mejor colección de ropa, aquella que resultara sexy y distinguida también. Como las faldas cortas me hicieron pasar algún apuro el primer día, me decidí esta vez por los pantalones blancos ceñidos acabados en campana. Debajo un tanga blanco también para no mostrar costuras y enseñar la redondez de mi culo. En la parte de arriba, elegí mi blusa sin mangas de rayitas rosas con gran escote que dejaba a la vista mi ombligo y mi piercing y de remate unos zapatos de plataforma Era, sin duda, un arma de doble filo, o gustaba a mi examinador o ese atrevimiento por mi parte podía echar por tierra todos mis esfuerzos… pero pensé, si este conjuntito le vuelve loco a mi novio, seguro que a cualquier otro también… Esperé pacientemente a la puerta del hotel que llegara mi evaluador y me sorprendí tanto como él cuando nos encontramos, pues en los días anteriores nuestras miradas se habían cruzado en varias ocasiones adivinando una atracción mutua. Era él, aquel hombre de pelo canoso que me admiró con sus penetrantes ojos en el primer examen. Su nombre: Marcelo, hostelero argentino, hombre maduro pero muy interesante, de unos cincuenta y tantos años y con un porte elegante y distinguido, su pelo blanco peinado hacia atrás, moreno de piel, ojos penetrantes y expresivos, labios impresionantes, pero ante todo con una mirada… Sin duda me alegré de haber elegido mi ropa, pues sabía que le iba a gustar y así fue cuando sostuvo mi mano en la suya.

- Caramba, soy afortunado. De nuevo voy a ser premiado con un angelito de rubias trenzas y piernas espectaculares… - me dijo besándome la mano con suma delicadeza.

Me sentí halagada con sus palabras e incluso abrumada, pues no imaginaba que mi examinador fuera aquel atractivo hombre en el que me fijé el primer día. Al notar el calor de su boca sobre mi mano sentí que ese calor se trasladaba a todas las partes de mi cuerpo, un simple beso, me había encendido una chispilla hasta ponerme más caliente de lo normal. Sin soltar mi mano, me hizo girar sobre mi misma, mientras sus ojos me recorrían de arriba abajo:

- Caray, esto es todo un cuerpo, con minifalda estabas arrebatadora, pero con ese pantaloncito tan ajustado estás muy bonita también… eres una princesita…

Intenté reponerme de sus palabras y lo tomé como una galantería, aunque en el fondo me estaba empapando como si sus palabras acariciaran mi cuerpo… como son los argentinos…

Tal y como estaba organizado, mi primera prueba era tomar un taxi en el centro de Barcelona y preparar una ruta organizada, entre otras cosas para poner a prueba mis conocimientos de la ciudad y mi percepción en la orientación. Pedimos un taxi y nos sentamos juntos en el asiento posterior. Muy profesional me esmeré en irle contando cada detalle de mi ciudad a la que conocía perfectamente. Él parecía estar encantado, no sé si tanto por mi o por la visita guiada que le estaba ofreciendo. Sus ojeadas a mi escote eran continuas a pesar de que yo me hacía la distraída, pero mirándole a través del reflejo del cristal del taxi. Mi calentura aumentaba por momentos…

Después de mi primera ruta, con la que me mantuve más o menos en mi lugar, fuimos a conocer la gastronomía española a un conocido restaurante de Montjuic. Ahí también acerté, primero porque pareció disfrutar de la comida y del vino, que elegí el día anterior ayudada por un amigo del establecimiento y segundo porque parecía encantado conmigo y yo con él, nuestra mutua compañía era agradable. No paró de agasajarme, de mandarme cumplidos visuales y verbales, de hacerme reír, como pocas veces habían hecho, estaba muy a gusto a su lado. No quería ni imaginar como se sentiría una debajo de ese magnífico cuerpo…

Para cerrar la jornada, mi siguiente prueba fue llevar a mi acompañante a un local nocturno donde había espectáculos de diverso tipo, música y bailes tradicionales, también se divirtió mucho, sobretodo con un espectáculo de baile flamenco. Precisamente allí, en el tablao, Marcelo se sentó muy pegado a mi pidiéndome que le explicara sobre el baile. Ante el volumen de la música, él pegaba su cara a la mía para preguntarme Yo percibía su aliento en mi oreja y luego mi boca hacía lo propio sobre él cuando le contestaba. A duras penas, temblorosa y excitada por esa situación le dije más o menos en qué consistía.

- Bueno, en algunas partes se parece mucho al tango, a mi me lo recuerda. ¿sabés bailar tango? - me preguntó.

- No, no lo he hecho nunca y me gusta mucho verlo, me parece que es un baile muy pasional y erótico.

Yo te enseñaría gustosamente. Te adentraría en el mundo del tango y que entendieras que es algo más que una música y un baile…- contestó sonriente mirándome fijamente a los ojos, algo que hizo sonrojarme, pues a pesar de parecer una invitación de lo más inocente iba cargada de sensualidad y de proposiciones deshonestas.

Al final de la noche y tras varias visitas por los lugares de ambiente de la ciudad, acompañé a mi examinador hasta su hotel, donde rechacé educadamente la última copa que me ofreció en su suite. Me despedí con dos besos, pero el argentino se juntó a mi, pegando su cuerpo al mío y apoyando sus labios en mis mejillas con mucha dulzura. En ese momento mis pezones se pusieron duros como piedras, algo que no pasó inadvertido por él, que me sonrió guiñándome un ojo.

Al día siguiente me dirigí a la escuela para cambiar impresiones con mis compañeros y saber que tal les había ido con sus respectivos examinadores. Allí estaba esperándome mi amiga Teresa:

- Hola ligona. - me dijo sonriendo.

- ¿Cómo?

- Si, no te hagas la tonta, guapa, ayer debiste ponerle a alguno como una moto.

- Pero… ¿Por qué dices eso?

- Ah, no sé, tu sabrás…

- No, Teresa, dime ¿por qué lo dices? - pregunté intrigada.

- Bueno, pues no sé, creo que tu blusita, el escote, esas trencitas rubias, tus miradas, tu labia, yo que sé en fin, que debiste dejar algo más que una buena impresión de Barcelona.

- No sé a que viene eso, ¿te quieres explicar? - le dije ya algo mosqueada.

- Pues hija, que acaban de llegar tres docenas de rosas rojas para ti de tu profesor particular de ayer. - me dijo señalando hacia el mostrador de recepción donde resplandecían en un grandioso ramo, aquellas preciosas flores.

Naturalmente sabía de quién procedían, había pocas dudas, pero aun así abrí nerviosamente la nota que acompañaba al ramo con cara de inocente:

“Para Lydia “ - decía el sobre.

Al abrirlo seguí leyendo:

“Querida y adorada animadora particular :

Aun continúo embriagado de tu aroma en nuestra visita de ayer a tu ciudad que me dejó gratamente impresionado. Tus profesores se llevarán mi mejor puntuación para vos, porque lo hiciste maravillosamente.

Quiero aprovechar para invitarte a venir a mi país, para así zanjar mi deuda con vos y enseñarte a bailar tango.

Con todo mi afecto,

Marcelo”

Aquella nota naturalmente me encantó, sobretodo viniendo de aquel caballero elegante y apuesto que tanto me había impresionado. Supongo que es algo innato en los argentinos, tan amables, tan cariñosos, tan caballerosos, con esa sensualidad inocente al hablar, en fin, que con aquel magnífico ramo de rosas, acabó de encandilarme, si no lo había hecho ya con su simpatía y su físico, sobretodo con su mirada…

A los pocos días de aquel ramo y cuando aún no se habían marchitado las rosas, recibí una llamada en mi móvil de un número desconocido:

- ¿Quién es?

- Hola linda - era la voz de Marcelo al otro lado, me sorprendí mucho, pues no me la esperaba…

- ¿Marcelo? - pregunté para asegurarme que era él, aunque no me cabía duda.

- Si, preciosa, soy yo, Marcelo, veo que todavía me recordas…

- ¿Cómo no Marcelo?, además que aprovecho para darte las gracias por ese precioso ramo de rosas que me enviaste, no tenías que haberte molestado…

- ¿Molestia decís?, ha sido un placer, ojalá pudiera ser una de esas rosas para estar junto a ti.

Creo que a pesar de no estar viéndome, me puse colorada y me quedé titubeante durante unos segundos. Mi galante interlocutor, volvió a preguntarme:

- ¿Sigues ahí?

- Si… yo…

- Perdoname bonita, ¿te molesté? - me dijo algo contrariado.

- No, no Marcelo, discúlpame, pero no esperaba tu llamada…

- Verás linda, quería comentarte: salgo dentro de un par de días para Buenos Aires, me gustaría despedirme de vos… si queres, por supuesto.

Volví a quedarme completamente muda, confusa y desorientada, esa indecisión me hacía sentirme mal conmigo misma.

- Perdona, ¿te incomodé de nuevo?

- No, no, Marcelo… perdóname…

- Verás, no afecta a mi evaluación sobre tu trabajo, querida, ya que le pasé un informe a tu agencia y estarán más que satisfechos y orgullosos de ti… solo quería verte, porque quiero proponerte algo a ver que te parece…

No sabía muy bien a que se refería, “proponerte algo a ver que te parece…” sin embargo acepté con curiosidad:

- De acuerdo, ¿dónde podemos quedar?

- ¿Podes venir esta tarde, sobre las seis, a mi hotel?

- Claro, ningún problema…

Después de esa llamada, que me descolocó tanto, intenté pensar en todas las alternativas posibles, porque estaba temerosa que cualquier cosa que dijera o hiciera le pudiera dar pie a Marcelo para quién sabe qué… Me hice mil preguntas… “¿me hará una proposición de sexo? ¿sabré reaccionar? ¿me provocará problemas?… Bueno, ¿y que más da?… si ese hombre quiere follarme, pues le doy por el gusto y así consigo dos cosas, hacerlo con un hombre maduro y tan guapo y al mismo tiempo obtener mi título con la máxima puntuación…

No sabía que ropa ponerme para esa ocasión, quería volver a estar elegante e irresistible para Marcelo: quería deslumbrarle de nuevo. Busqué en mi armario algo informal en apariencia, pero muy atrevido al mismo tiempo. Al fin di con aquel vestidito rosa corto de flores que resaltaba mis curvas, mostraba un generoso escote y el moreno de mis piernas. Quizás me quedaba algo pequeño, pero seguro que eso agradaba a mi examinador privado.



Me coloqué un sujetador sin tirantes muy fino para realzar el pecho, que además es algo transparente. Luego dudé entre braguita o tanga y decidí la segunda opción, pues si la noche se planteaba caliente, mejor ir bien preparada. Me calcé mis sandalias de tacón para realzar todavía más mi culito y me dirigí a mi cita secreta al hotel.

Nada más llegar a la recepción y preguntar por él al conserje, este me indicó amablemente, sin dejar de “devorarme” el escote, que me esperaban en la cafetería . Cuando llegué, vi que Marcelo estaba sentado junto a la barra. Avancé hacia él con toda la sensualidad del mundo, meneando mis caderas de la manera más provocadora posible, alzando mis pies en cada paso con seguridad, mostrando mis piernas morenas y mis pechos bailones bajo aquel vaporoso vestido de flores. Me sentía como una gatita mala que se luce ante el macho en un baile lleno de erotismo y sensualidad.

Se puso de pie y dijo:

- Caramba, caramba… ¡cuanta belleza…!… ¡ estás irresistible !

Le sonreí, halagada y orgullosa de haber acertado con mi elección, pues volví a impresionarle. Él vestía un traje azul de corte italiano muy elegante.

Nos sentamos frente a la barra en dos taburetes y aproveché para dedicarle lentamente un cruce de piernas, algo que percibió agradecido, pues no dejaba de mirarlas, yo le sonreía de vez en cuando con cara de inocente y pensando cual sería la estrategia de mi acompañante y de qué manera conseguiría llevarme a la cama. Intuía que sería algo especial, romántico… además estaba tan cachonda, que cualquier roce me haría perder la cabeza y no podría negarme ante nada. La idea de hacérmelo con un hombre maduro siempre me había rondado la cabeza y ahora aquel guapo argentino reunía las condiciones ideales para adentrarse en una inolvidable y deliciosa aventura.

Sin embargo yo me sentía obligada a rechazar cualquier propuesta, soy una chica decente…

Pedimos algo de beber y ofreciéndome la copa caballerosamente me dijo:

- Agradezco mucho que hayas venido a verme.

- Nada Marcelo, es un placer, que menos puedo hacer después de lo amable y galante que has sido conmigo, aprovecho para darte las gracias.

- ¿Gracias?, las que vos tenés, preciosa.

Me dijo esto sosteniendo mi barbilla y acercando su cara a la mía, por un momento pensé que me besaría en la boca, algo que no me hubiera importado en lo más mínimo, sin embargo solo me sonrió mirándome a los ojos. Me fui poniendo caliente por momentos, hasta el punto que mis pezones se delataron bajo la fina tela de aquel vestido.

- Verás, quería verte, porque viajo de regreso para mi país y tengo una propuesta que hacerte. - me dijo.

- ¿Propuesta?

Volvieron a pasar por mi cabeza toda clase de hipótesis de cual podría ser su estrategia: me diría “¿quiero follarte como una buena putita? O simplemente… ¿quiero hacerte el amor durante toda la noche…? “

- Si, verás - comenzó a explicarme- estoy buscando desde hace tiempo una animadora turística, alguien que necesito para uno de mis hoteles en Iguazú…

- ¿En Iguazú? - pregunté desconcertada

-

Los colores subieron hasta mis mejillas intensamente. ¡Que tonta fui!, yo pensaba que me iba a proponer algo “indecente” y lo que pretendía era simplemente ofrecerme un trabajo en su hotel en Argentina… Aquello me descolocó del todo.

- Si, como sabes - prosiguió- allá tengo varios hoteles y tú eres la candidata perfecta para atender a mis clientes…

- Pero Marcelo…

- Si, ya sé que es algo complicado, no quiero que me contestes ahora, es una decisión difícil de tomar en pocos segundos… no quiero agobiarte, vos solo pensalo, es una oportunidad, que si queres la aprovechas y sino, pues nada… además en todo caso, si no estuvieras totalmente satisfecha una vez allí, te vuelves para acá… naturalmente yo corro con todos los gastos…

Aquello me sorprendió tanto, que no sabía que decir… sin duda su propuesta sonaba tentadora, a pesar de que estaba lejos de lo que yo había imaginado segundos antes.

- Marcelo…

Volvió a acercarse y esta vez para posar su dedo índice sobre mis labios en señal de que no dijera nada más, que no era el momento de decir nada… su oferta era tan tentadora… tan retadora para mí… De mi cabeza salían miles de pensamientos : “Si, ya sé, Argentina está lejos… una mujer con 19 años a un destino desconocido, con un cincuentón igualmente desconocido, que, por cierto podría ser mi padre, que vaya a saber que intenciones pudiera tener conmigo… en fin, todo era muy complicado, abandonar España, de repente, mi novio, mis amigas, mi familia… No podía pensar fríamente, estaba tan cachonda que no respondía a nada más que a mis instintos más animales…

Marcelo volvió a sonreírme sosteniendo mi mano entre las suyas en un acto muy tierno, pero que al mismo tiempo me excitaba muchísimo, pues el calor de su mano, la situación, su mirada…

De pronto soltó mis manos y saludó con efusividad a alguien mirando hacia la puerta de la cafetería. Cuando me volví me percaté de que el saludo iba dirigido a una mujer, muy atractiva por cierto y que se acercaba hacia nosotros. Conforme llegaba, me fui fijando detenidamente en ella y preguntándome el por qué de la familiaridad con Marcelo.

Vestía una falda de tubo por encima de la rodilla y con una abertura en un costado que mostraba parte de su muslo. Llevaba tacones finos y altos, una blusa vaporosa y muy bonita y el pelo moreno recogido en un moño alto. Sus ojos, preciosos, color café, su piel muy morena. Una atractiva mujer argentina con rasgos de ascendencia árabe, de aspecto muy sexy y con porte distinguido. A simple vista, le eché treintaitantos años, aunque luego supe que eran algunos más, pero bien llevados.

- Hola amor - dijo al llegar plantándole un beso en los labios a Marcelo.

- Hola Estela, cariño… - contestó él - mira, ella es Lydia… y si asi lo decide finalmente, nuestra futura animadora, de la que tanto te hablé…

- Claro, mi marido te describió tal como sos…

Me quedé de nuevo algo descolocada volviéndome a poner “como un tomate” pensando en la frase: “…¿mi marido?”, es decir que todos mis quebraderos de cabeza y mis estúpidas ideas preconcebidas se estaban echando por tierra… ¡claro!, ¡su esposa!… no podía ser de otra manera… Yo pensaba para mi: “¿pero, que creías, tonta?”. Naturalmente, un hombre como aquel, no podía estar solo en el mundo , solo podía estarlo con una mujer bellísima como aquella que acababa de besarle. En cierto modo me sentí algo rabiosa y celosa al mismo tiempo.

- Encantada - le dije ofreciendo mi mano en señal de cortesía, pero ella amigablemente se apoyó sobre mi hombro y me dio dos besos…

A partir de ese momento y tras mis deliberaciones internas, sobre todo lo acontecido y la sorpresa de encontrarme con la mujer de Marcelo, así, de sopetón, me di cuenta que ella, además de ser tan guapa y con un cuerpo precioso, tenía una sonrisa espectacular y desbordaba simpatía y sensualidad por todas partes, aderezado con ese acento argentino tan peculiar.

- Mira mi amor… ahora mismo estábamos hablando del asunto de Iguazú… pero parece haberse sorprendido mucho ¿no? - dijo Marcelo dirigiéndose a mi.

- Si - contesté tímidamente.

- Claro, si mi esposo es una caja de sorpresas… - añadió Estela.

Pensé para mi: “Ya lo creo, este hombre me está sorprendiendo por momentos, desde el primer instante, supongo que no quedará ahí todo ese cúmulo de sorpresas…”

- Por cierto - me comentó él sosteniendo mi mano - ¿No sabes que Estela es una magnífica bailarina de tango?

- ¿Si? - pregunté interesada.

- Bueno, si, soy profesora de baile, allá en Buenos Aires…

Todo se fue llenando de nuevas impresiones en aquella noche, que ni yo misma podía asimilar en tan poco tiempo… Me sentía muy a gusto junto a esa simpática pareja argentina: a continuación me invitaron a cenar, estuvimos charlando hasta altas horas y disfrutando de una agradable conversación en tan grata compañía y animándome directa e indirectamente a aceptar la oferta de irme con ellos a su hotel de Iguazú.

Tras la apetitosa cena, surgió la idea de tomar una copa.

- ¿Y por qué no la tomamos en la habitación? - me preguntó Estela.

- Claro, buena idea. - añadió él.

Pensé en otras alternativas, porque tras la aparición de Estela yo me sentía en cierto modo, incómoda y fuera de lugar, todas mis expectativas para con Marcelo parecían haberse derrumbado como un castillo de naipes . Pero ¡que estúpida fui! , me había hecho unas fantasías en la cabeza y unas ilusiones… Ahora me sentía tan ridícula… Sin embargo tampoco me parecía bien rechazar la invitación de subir a su habitación y accedí.

El sitio en cuestión era una gran suite al que se llegaba en ascensor privado. Tenía un gran hall, con adornados jarrones llenos de flores, sillones aparentemente cómodos y en definitiva una decoración de lo más refinada. Junto a esta estancia, se encontraba la alcoba principal y el baño, ambos muy lujosos.

Marcelo abrió una botella de cava que sacó de una barra del pequeño salón y tres copas. Nos sentamos en el cómodo sofá y yo quedé entre ellos dos...

- ¿Te fijaste Estela las piernas tan lindas que tiene? - dijo Marcelo mientras a mi se me subían los colores nuevamente.

- Ya lo creo, no solo sus piernas, además es muy bonita - contestó ella.

No sabía ni siquiera que postura poner, me sentía observada por los dos.

- Escucha Estela, - intervino su esposo- ¿no crees que se vería divina bailando tango con ese vestido floreado?

- Si, que gran idea . ¿queres que te enseñe unos pasos? - preguntó ella.

Respondí más por vergüenza que por otra cosa.

- Claro, me gustaría mucho aprender a bailar tango…

Estela me tomó de la mano y nos incorporamos al centro del saloncito a la vista de un sonriente Marcelo que apuraba la copa de cava. Luego se dirigió al equipo de música, eligió un CD de tangos y de repente comenzó a sonar una melodía acompasada de acordeón que empezó lentamente y fue tomando vigor a medida que la pieza avanzaba. Marcelo alzó su copa a modo de brindis y en ese momento comenzó a oirse una voz candenciosa y serena que decía algo así como:

Rara....como encendida

te hallé bebiendo,linda y fatal

bebías,y en el fragor del champán

loca reías, por no llorar…



Pena, me dió encontrarte

pues al mirarte, yo vi brillar

tus ojos, con un eléctrico ardor

tus lindos ojos , que yo adoré



Esta noche, amiga mía

el alcohol nos ha embriagado

que me importa que se rían

y nos llamen los mareados

Miré a Marcelo y me sonrió. Sin duda me sentía identificada con la letra de ese tango, estaba mareada y no me importaba nada. Estela sostuvo mi mano izquierda y mi cintura con fuerza, haciendo que nuestros cuerpos quedaran prácticamente pegados. Éramos aproximadamente de la misma altura y nuestros pechos se juntaban abrazados… Aquel bonito tango embriagó la habitación.

Marcelo nos sonrió, se sirvió otra copa de cava y volvió a sentarse en el sofá mientras nosotras dos bailábamos sobre el suelo entarimado de aquella impresionante suite. Alzó su copa de nuevo, en señal de aprobación al espectáculo que le estábamos ofreciendo.

Estela me iba indicando cada paso y la postura que debía emplear cada vez. A medida que el efecto del alcohol aumentaba, la confianza que me prestaba ella y la situación en si, me fui sintiendo más relajada y cómoda.

Los movimientos rápidos del baile provocaban que mi vestido diera más vuelo de lo normal en los giros rápidos y que mi culo botase a cada paso para deleite de nuestro espectador privado que no dejaba de sonreírnos, incluso alguna vez aplaudiéndonos. Supongo que no se perdió detalle de mi tanga blanco en alguno de esas vueltas.

Las largas piernas de Estela se hacían todavía más esbeltas cuando las estiraba y la abertura de su falda mostraba su muslo moreno. Yo me dejaba llevar en aquel baile y llegó un momento en el que pensé que lo había hecho toda la vida. Cuando la pieza terminó, nuestras caras quedaron completamente pegadas y mirando fijamente a Marcelo. La respiración de ella se notaba agitada contra mi mejilla y cuando se separó de mi, me sostuvo de ambas manos y observándome fijamente a los ojos, me preguntó:

- ¿Que te ha parecido Lydia?

- Muy bien, ha sido muy divertido… siento mi torpeza.

- ¿Torpeza dices?, al contrario, eres una gran bailarina de tango.

- No, eso lo dices como un cumplido…

- Para nada, créeme, no todo el mundo baila y entiende el tango como tú lo has hecho, porque lo has vivido en su plenitud, te has entregado y eso no es habitual en alguien que no lo siente como un argentino y lo que este baile representa para él, tu en cambio lo has hecho maravillosamente, integrada totalmente a mis pasos, desde luego te considero una alumna muy aventajada…

Aquellas palabras de Estela me encandilaron más y si hasta ese momento tenía un gran concepto de ella y del tango, ahora todavía más. Me sentí muy halagada.

Marcelo se dirigió a mi:

- Mira, para nosotros el tango es algo más que un baile sensual que es como se ve desde afuera, representa desde hace mucho nuestra esencia, nuestras raíces, nuestra identidad, ¿me comprendes?

- Si, creo que si.

- Pero no todo el mundo lo entiende, ¿qué has sentido al bailarlo?

- Pues no sé, es un baile diferente, nunca me había sentido como ahora y además Estela me llevó tan bien… la música era tan agradable… es más que un baile, es todo sentimiento…

- Claro, mi esposa es una profesora excepcional. ¿sabías que yo me enamoré de ella bailando tango?

- No me extraña, además de guapa es una bailarina estupenda - añadí yo complacida.

- Si que lo es, pero aun no has probado su baile más espectacular.

- ¿Aun más que este? - pregunté intrigada.

- Si querida, humildemente yo creía conocer el tango como buen bonaerense arrabalero que soy, pero cuando Estela bailó conmigo aquella vez que la conocí y se despojó de toda su ropa y bailamos un tango desnudos, fue entonces cuando entendí más de qué se trataba, ella me enseñó a vivirlo en su plenitud. Nadie lo puede entender sino lo hace de esa manera…

- Pero ¿bailasteis completamente desnudos? - pregunté con curiosidad.

- Si, el tango tiene una letra muy profunda, de gran sensibilidad y lleno de mensaje y sentimiento, a veces te hace reír, a veces te hace llorar... Un tango bien escuchado, con una buena música y una buena pareja de baile es como estar en otro mundo, pero si se baila desnudo, piel contra piel, es todavía más sentido, es como estar en el cielo…

Sus palabras me parecían tan convincentes que le creí en un primer instante, pues lo decía con tanta firmeza y seguridad… solo hasta que me dijo:

- ¿Te atreverías a probarlo?

- A probarlo… ¿cómo?

- Pues… desnuda, naturalmente.

Sus palabras sonaban dulces y perversas a la vez, me sentía muy atraída a probarlo, pero mi otro yo se negaba rotundamente.

- Marcelo ¿te refieres a que bailemos desnudas Estela y yo? - preguntaba yo, cachonda perdida.

- Si, claro ¿qué tiene de particular? - respondió él.

- Pues me resulta algo inaudito y muy embarazoso para empezar…

- Pues si yo tuviera la oportunidad de ver a dos bellezas como ustedes bailar desnudas un tango, me podré morir completamente satisfecho…

- Pero Marcelo… yo… - contesté muy avergonzada hasta que Estela intervino:

- Marcelo cariño, la estás poniendo algo nerviosa, si no quiere hacerlo no la agobies, es lógico que se sienta incómoda. Hacelo tan solo si te gusta… ahora eso sí, si no lo pruebas, te perderás algo muy, pero que muy impresionante y difícil de explicar con palabras…

- Si Estela, te entiendo… pero es que ¿desnuda?…

- Bueno, si prefieres nos quedamos en ropa interior y hacemos la prueba… y si no te gusta lo dejamos… ¿te gusta?

Esa opción me gustó más y acepté la propuesta, al fin y al cabo estar en ropa interior era como estar en bikini. Estela lo hizo con toda naturalidad. Se despojó de la blusa y la lanzó al sofá donde se encontraba nuestro espectador particular y que atrapó al vuelo. Después hizo lo mismo con su falda tubo y bajándola con contoneos suaves hasta los pies lanzándola igualmente hacia Marcelo que se quedó con su nueva prenda.

Estela se quedó en un impresionante conjunto negro compuesto de sujetador de tiras finas y encajes plateados y una braguita minúscula del mismo color. Se giró sobre si misma, sobre sus tacones altos, al tiempo que Marcelo gritaba entusiasmado:

- ¡Bravo!

Ahora era ella la que me observaba esperando mi reacción y simplemente le sonreí. Me sentía turbada e indecisa, pero ella insistió:

- Te toca - fueron sus palabras.

Allí me encontraba frente a mi profesora de baile y de espaldas a mi galán argentino esperando que me despojara del vestido. Por un momento pasó la imagen de mi novio por mi mente, es tan celoso… “ay si me viera” (pensé)… Luego me dije, “venga no seas mojigata…”

Solté los tirantes de mi vestido y este cayó al suelo. Me quedé con mi sostén blanco sin tirantes y semitransparente y mi tanga del mismo color que tapaba solo lo justo.

- ¡Bravo, bravo y bravo…! ¡Date la vuelta preciosa! - gritó Marcelo a mi espalda y me volví lentamente y con mi mejor sonrisa.

Allí estaba yo, frente a mi examinador particular y con un sujetador minúsculo y un tanga todavía más reducido que apenas cubría mi recortadito sexo… Que excitante era aquello. Me sentía muy caliente con la sola idea de poder desnudarme ante ellos, nunca hubiera pensado que fuera capaz de hacerlo con tanta decisión, pero el solo hecho de pensar que ambos me observaban detenidamente me ponía a cien.

Una vez más recordé la letra del tango…

Esta noche,amiga mía

el alcohol nos ha embriagado

que me importa que se rían

y nos llamen los mareados

Precisamente, las copas de cava me animaron a ir más allá, me sentía con ganas de ser yo quien les diera alguna sorpresa, pues hasta ese momento ellos me habían sorprendido a mi continuamente. Lo hice despojándome de mi sujetador sin mediar palabra, me acerqué hasta el sofá y se lo entregué a Marcelo llena de insinuación meneando mis caderas ante su atónita mirada. Sin duda mi provocación causó efecto pues su pantalón desveló una erección más que evidente. Luego me puse de espaldas a él, le mostré mi culo a pocos centímetros de su cara, bajé mi tanga lentamente, recreándome para excitarle aún más, sonriendo a su esposa. Mis diminutas braguitas bajaron por mis muslos hasta sacarlas por debajo de mis sandalias de tacón. Me quedé en pelotas y casi sin darme cuenta… miré a mi profesora que me sonreía y aplaudía nerviosa mi aventurada osadía. Me giré sobre mi misma para ofrecer a Marcelo mi desnudez en todo su esplendor. Su cara hablaba por sí sola…

Estela no quiso ser menos y siguió mis pasos, desprendiéndose primero de su sostén negro de encaje, mostrando unas impresionantes y bien puestas tetas y luego hizo lo mismo con sus braguitas, dejando a la vista su recortado pubis. A continuación se acercó hasta donde estaba su marido para entregarle las últimas prendas caminando desafiante y completamente desnuda hasta donde estaba él. Se soltó el moño y meneó la cabeza con mucha sensualidad, dejando caer sobre su espalda una larga y negra cabellera…

Nos colocamos de perfil frente a Marcelo. Ella estiró el brazo, cogió mi mano y comenzamos a danzar tal y como nuestra madre nos trajo al mundo. El cuerpo de Estela se pegó al mío y sentí un calor intenso que me recorrió de arriba a abajo. Noté sus pezones juntándose a los míos en un afán de querer besarse, como su ombligo se unió al mío y como nuestros muslos quedaron enlazados al compás de un tango arrabalero y pasional que envolvió la estancia y que me llenó interiormente como nunca hubiera imaginado…

El baile nos llevaba maquinalmente y nuestros cuerpos sudorosos se unían al compás, el sonido de aquel tango era un cúmulo de sensaciones mezcladas: placer, sensualidad, pasión, locura… todo lo que representa ese baile mágico. Desnuda y pegada a Estela me trasladé a percibir en toda su intensidad, cosas que antes no había sentido…

Marcelo no perdía detalle de nuestros movimientos, que exagerábamos a cada paso y más aun cuando nos acercábamos hasta donde él estaba sentado. Sus ojos iban de arriba abajo repasando nuestros cuerpos desnudos que vibraban al compás de la música. Me sentía entregada a aquellos compases y también a las manos de mi profesora que acariciaba con dulzura mi espalda mojada. Nuestras bocas estaban prácticamente pegadas y nos mirábamos fijamente a los ojos, solo retirábamos la mirada cuando iba dirigida a nuestro único y agradecido espectador que se revolvía en el sofá nerviosamente, sin perder detalle de nuestro baile erótico.

Cuando la pieza dejó de sonar lentamente, Estela me sostuvo la cara entre sus manos y mirándome fijamente a los ojos… me sonrió y me plantó un beso en los labios que no pude rechazar, pues estaba tan caliente… tanto que mi boca se abrió inconscientemente sacando mi lengua en una búsqueda desesperada de la suya. Nos unimos en un beso apasionado, mientras nos acariciábamos las espaldas desnudas mutuamente… el pelo, los hombros, el culo… No importaba nada, ni nadie…

Ella dibujó con su lengua la comisura de mis labios, algo que me hacía temblar de gusto y después fue serpenteando por mi cuello hasta llegar a mi teta izquierda, mordió suavemente el pezón y con su mano apretó mi culo contra ella quedando completamente pegados nuestros cuerpos sudorosos. Sus tetas contra las mías, su ombligo contra el mío y nuestros sexos muy calientes y cercanos… Me encantaba sentir su lengua dibujando mis pechos y como bajaba hasta mi cintura y volvía a subir para atrapar mi boca, deseosa de más juego y pasión… Seguimos besándonos cuando un nuevo tango volvió a sonar de fondo, me agarró firmemente con su mano y ante ese lento baile volvimos a danzar, pero sin dejar de besarnos, sin dejar de captar nuestros más sentidos instintos en un acompasado abrazo, que hacía que nuestras pieles fueran una sola. Estaba percibiendo con toda intensidad todos esos placeres que momentos antes me habían relatado y que podía comprobar en carne propia. Todo era cierto… era una sensación muy placentera, extrasensorial, ardiente, íntima… única.

Aquella preciosa mujer rioplatense mordía suavemente mi cuello y yo cerraba los ojos sintiendo como todo mi cuerpo se entregaba a ella… sus caricias por mi espalda eran tan agradables, tan placenteras, el roce de su pelo contra mi cara…. Seguramente hasta entonces nunca pensé que una mujer me pudiera proporcionar tanto gusto…

El baile se hacía para nosotras cada vez menos rítmico, incluso perdíamos el paso, pero nuestros cuerpos no atinaban a seguir ningún tipo de pauta, sino a verse inmersos en un descontrolado placer, en puro y arrebatador placer…

La mano de Estela acarició de nuevo mis tetas sin dejar de mirarme, mientras yo la sujetaba por la cintura y descendía mis manos hasta sus caderas dibujando sus excelentes curvas de mujer. Aquellos labios ardientes me chupaban, me mordían, dibujaban el contorno de mis pechos y yo me entregaba al placer más absoluto cerrando los ojos y acariciando su espalda. La lengua de mi compañera se abrió paso por mi cintura, hasta llegar a mi ombligo y bajar por mis muslos hasta el comienzo de la rodilla. Yo la sujetaba de su larga cabellera negra, a punto de reventar de gusto. Puso su boca a pocos centímetros de mi ya chorreante coñito, mirándome fijamente a los ojos. Mi rajita ardía pidiendo a gritos ser devorada y allí estaba yo implorándole que lo hiciera, tan solo con una mirada. Ella volvió a sonreír, quería hacerme esperar, en cambio mi cuerpo no aguantaba más e imploraba que la lengua de esa mujer atrapase mis labios vaginales. Solo pude agarrar su pelo contra mi sexo y susurrarle con un pequeño gemido:

- ¡Estela!

Apoyando sus manos en mis caderas y después de mirarme una vez más insinuantemente y tras guiñarme un ojo, comenzó a lamerme con parsimonia sobre mis ingles para luego meter su lengua directamente entre mis labios vaginales. Tuve que sostenerme a su cabeza para no perder el equilibrio, ante la impresión y el increíble gusto que me estaba proporcionando aquella lengua de fuego. Su saliva se mezclaba con mis propios jugos y sus labios mordían y apretaban mi clítoris hinchado. Su lengua entraba y salía de mi coñito que se abría y cerraba a cada lamida. Con sus manos acariciaba mi culo y uno de sus dedos rozaba mi esfínter haciéndome ver las estrellas. Cuando sus chupetones y sus caricias se hacían más intensas, los músculos de mi vagina se contraían una y otra vez. No pude contenerme, no pude soportar por más tiempo un orgasmo que me llevó al paraíso, haciéndome jadear como si la respiración fuera mi último suspiro y a continuación un gran gemido para contonearme recibiendo más fuerte ese gusto que me invadía… Me estaba corriendo y aquella habilidosa profesora lo había conseguido con una total maestría.

Ella se incorporó y chupé de su boca los restos de mis propios jugos, jugando con su lengua al tiempo que mis manos acariciaban sus tetas, su cintura, su culo…

Estaba en pleno beso con mi querida Estela, cuando noté a mi espalda, el pecho desnudo de Marcelo, que silenciosamente se había despojado de la ropa. Me sentí gratamente sorprendida, pues era lo que más deseaba en ese momento: sentirle pegado a mi. A continuación, su vientre se apoyó en la parte baja de mi espalda y en mi culo, Percibí también algo duro como una piedra. Al fin pude notar pegada a mi la polla de aquel argentino que tanto me había hechizado.. al igual que su esposa. Me volví a él y le miré sonriendo… Marcelo me besó tiernamente en la frente y su cuerpo desnudo se pegó completamente a mi espalda. Esa sensación era todavía más placentera, pues aún recobrándome de un impresionante orgasmo, el sentirme acariciada y besada por ella, verme abrazada por detrás con tanta dulzura por parte de él, era algo alucinante y quise morirme de gusto. Su verga dura se apretaba contra mis nalgas y se situaba ágil en el canalillo de mis glúteos, haciéndome temblar. Su lengua se acercó a mi cuello y comenzó a lamerme.

Mi mano acudió a alcanzar su polla como una autómata y empezar a masajearla, a subir y a bajar su piel lentamente y notar como su respiración se hacía más intensa junto a mi oído derecho. La sensación era placentera para todos, pero yo ahora me sentía en deuda con ellos, por eso quería primero devolverle el favor a ella, por esos buenos momentos vividos y con mi lengua fui recorriendo su cuello, su pecho, su cintura… Marcelo sostenía mis tetas y las sobaba con fuerza mientras sus dientes y sus labios mordían mi espalda sudorosa. Creo que eso fue lo que me hizo caer de rodillas hasta quedar frente al pubis recortado de Estela. Me agarré a su culo y le dí un ligero besito y después mi lengua alcanzó su rajita que estaba muy húmeda y caliente. Sentí el rico sabor de sus jugos mezclándose con mi saliva. Comencé a lamer desesperadamente y ella me lo agradecía con caricias sobre mis hombros. Aquel coñito argentino me sabía delicioso, más aun estando aderezado con un tango lento y tan agradable como música de fondo. En esa posición estaba, cuando noté en mi mejilla la polla de Marcelo queriendo participar del festín. Al girarme la vi tan de cerca que no pude resistirme a probarla… necesitaba devorarla, eso era algo que había deseado fervientemente desde el principio. Gire mi cabeza, alcé mi mirada en busca de los ojos del propietario de tan precioso manjar que sonreía sujetando su enhiesto aparato frente a mi cara. Le di un besito a su capullo en señal de saludo, algo que agradeció con un largo suspiro. A continuación lo fui metiendo lentamente en mi boca hasta engullirlo cuanto pude.

Noté el temblor de todo su cuerpo y el mío propio deseoso de mamar aquella portentosa verga. Mis labios abarcaban con facilidad la largura de su dura polla y me encantaba sentirla chocar contra mi paladar y llegar casi hasta la campanilla. Seguí chupando y lamiendo a Marcelo sin dejar de mirarle. Él sonreía agradecido por los masajes que recibía de mis labios y mi lengua. Giré mi cabeza buscando los ojos de Estela y vi reflejado en ellos un brillo intenso, así que volví hasta su coñito para seguir chupándolo sin soltar el miembro de su esposo. Al tiempo y alternativamente seguí llevando mi boca y mi lengua, unas veces hacia ella y otras mamando con deleite la polla a su marido y regresando a ella una y otra vez. No daba abasto pues quería corresponderles en la misma medida que ellos lo hacían conmigo. Mientras besaba a uno acariciaba al otro y viceversa…

Estela ronroneaba, sujetándose firmemente a mis hombros al tiempo que soltaba más fluidos sobre mi boca, en señal inequívoca de su cercano orgasmo. Por eso me detuvo y me hizo levantar al tiempo que le daba la mano a su esposo y nos llevaba a ambos, completamente excitada hacia el sofá. Se tumbó con sus bonitas piernas abiertas, invitándome a terminar la faena de comerle el coño, pero quise alargar ese momento para darle todavía más gusto si cabe que el que ella misma me había dado minutos antes. Sus preciosos muslos me llamaban a seguir chupándoles y asi lo hice. Primero pequeños besitos a lo largo de sus piernas, desde el pie hasta la rodilla para después ir subiendo por el interior de sus muslos hasta volver a alcanzar su más preciado tesoro. Chupé sus jugos de nuevo agachada sobre ella. Marcelo se agarró fuertemente a mis caderas, sin duda estaba también muy caliente y deseoso de penetrarme. Sostuvo mi culo en alto y con su tiesa verga buscó por detrás de mi abrirse paso en mi chochito caliente. Le agarré su miembro con mis dedos acercando la punta hasta mi sexo, que al contacto pareció abrirse como una flor. No pude evitar lanzar un gemido profundo cuando ese brillante glande pedía entrar a gritos en mi, pasó rozando mi rajita resbalando por los jugos que ambos soltábamos. Ubiqué de nuevo con mis dedos el glande de mi amado argentino y mi coño se abrió más todavía hasta engullir generosamente aquella polla tan caliente, tan dura, tan deseada…. Lancé un suspiro profundo, pues sentí un gusto intenso, grandioso. Su respiración también se hacía agitada. Comenzó a follarme por detrás mientras yo seguía chupando el chochito de su guapa esposa. Aquella dura verga me proporcionaba un placer delicioso cuando me penetraba continuamente y con tanta fuerza y pasión, que hacía que mi barbilla chocara contra el coño de su mujer, algo que a ella parecía encantarle.

Esa escena, más propia de una peli porno que de otra cosa me trasladó al séptimo cielo y casi como algo preparado e increíble, justo cuando estaban acabando las últimas notas de aquel tango, nos corrimos uno tras otro alternativamente. Primero Estela, en movimientos convulsivos de su pelvis y agarrándose a mi pelo hasta pegar tirones y literalmente gritando de placer, entrando en un orgasmo profundo lleno de jadeos entrecortados. Me incorporé para besarla, subiendo con mi lengua desde su coñito, hasta llegar a su boca y mezclar con nuestras lenguas sus propios jugos con nuestra saliva. Marcelo continuaba embistiéndome por detrás, pero posiblemente alentado por los gritos y jadeos de su mujer y mi nueva postura, su polla quedó atrapada en el interior de mi vagina, percibiendo un calor y contacto más intensos. Se detuvo clavándome más a fondo su dura daga para inundar mi coño y mis entrañas con su leche caliente en varios y potentes chorros. Me agarré a sus caderas para sentir todavía más profundas sus últimas embestidas y percibir como su semen se deslizaba lentamente por mis muslos. Eso me hizo sentir un gusto grandísimo y poco a poco fui volviendo a sentir el acercamiento de un nuevo orgasmo. Los besos, chupeteos y morreos de Estela, los últimos coletazos de una divina follada de su marido y mi cuerpo entregado a una sensación nueva y placentera me llevaron a correrme entre gemidos que solo se apagaban contra los labios de ella…

Mantuvimos esa postura durante unos segundos, exhaustos, pero habiendo recibido un mutuo placer, difícilmente definible. A continuación caímos desfallecidos unos sobre otros y solo repitiéndonos lo maravillosamente que habíamos disfrutado en toda su plenitud un trío inolvidable…

Nunca viajé a Iguazú desde aquel maravilloso encuentro, ni siquiera contesté a las llamadas de Marcelo y Estela. Sentí miedo…. mucho miedo, quizás a romper con todo lo que tenía hasta entonces para quedar enganchada para siempre de sus cuerpos y de su sensualidad, de su placer… miedo, quizás a quedarme atrapada para siempre de Argentina y su tango…



Lydia
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