lunes, 26 de marzo de 2007

Por Lydia y Saeta

Era sábado y bastante temprano cuando oí la puerta, mi novio había salido hacia el trabajo. Miré el despertador y no eran todavía las 7 de la mañana, me dí la vuelta en la cama para seguir durmiendo y así lo hice pues me encontraba bastante cansada. Una media hora después me desperté sudorosa y con la respiración agitada. No, no había sido una pesadilla ni nada parecido, había sido un sueño erótico.

Cerré los ojos y me concentré, pues el gusto que tenía en todo el cuerpo después del sueño era tan grande que intentaba conservarlo dentro de mi durante el mayor tiempo posible. Me acurruqué como un ovillo, bien tapadita con la manta. Estaba relajada intentando regresar a mi ardiente sueño, pero, no sé por qué, no podía volver a dormir. Miraba con desesperación el

radio-despertador que, iluminado en la obscuridad, me decía en silencio lo despacio que pasaba el tiempo.

Instintivamente me llevé la mano a mi sexo y al pasar los dedos por encima de mi braguita noté como me había mojado, como pocas veces, retiré el elástico de mi prenda íntima y pasé los dedos directamente por mis labios vaginales que estaban hinchados, como si hubiera echado 10 polvos seguidos... Estaba realmente excitada y debía haber disfrutado de unos buenos momentos que intentaba recordar pero lo hacía vagamente... ¿Qué era lo que me había excitado tanto? Indudablemente un sueño erótico de lo más ardiente, fue entonces cuando de repente empecé a recordar... La imagen de mi sueño se iba dibujando lentamente en mi cabeza: Yo salía de un edificio con una minifalda cortita y debajo no llevaba nada más, iba sin braguitas, podía notar como el aire se metía por debajo de mis muslos, era una sensación muy placentera... luego entraba en un bar y... aparecía un chico que me miraba como si adivinase que yo solo iba con la minifalda.... Pero.... qué tontería!

Me levanté medio sonriendo y medio enfadada, por no haber podido dormir como me hubiera gustado para seguir disfrutando de mis sueños. A las 9:30 ya había desayunado. ¿Qué podía hacer? Esperar en casa a que volviera mi novio, no era una idea que me atrajera, ya que eso podría hacerse largo, así que opté por salir de compras, aunque al final no comprase nada. Me encanta ir de compras y con mi novio no siempre puedo hacerlo a gusto, así que pensé en dedicarme a mí durante toda la mañana. Me gustó la idea.

A las 10:30 estaba en la zona céntrica de la ciudad, donde estaban todos los comercios. Yo miraba los escaparates, entraba en las tiendas curioseaba, sin ánimo de comprar nada. De pronto, me dio un vuelco el corazón.

Era ella, sí, sin duda, era ella… la minifalda que llevaba en mi sueño y estaba allí expuesta en un maniquí de aquella tienda. La misma minifalda marrón, con dos bolsillos, tal y como la soñé. Allí estaba, además rebajada... era tan bonita.... Desgraciadamente sólo les quedaban tallas sueltas. Me apresuré, entré y pregunté directamente por la falda del escaparate. "Es la única que queda, si se la quiere probar?" – me preguntó la dependienta. Yo asentí con una sonrisa.

Estaba entusiasmada, era todo calcado a mi sueño...

Entré en el probador y me quité los pantalones vaqueros tan rápido como pude, como si el hecho de que me diera prisa fuera a hacer que la falda me sirviera. Ahí estaba yo, con la falda de mi sueño en la mano, dispuesta a probármela. Tomé aire profundamente y metí una pierna, luego la otra y subí la falda hasta mis caderas. Era increíble! Aquella minifalda me quedaba como un guante! Era preciosa y me quedaba fantástica, era ideal....¡perfecta !... era la minifalda de mi sueño! Se adaptaba a mis caderas, acariciándolas y luego caía en un beso hacia mis nalgas, abrazándome ni muy fuerte ni muy suave. Me miré una y otra vez al espejo, estaba ilusionada, como una niña con zapatos nuevos... Despues de estar un buen rato mirándome al espejo con mi nueva prenda, me la quité y volví a calzarme los vaqueros, pero la emoción era tan grande que salí con la falda en la mano apresuradamente, como si me la fueran a robar y pidiéndole a la dependienta si había algún problema en que me la llevara puesta. Ella me miró algo extrañada pero me dijo que no había ninguno. La pasó por la caja, le quitó la alarma, la etiqueta con el precio y me la entregó.

Yo volví al probador y me quité el pantalón tan deprisa que arrastré las braguitas que llevaba de forma que el pantalón se quedó en mis tobillos y la braguita atrapada en mis rodillas. Me miré en el espejo del probador y sonriendo me dije : « es lo mismo que mi sueño !!, pero...«¿ porqué no ? » y con decisión me quité también las bragas.... Si, ese sueño se iba a cumplir, habría que ayudarle para que fuese completo.

Me contemplé desnuda de cintura para abajo un ratito y comprobé una vez más que estaba muy caliente, me guiñé un ojo a mi misma frente al espejo en signo de complicidad con mi otro yo.... observé como si sexo se notaba abultado, enrojecido... pensé que debía ser por habérmelo recortado el día anterior, ya que siempre me gusta llevarlo muy recortado como una hilera de pelitos alrededor, es algo que cuido como cualquier otra parte de mi cuerpo, pero el hinchazón de mi sexo no parecía producido por eso y menos todavía el brillo que denotaba una excitación fuera de lo normal. Me gusta observar mi coñito, no sé si será especial, pero es algo que me gusta contemplar sobretodo como ahora con esa excitación.... pasé dos de mis dedos a lo largo de esa rajita húmeda y solté un resoplido por el gusto que eso me producía.

Me puse nuevamente la falda y me miré una vez más al espejo. Era corta... bastante corta y si me agachaba se me vería todo. Con el viento, no había problema, era lo suficientemente ajustada para no levantarse inoportunamente... pero... era tan corta... bueno... pensé: "las minifaldas son así..." Me miraba y miraba y había algo que no me gustaba del todo, intentaba recordar mi sueño y encajarlo en la realidad, no caía en la cuenta qué era, pero algo no encajaba.

Por fin me di cuenta de lo que era. Algo no encajaba con mi sueño. En el sueño no llevaba tampoco sujetador, así que me lo quité. Me volví a contemplar y ahora sí que sí, era tal y como soñé... Guardé las braguitas y el sujetador en el bolso y salí con el pantalón en la mano. Le pedí una bolsa a la dependienta para guardarlo y ella, muy amable, me cogió el pantalón, y lo comenzó a doblar. Cuando pasó la mano por la entrepierna del pantalón, se sobresaltó ligeramente, me miró y sonrió, para, seguidamente, terminar de doblarlo, guardarlo en la bolsa y entregarme ésta.



-Adiós - dije yo.

-Que disfrute de su compra – contestó ella con una sonrisa en la boca a la que no pude por menos de corresponder.



Y salí a la calle. A pesar de estar en Noviembre preferí no ponerme la gabardina y mejor llevarla en el brazo, pues quería lucirme con mi nueva indumentaria, deseaba ser admirada... lo necesitaba... No importaba que apenas llevara nada de ropa contra el frío, tan solo un top ajustado bastante fino y mi nueva minifalda, pero eso, la verdad, era lo de menos, estaba realmente caliente como para abrigarme más ...

Al principio, todos parecían mirarme raro, o eso intuía yo, como si se dieran cuenta de que iba desnuda bajo mis dos ajustadas prendas. Borré ese pensamiento de mi mente. Era imposible, eran miedos psicológicos y me lo repetía a mi misma una y otra vez. Cuando hube borrado aquella idea, comencé realmente a disfrutar. Me sentía libre y además estaba cachondísima, a ese paso, posiblemente lograría tener un orgasmo sin siquiera tocarme. Notaba como salía jugo de mi chochito y se deslizaba por mis piernas. Estaba tan mojada que tuve miedo de que se empezara a ver el líquido por debajo de mi falda. Así que entré al primer bar que se me cruzó....

No, no podía ser, era increíble, ante mis ojos estaba.... el bar del sueño! Todo igualito a mi sueño.... Pero, ¿cómo podía ser? No había estado ahí nunca antes en mi vida y todo me era familiar, hasta el camarero era el de mi sueño, parecía que todo se iba convirtiendo en realidad, como algo premonitorio.

Pedí un café cortado y mientras me lo servían, me fui al servicio a ver si me podía secar un poquito. Entré y me miré al espejo. Mis carrillos ardían y se notaban encarnados debido a la excitación que me había proporcionado el paseo desde la tienda hasta ese bar, con aquella ajustada minifalda... tomé un poco de papel y lo metí entre mis piernas, note mucho calor en mi sexo.... pasé por mis labios hinchados el papel higiénico y me los sequé. Luego seguí hacia abajo, secando mi entrepierna con suavidad. El chorretón casi asomaba por debajo de mi falda. Nunca había estado tan húmeda.... y tan cachonda sin haber hecho apenas nada.

Salí del servicio y me dirigí a la barra, donde esperaba ya mi cortado. Pagué y me lo llevé a una mesa del rincón. La más discreta del local. Me acomodé y empecé a tomar el café. Me supo riquísimo. Esta no sería mi última visita a aquel bar. Entonces me dio por mirar a la pared del frente y me percaté de la existencia de un espejo y me ruboricé. En ese espejo había un chico, que me miraba a su través sonriente. Fijaba sus pupilas con rabia en las mías esperando el cruce de miradas que en ese instante se produjo y saltó la chispa. Bajé rápido la vista hacia mi cortado, sentí cierto corte, pero me gustaba al tiempo saberme perseguida por aquellos ojos. No me atrevía a volver a mirar al espejo. No sabía que me pasaba. ¿Por qué me sonreía ese chico? ¿Me habría visto algo más allá que los ojos... ? No, no podía ser, el espejo empezaba más arriba, intenté quitarme de encima los miedos... Volví a mirar al espejo. Ya no estaba allí. ¿Había sido imaginación? ¿parte de mi sueño?... No, la respuesta no se hizo esperar.



- Puedo sentarme contigo, preciosa? - me dijo un voz cálida muy cercana a mi oído.



Giré mi cabeza, sorprendida, le miré y era él. Era alto y fuerte, con una cara muy agradable, sentí confianza…. Vestía una gabardina azul abotonada y debajo debía llevar un traje de chaqueta... aunque eso sólo lo adivinaba yo... su mirada era... no sé cómo era! Yo no quería que pasara nada e iba a decirle que no, cuando escuché, como una espectadora, cómo mi propia voz le decía:



- Por supuesto.



Acerté justo a cruzar un poco mejor las piernas, ya que se estaba sentado delante de mí y me sentía desnuda frente a él. Le sonreí. Notaba cómo mi jugo hacía patinar mis piernas entre sí.

A partir de aquí todo sería borroso con respecto a mi sueño, pues casi no recordaba nada más, recuerdo haber despertado justo después de ese momento. Ahora me tocaba decidir a mi, era el momento de vivir la realidad... o continuar ese sueño....

De pronto me vino un miedo atroz, un miedo incontrolable….¿Pero que estaba haciendo?, estaba comportándome como una idiota, tonteando con un chico (bastante parecido al de mi sueño, aunque en realidad este era más guapo) y además yo estaba muy caliente con sentirle enfrente de mi observándome con tanto descaro, sin decir nada, solo mirándome. Yo tenía novio y no debía continuar con el juego, no quería seguir... no debía seguir, estaba tan confundida que no sabía en que podría acabar todo aquello, me puse nerviosa.



- Me tengo que ir - es lo único que alcancé a decir, mienntras me levantaba, cogía mi bolso y mi gabardina y salía despavorida de aquel bar, por miedo, por vergüenza, por precaución...



El pobre chico se debió quedar con una cara.... pero opté por lo que creía más correcto en ese momento, me sentía bien por haber tomado esa decisión y al mismo tiempo me arrepentía por no haberme quedado… era un lío en mi cabeza.

Mis pasos avanzaban decididos por la calle, aunque sin rumbo a ninguna parte, el sonido de mis tacones contra la acera retumbaba por todos lados y eso me gustaba, a partir de ese momento me sentía la dueña del mundo y notaba todas las miradas dirigidas a mi, parecía más bien ir caminando desnuda, esa era mi impresión, pero ya no me importaba, al contrario, disfrutaba sintiéndome observada... Luego giré en una esquina y

tomaba calle abajo dispuesta a dirigirme a ningún lado. Pasé junto a un edificio en construcción y me pareció notar que todo se paraba a mi paso... solo se oía "mira que rubia".... "tia buena"... "vaya piernas"... "voy a soñar contigo preciosa"...

Aquello me puso más cachonda de lo que estaba... seguí con mi paso firme y justo cuando estaba a una distancia prudencial miré hacia atrás y vi que en aquella obra todos los hombres seguían mi trayectoria sin perder detalle... "si supieran que no llevaba nada bajo la minifalda...", les sonreí, y con mi mano levanté ligeramente un costado de la minifalda para que alucinaran aún más con uno de los cachetes de mi culito desnudo y seguí caminando por aquella calle hasta desaparecer de su vista... no pude evitar una carcajada por la situación. Realmente estaba disfrutando como nunca con todo aquello.

Llegué a una parada de autobús y había dos hombres, el primero de unos cincuenta años leía un periódico y el otro de unos veinte estaba apoyado contra el cartel de la parada escuchando música con unos walkman. El joven fue el primero en advertir mi presencia en la parada y me hizo un chequeo exhaustivo de arriba a abajo, primero mi cara, luego fue bajando por mi top hasta llegar a la altura de mis tetas, donde se recreó al ver que mis pezones se marcaban bajo la tela, disfrutó con mi cintura al aire y el piercing de mi ombligo y sonrió de oreja a oreja al llegar a mis piernas que parecían más largas con aquella minifalda tan corta. Después el hombre del periódico me hizo otro chequeo y también pareció gustarle lo que vio, porque cerró el periódico de golpe y a partir de ese momento tan solo siguió mirándome. Yo le veía de reojo y disfrutaba sintiéndome observada por esos dos tipos.

Llegó el autobús a la parada y los dos hombres me cedieron el paso caballerosamente y un tercero que se incorporó a esa fila de "mirones" que tenía tras de mi y al que, por cierto, yo no había llegado a ver la cara, pero él seguro que no perdió detalle de mis piernas desde mi retaguardia. Sin embargo, no me importaba, incluso con el riesgo que había de que al subir las escaleras del bus la vista fuese más panorámica bajo mi minifalda y eso me excitó aun más, tanto que note de nuevo como mi chochito se empapaba y una gota se deslizaba por uno de mis muslos. Subí un peldaño, luego el otro sabiendo que la vista que ofrecía a ese nuevo desconocido era mayor de la esperada y volví la cabeza a un lado para ver cuál de los tres hombres era el más osado, ese que me seguía más de cerca y ese que al mismo tiempo tenía esa mejor visión de mi parte posterior. Al verle, me quedé petrificada... si era el chico del bar... no dije nada, no hice nada... solo le miré y le sonreí. Sin duda que él había terminado de alucinar pues su vista estaba fija en mi culo y su cara estaba más o menos a esa altura, luego tuvo que disfrutar a placer cuando permanecí unos segundos delante de él... recreándome, ofreciéndole lo más íntimo de mi… bajo aquella mini y el hecho de verme observada detenidamente por él me ponía irremediablemente cachonda.

El autobús estaba bastante lleno de gente y ese desconocido no perdió la oportunidad de situarse bien pegado a mi. Sus dedos jugueteaban en mi espalda, hasta llegar a mi cintura donde me acarició suavemente, su pecho se pegó a mi espalda y me susurró al oído:



- He visto que no llevas nada debajo de esa faldita y eso me vuelve loco.



Creo que me puse como un tomate, no sé si por el calor del autobús repleto de gente, por lo que me acaba de susurrar a pocos centímetros de mi oreja o porque esa frase me había encendido aún más...

Me separé de él, creí otra vez que eso no estaba bien, más aún sabiendo que él había visto más de lo debido bajo mi mini. Me abrí paso entre la gente hasta separarme de él, en el fondo estaba aterrada, pero al mismo tiempo con un calentón tremendo.

El autobús se fue vaciando poco a poco a medida que la gente se iba apeando en cada parada hasta quedar practicamente vacío. Tan solo dos o tres personas, ese desconocido y yo. Me senté en uno de los asientos que están pegados contra la pared del autobús frente a otra hilera de asientos en la otra parte del pasillo y en uno de los cuales, como suponía se sentó él, justo enfrente de mi. Me sonreía, y con la mirada parecía estar invitándome a que yo cambiara de postura y descruzara mis piernas. Dudé.... y al final como él y yo deseábamos, lo hice, las descrucé y las abrí ligeramente, no mucho, pero lo suficiente para hacerle disfrutar de una visión de mi chochin recortado y que a esas alturas estaba practicamente chorreando...

El chico se mordió un labio y mirándome a los ojos me sonreía. Yo le miré retadora... Le sostuve la mirada con descaro. Él, entonces desvió la mirada y observó cuidadosamente el entorno que nos rodeaba. Cruzó una pierna y pareció hundirse más en el asiento del autobús. Yo no sabía exactamente que es lo que estaba haciendo, pero algo preparaba...Al cabo de un ratito, puso la mano encima de la rodilla que tenía más levantada, la de la pierna que tenía cruzada encima de la otra. Sin soltar su rodilla descruzó las piernas. El brazo impedía que le vieran desde la parte delantera del autobús, que era donde estaban los pocos viajeros que quedaban. Yo me quedé alucinada, completamente embobada. El muy cabrón había sacado su polla de su prisión y apuntaba con ella el techo del autobús mientras me sonreía. Era un arma poderosa, gigantesca... aunque no podía medirla, tenía pinta de ser larga y bastante gruesa, al menos a mi me pareció una polla preciosa con un glande color púrpura que me llamaba.... Y yo deseaba por una parte tenerla dentro y por otra huír de allí, saltar, desaparecer. Quería asustarme por eso, gritar, hacer algo, pero... algo me lo impedía... estaba demasiado caliente para reaccionar... ¿Qué diría mi novio si me viera? Mi coñito, sin embargo, no tenía dudas, chorreaba cada vez más... Estaba cegada por mi propia excitación...

Cuando estaba sumida en este remolino de pensamientos, sin poder quitar la vista de aquella poderosa polla que parecía estar haciendo autostop, pidiéndome a gritos que algún coño amigo (el mío sin ir más lejos) la llevara consigo y la atrapara para no soltarla jamás, sonó de nuevo su voz suave y acogedora que me indicaba entre gestos... "Yo vivo cerca de la próxima parada" y acabando la frase se levantaba y se colocaba frente a mi agarrándose con una mano al posamanos del bus. Llevaba la gabardina, de forma que cuando se levantó, ésta le tapaba por los lados y nadie más podía verle, nadie excepto yo, que le tenía justo delante, dejando su lanza bien visible, frente a mi y sólo para mí. Al verla de más cerca me atrajo aún más... era sorprendente... estaba pidiéndome a gritos que me la comiera allí mismo... el movimiento que hacía ese magnífico miembro con los vaivenes del autobús, la hacían más atrayente y deseable...

No sé cómo ni porqué, pero en un acto reflejo me levanté yo también. Él se acercó a mí y me golpeó con su glande en mi tripita descubierta dejándome un rastro de su caliente líquido preseminal junto a mi ombligo. Yo creí desmayarme. "Ven acerquémonos a la puerta" dijo, mientras se abrochaba un botón de la gabardina y estiraba de mi mano hacia la puerta de atrás. El bajó un escalón hacia la puerta y se dio la vuelta hacia mí. Me tomó entre sus brazos y me acercó a él, mientras, de un diestro movimiento, soltó de nuevo el botón de su gabardina, ofreciéndome

nuevamente ante mi atenta mirada ese manjar duro que acababa de golpearme en la tripita segundos antes... mi chochito no dejaba de empaparse también...deseoso de recibir su premio... El chico me sonrió, me tomó por la cintura, apartó la gabardina, el tiempo justo, como para introducir su garrote entre mis piernas e intentar tocar con su punta mis húmedos e hinchados labios vaginales, algo que el vaivén del autobús no le permitían del todo... la sensación era tan extraña como rocambolesca y excitante: El glande de aquella hermosa polla intentaba acercase a mi a cada momento y yo no niego que intentaba ponérselo fácil, cuando esta se intentaba abrir paso bajo la minifalda... chocaba una y otra vez en mis muslos, rozaba mis ingles hasta que en uno de esos movimientos hizo un movimiento de atrás hacia delante hasta rozar mis hinchados labios, haciendo un largo en toda mi rajita, algo que nos hizo estremecer a los dos...

Apoyó sus labios cerca del lóbulo de mi oreja preguntándome si me había gustado, mi respuesta fue gráfica más que audible pues solo sonreí... luego él me explicaba pegado a mi oído que se había exhibido ante mí, porque le parecía justo que, después de haberme robado la visión maravillosa de mi culito por debajo de la minifalda, yo también pudiera contemplarle a él. Su voz sonaba en un susurro que parecía hipnotizarme. Yo le susurraba también que no, que dejásemos todo aquello, que me dejara pero estaba a punto de perder el sentido y me dejaba caer cada vez más en sus brazos, mis piernas flaqueaban. ¿Qué me pasaba ? Él me sostenía por la cintura para que no me cayera pero no parecía estar dispuesto a hacer mucho esfuerzo, porque, debido a mi falta de fuerzas, iba cayendo poco a poco hacia adelante hasta que, por suerte o por habilidad , la punta de su polla quedó ubicada debajo mi falda y completamente pegada a los mojados labios de mi coñito como pidiendo permiso de entrada en una puerta prohibida..... la presión que ejercía su polla sobre mis labios empezaba a ser lo suficientemente fuerte como para que mis labios empezaran a ceder y a abrirse poco a poco.

Increíblemente su glande chocaba a cada bote justo contra mi rajita como si de besos tiernos y húmedos se tratase. Nuestros fluídos se mezclaban a cada choque.

Yo le miraba como drogada. El gusto me invadía. Él sonreía. De pronto, el autobús saltó en un bache y sentí como la enorme cabeza de su miembro se abría paso a través de mis extralubricados e hinchados labios, que tragaron ansiosos su glande como si fuera un caramelo. Yo no pude reprimir un grito. Miré hacia los pasajeros y ellos me miraron. « Qué susto con el bache ! » fue lo único que acerté a decir en alto con una mueca de sonrisa en la boca. No parecieron percatarse de lo que realmente ocurría entre nosotros... Así, como estábamos, nos quedamos, pegados el uno al otro y con la puntita de su polla ligeramente introducida en mi coño.



- Sabes que me has empapado hasta los huevos? – me dijo él en un susurro.

- Lo siento – dije yo, sin saber muy bien qué oía y qué decía.

- Qué sientes ? – me dijo sonriendo mientras me regalaba una pequeña embestida con un casi imperceptible movimiento pélvico, haciéndome entrar unos centímetros más de carne dentro de mi.

- No sé – dije yo mientras cerraba los ojos y me entregaba a sus brazos tambaleándome.



De repente, la sacó de mí. Yo le miré confusa. Sentía un gran vacío que necesitaba ser inmediatamente llenado. Sólo me había introducido la cabeza de su polla durante unos segundos y yo la echaba de menos tanto que una lágrima corrió por mi mejilla. Mi sexo estaba palpitante, como un alma en pena que se ha quedado sin lo que más quería.



-No seas tonta, ya hemos llegado, está es mi parada, nuestra parada – me dijo mientras me daba un beso en la mejilla y con su lengua recogía mi lágrima – Qué rica sabe, me pregunto si el resto de los jugos que destilas saben tan bien – y me guiñó un ojo sonriendo.



Yo me comportaba como una drogadicta que estuviera sufriendo los efectos del síndrome de abstinencia. Le seguía como en una nube, sin fijarme en la gente, ni en la calle, ni en las tiendas, ansiosa, ansiosa de

recibir mi dosis, mi dosis de sexo. Definitivamente, mi jugo vaginal había empezado a asomarse por debajo de mi minifalda.



-Ya hemos llegado, aquí es donde vivo. – dijo mientras sacaba las llaves y abría la puerta – vivo en el último así que mejor cogemos el ascensor.



Yo afirmaba con la cabeza sin decir palabra. Mi boca estaba seca. Entramos en el ascensor y el se percató de los jugos vaginales que me chorreaban por la entrepierna. Pulsó el último botón, era el quince. Con su mano me acarició la entrepierna. Luego se llevó la mano a la boca y dijo:



-Sí, definitivamente todo lo que destilas es sabroso, sabroso, quiero comerte aquí mismo.



Se agachó y metió su cabeza entre mis piernas y comenzó a besarme los muslos y a acariciarme las piernas con sus manos, acercándose a mi culo y a mi chochito, pero nunca tocándolos. Yo movía mi pélvis, cada vez que se acercaba a las zonas, en las que yo deseaba ser tocada y besada, pero él no quería. Ya ibamos por el piso 14 cuando me remangó la falda y me dijo que no me tocara, que no intentara subirmela. Que si lo hacía así, sabría que estaba madura, preparada para lo que iba a pasar. Yo intenté negarme pero él me dijo que si me bajaba la falda, me podía quedar en el ascensor y volver a bajar. Llegamos al piso 15. Él salió y yo me quedé en el ascensor un rato, sin saber qué hacer. Dudé unos segundos e incluso pensé en largarme de allí en ese momento... Oí cómo abría la puerta y esperaba unos segundos. Oí de nuevo cómo se cerraba su puerta. Entonces salí yo y llamé a la puerta que creía la suya. Tardó 2 minutos que se me hicieron eternos en abrirme, al final apareció él.

Estaba completamente desnudo. Tenía un cuerpo perfecto, precioso, igual que su poderosa polla.



-Tengo planes para los dos – me dijo mientras me desnudaba por completo y desaparecía.



Yo anduve curioseando por el piso. Estaba en pelotas, con una calentura descomunal en el piso de un tipo que no conocía, bueno que no conocía del todo, pues ya había probado algo de él que no podía dejar de disfrutar...

El piso era enorme, con ventanas gigantescas. En el salón una de las paredes era de cristal, la que daba a la terraza, de unos 50 metros cuadrados, en donde había tumbonas, hamacas y sombrillas. Se ve que él solía salir ahí a tomar el sol.



-Vamos, que hace un día precioso, ¿no crees ? – me dijo mientras me tendía la mano.



Estaba completamente nublado, pero hacía calor. Yo le seguí. Él me guió hasta la terraza.



- Pretendes que salga desnuda a la terraza? – pregunté incrédula y asustada.

- Sí, o acaso no has llegado desnuda a esta casa? O acaso no estabas desnuda en el autobús? O acaso no has entrado desnuda en el bar? Vamos! Lo estás deseando! Yo lo sé y sé que tú también lo sabes!



Tenía razón. Yo estaba totalmente en celo. Bajé la cabeza como con resignación y salí a la terraza y me tumbe acurrucada en una tumbona, como queriendo taparme de posibles miradas ajenas.



-No ves que es el edificio más alto de las cercanías? Nadie nos puede ver! Desinhíbete y disfruta – dijo. Luego miró al cielo y añadió extendiendo los brazos – si no me equivoco, hoy vas a vivir algo único.



Me tumbó en la tumbona y abrió mis piernas y mis brazos. Pasó su mano frotando mi sexo y se la volvió a llevar a la boca.



-Relájate y disfruta, preciosa! Ahora te voy a comer el chochito hasta que empiece a llover.



Se agachó entre mis piernas y después de estar unos segundos observando mi coñito, empezó a lamerlo haciéndome gozar con una mamada magistral. Yo no acertaba a correrme porque no estaba completamente relajada. No lograba quitarme de la cabeza la idea de que nos podían ver.

Entonces sucedió. En pocos minutos el cielo se obscureció hasta hacerse casi de noche y empezaron a caer gotas de lluvia, pocas pero grandes, que me hacían estremecerme en un escalofrío cada vez que golpeaban mi cuerpo ardiente. No sé si fue porque la escasa luz que había me tranquilizó o porque me sentía protegida por la lluvia de miradas indiscretas, pero parecí relajarme y, por fin, sus maravillosas lamidas sobre mi sexo empezaron a hacer efecto. Me estaba empezando a correr, sentía el orgasmo cercano. Pero él paró en seco.



- Ya te dije que te lo iba a comer hasta que empezara a llover – me dijo con una sonrisa triunfal en la boca.



Yo estaba con los ojos entreabiertos en un estado entre el orgasmo y la consciencia, un estado en el que, por acto reflejo movía mi pelvis, en un intento de alcanzar ese orgasmo que estaba ahí, tan cerca. Su cuerpo se separó del mío y yo cerré mis ojos intentando ser sorprendida de nuevo...

Entonces lo hizo. Me penetró bruscamente. Sí, su poderosa y grandiosa polla estaba dentro de mi. Yo abrí los ojos y le vi, mientras su herramienta parecía querer desgarrarme. Miré como ese tronco estaba totalmente enterrado en mi interior. Él sonreía tiernamente. La lluvia nos golpeaba ya sin piedad, haciéndome sentir una serie de placenteros escalofríos que hacían que mi orgasmo se acercara aún más. Yo le agarré de la espalda y le clavé mis uñas, arañándole. En dos embestidas, comenzó el orgasmo, el mayor orgasmo que recuerdo. Fue tan brutal que grité como una loca, coincidiendo mi grito con un relámpago de la tormenta, que terminó con el trueno ensordecedor, que ni con su fuerza fue capaz de callar mi grito.

Me quedé exhausta después de ese prolongado orgasmo y de pronto él se levantó de encima de mi, sin apenas dejarme probar ese dulce éxtasis... no quería que se fuera, no podía irse, le necesitaba encima de mi...yo quería que me follase una y otra vez... sin embargo, quería hacerme rabiar... cualquier tío no hubiera podido aguantar sin haber terminado de correrse dentro de mi, pero él era un artista y sabía dar gusto a una chica hasta saciarla por completo, sabía cómo despertar sus más perversos instintos y sobre todo sabía hacerla desear... con toda la pasión, lujuria, desenfreno y pecado.

Mi coñito ardía y yo deseaba seguir teniendo esa cosa tan dura dentro de mi, tanto, tanto, que no me importaba nada más....



- Vuelve, por favor... métemela otra vez... – le suplicaba.



Yo estaba echada en la tumbona y él permanecía de pie sonriendo y con esa polla balanceándose una y otra vez tan cerca de mi que no podía evitar seguirla hipnotizada, seguía erecta, dura, imponente... Luego me hizo una seña con su mano me invitó levantarme de la tumbona extendiendo su mano:



- Ven, te vas calar por fuera tanto como por dentro...



Le dí la mano y los dos desnudos corrimos bajo la lluvia que caía con fuerza en aquella enorme terraza. Me llevó hasta su habitación, me colocó frente a la cama y él se colocó tras de mi, muy pegado a mi, su piel mojada se pegaba a mi piel.



- ¿Qué te ha parecido? – me preguntó.

- Ha sido genial… - respondí.

- Pues eso solo es el principio...



Me dió un pequeño mordisco en el cuello y con sus manos masajeó mis tetas y pellizcó mis pezones. Luego su mano derecha fue bajando por mi cintura hasta llegar a mi chochito, me rozó ligeramente los labios con sus dedos y luego introdujo uno en mi vagina, mientras su cuerpo se pegaba aún más a mi por detrás. Notaba su polla en mi espalda, todavía tan dura como al principio, estaba deseando volverla a tener dentro de mi... sin embargo él lo alargaba, quería que yo se lo pidiera a gritos. En esa posición y cuando su lengua recorría mi espalda noté como me ataba las manos a la espalda con un pañuelo suave que parecía de seda.



- ¿Te aprieta? - me preguntó.

- No... pero.... ¿que haces?...

- No te preocupes, no te haré daño...



Luego se separó ligeramente de mí y la punta de su enorme polla rozaba mis dedos atados a mi espalda, con los que yo intentaba atraparla... hasta ese momento no había caído en la cuenta de que no la había tocado con mis manos y realmente deseaba hacerlo y él lo sabía. Me sujetaba por los hombros y volvía a pasarla por mis manos atadas que desesperadamente se revolvían queriendo agarrarla en vano una y otra vez.

Me dió la vuelta. Me colocó de rodillas y su verga quedó a la altura de mi boca... entonces pensé que era el momento de comérsela, pero él seguía torturándome,haciéndome rabiar, volviéndome loca. Aquel glande volvía a estar tan cerca de mi que me sentía hipnotizaba mientras se tambaleaba a la altura de mi cara... sin embargo no podía tocarlo pues mis manos permanecían atadas a mi espalda. Se acercó más a mi y puso su polla pegada a mi mejilla derecha golpeándome ligeramente. Mi lengua intentaba alcanzarla con desesperación, pero él muy rápido de reflejos me agarraba por el pelo impidiéndolo.



- ¿Te gusta?.... - me decía sonriéndome.

- La quiero... la quiero en mi boca... dámela....



Él reía, disfrutaba con mi desesperación... Volvía a mi otra mejilla sin soltarme el pelo pues sabía que si se descuidaba mi lengua y mi boca podrían atrapar aquella hermosa polla. Luego apoyó su glande en mi frente, tenía en mi cara ese enorme tronco y él soltaba suavemente mi pelo para dejar que con mi lengua llegara a sus huevos y empezara a chupárselos... Los tenía depilados y era muy rico probarlos y saborearlos por fin... por primera vez. Primero chupaba uno, luego el otro hasta que él me dejo metérmelos en la boca.... Cerró los ojos pues eso le hizo tambalearse, sin embargo no cayó en la trampa, pues se separó de nuevo para no perder el control de la situación.

Sonrió de nuevo. Luego se fue aproximando de nuevo a mí. Aquella polla se acercaba lentamente a mi cara, tenía el glande a pocos centímetros de mi boca... saqué la lengua intentando llegar, pero él volvía a sujetarme por el pelo y a impedírmelo. Agarró su verga con la mano y me golpeaba suavemente en los labios, haciéndome rabiar, pues no permitía que la tocara con la lengua, algo que yo deseaba con todo mi ser... Mi boca se abría e intentaba alcanzar su objetivo cada vez que su daga rozaba mis labios... Mi cuello se estiraba una y otra vez y él apoyaba la punta en mis labios hasta dejar llegar lo justo a mi lengua y entrar en contacto con tan preciado regalo, aunque solo fuera unos segundos.

Mi cabeza se tensaba, deseaba meterla en mi boca, quería tenerla dentro... primero en mi boca y luego de nuevo en mi coñito chorreante...apenas la había tenido unos segundos dentro de mi chochito y estaba como loca por volverla a tener pero por más tiempo... y sentirla plenamente, su dureza, su grandeza, su poder dentro de mi...



De pronto, en una de esas desesperadas intentonas por mi parte en llegar con mis labios o mi lengua a su glande, me pilló desprevenida, soltó mi pelo y aquel enorme falo se introdujo de golpe en mi boca, toda su longitud atravesó mi garganta y tuve que retirarme para no atragantarme, pero urgentemente volví a atraparla entre mis labios temerosa de que volviera a escaparse. Comencé a chupar y a chupar sin parar esa polla tan deseada, desde la punta hasta el final, hasta el fondo... qué rica, qué deliciosa me sabía... El ruido de mi succión era lo único que se oía en la habitación tan solo apagado ligeramente por la lluvia que chocaba contra los cristales...

Le miré a los ojos y el los cerraba y gemía, algo que me encantaba, me veía con el control y creía tenerle en mis redes a pesar de ser yo la que estaba atada... Pero, lejos de mi intención.... volvío a sacarla de mi boca tan rápido como había entrado... soltando él un pequeño quejido, yo un leve suspiro y entre los dos un cordoncito de saliva desde mis labios hasta la punta de su gigantesco miembro, yo sabía que a él esa maniobra no le había resultado fácil... pues cuando hago una mamada la hago a conciencia...y ninguno se me ha escapado hasta ahora, salvo él, que dominaba del todo la situación.



- Noooooo !!!! - grité como una posesa cuando me quitó su polla de mi boca.



Volvió a sonreir y me tenía totalmente atrapada... yo seguía de rodillas, él de pie, frente a mí y esperando su siguiente movimiento, que esperaba que fuera sólo uno.... su polla, su magnífica polla, esa que se balanceaba frente a mi retadora, era la que deseaba tener dentro de mi. ¿cuál sería su próxima jugada?

Él entonces desapareció de la habitación y volvió enseguida con un capuchón de seda negra. Con éste me tapó la cara. Yo me dejé hacer aunque con cierto temor...

Era una capucha que dejaba la boca al descubierto y dejaba respirar también por la nariz pero lo suficiente para que yo no viera absolutamente nada. Su tacto era suave, casi acariciaba y se notaba un calorcito agradable. Yo estaba sentada en una cama, completamente desnuda con las manos atadas a la espalda y sin poder ver nada de nada, totalmente vulnerable a cualquier ocurrencia que aquel extraño pudiera tener, creo que la curiosidad, el deseo y la pasión que me habían llevado hasta allí borraban otros miedos. Abrí la boca para espaciar mis respiraciones y poder oír mejor e intentar adivinar dónde estaba mi deseado carcelero, mi ansiado amante. Oí un click a mi derecha. Dí un respingo. Qué había sido eso? De repente, empezó a escucharse una agradable música suave. Había sido que había encendido el aparato de música. Respiré aliviada.



- Tienes hambre? – preguntó un susurro junto a mi oreja – espero que sí y que seas golosa – me dijo, después me pareció escuchar sus pasos hacia la puerta y cómo en unos segundos volvían a la habitación.



Me desató las manos de la espalda, su voz volvió a dejarse oir susurrante y agradable en mi oído:



- No te quites la capucha ¿ok? Si no se acaba el juego...



El volumen de la música subió. Yo ya no podía saber ni dónde se encontraba el dueño de esa polla que yo quería inmediatamente dentro de mí. Yo empecé a pensar y a imaginar..."ahora vendrá, se colocará entre mis piernas y me insertará de un golpe su enorme tranca, tal y como lo hizo en la terraza..." Noté un golpecito en mi cara. Era su polla. Me giré para atraparla pero ya no estaba. Su voz me llamaba desde el otro lado de la cama, yo gateé por encima de ésta y recibí otro pollazo en la cara, fue una sorpresa y un susto, algo raro, pero divertido y excitante a la vez. De pronto, un azote en el culo. El muy cabrón era rápido y se estaba divirtiendo con mi calentura. Me tenía a su merced...



Yo tenía ganas de llorar, buscaba en vano tocar su cuerpo y especialmente esa polla que tenía gravada a fuego en mi mente, estiraba y estiraba las manos en su busca pero sin éxito. Empecé a hacer pucheros víctima de mi desesperación.



- Está bien, está bien… No llores ! – me dijo mientras con sus fuertes brazos me hizo tumbarme en la cama. Mi respiración se agitaba ante su nueva jugada, oí cómo trasteaba en un cajón, y lo siguiente fue sentir en mis muñecas el frío de unas esposas que me sostenían a la cabecera de la cama y como otras hacían lo propio en mis pies.



Ahora sí que estaba vulnerable. Abierta de brazos y piernas, con la cabeza tapada por aquel capuchón y ante un tipo que acababa de conocer minutos antes... Ese tío podía degollarme si quería y yo no sabía ni cómo se llamaba. Pero algo sonaba en la habitación. Era como un spray.



- Toma! Come!



Efectivamente era un spray, de nata. Se había rociado su enorme polla con el spray y a mí me tocaba ahora comerla. Qué rica! Me golpeaba con ella en la cara y yo lamía y tragaba intentando que no se me escapara de nuevo. De pronto se alejaba y me pasaba la lengua por la cara y el capuchón para lamer los restos de nata que, con los pollazos recibidos, quedaban en mi cara. Me limpiaba con gusto y con pasión, hasta que acercaba su lengua a mi boca y nos fundíamos en un beso húmedo y largo, que él cortaba bruscamente para introducirme sus testículos en la boca. Los tenía grandes y duros. Se notaban bien cargaditos de esperma. Cómo podía haber evitado correrse antes en la terraza, ante una chica que se le había puesto tan a tiro... Tenía los huevos llenos y los podía haber descargado con ganas dentro de mi, sin embargo se estaba reservando... a pesar de eso, daba la talla como nadie. Era un follador nato y un amante perfecto.



- Ya has acabado la nata. Se ve que tenías hambre, ¿eh? – dijo con tono jocoso – ahora me toca a mí, bonita.



Dicho y hecho, noté cómo el spray sonaba y un frescor invadía mi sexo. Con su mano apretó mi sexo, haciéndome gritar de gusto ya que no me lo esperaba. Aprovechó el grito para poner su mano en mi boca y hacerme lamer la nata que tenía en su mano.



- Relájate y disfruta, mi pequeña gata en celo!



Sonó otro click y empezó. Qué maravilla! Empecé a sentir cómo una lengua ávida se alimentaba de la nata que acariciaba mi sexo, me la robaba a mordiscos y chupetones, que me arrancaban prolongados suspiros. Ya me había olvidado del click que había sonado. Yo me intentaba mover, pero no podía, estaba atada de pies y manos y eso me excitaba aún más. Qué diferente podía resultar una mamada de otra, transcurridos unos minutos. Se me hacía tan diferente y tan rica o más que la anterior! ¿Sería porque estaba relajada? Se me hacía tan distinto..., aunque igualmente placentero. En pocos segundos alcanzaría mi segundo orgasmo. A este paso me iba a dejar tan exhausta que necesitaría tragar hasta la última gota de su semen cuando se corriera para recuperar algunas fuerzas.

Con sus manos capturó mis pechos, mientras seguía lamiendo y lamiendo mi caliente sexo, acercándome a cada segundo más y más a ese siguiente orgasmo que yo ya casi podía oler. Me movía compulsivamente. Movía mi cintura arriba y abajo e intentaba en vano con mis manos alcanzar la cabeza de mi amante para aprisionarla contra mi coño.

Soltó una de mis tetas con una de las manos y bajó hasta mi sexo. Me introdujo uno, dos y hasta tres dedos en el coñito. Yo empezaba ya a gritar, a pesar de que todavía el orgasmo no estaba ahí, aunque sí muy cerca. Sacó sus dedos de mi coño y lo hizo, hizo algo que yo no esperaba. Metió su dedo gordo en mi chochito y su índice en mi culo, aprovechando que con mi proprio jugo se había lubricado los dedos. Mientras tanto, con su boca aprisionaba mi clítorix succionándolo fuertemente. Y yo grité. Esta vez, el orgasmo sí que estaba ahí.... de lleno.... intenso.... Era maravilloso.... bestial !!!! Mi amante no soltó mi clítorix ni un segundo durante mi eterna corrida, durante la cual no dejó de meter y sacar los dedos de mi coño y de mi culo. Fue tan intenso que medio perdí la consciencia.

Tenía la venda en los ojos pero parecía poder ver con toda claridad cómo mi amante se levantaba. Estaba ida. Nunca en mi vida había sentido tanto placer como en esta ocasión. El placer me estaba siendo proporcionado por un desconocido, del que no sabía ni cómo se llamaba, y eso me hacía sentir como una zorra, como una auténtica perra en celo. Mi novio estaría ahora trabajando, creyéndome en la cama o en casa viendo la tele o quizás de compras. Qué equivocado estaba! Su novia, a la que tan prudente y fiel confiaba, estaba poniéndole los cuernos con todas las ganas y ante un amante desconocido e inimitable... Si, ahí estaba yo, en la casa de aquel extraño recibiendo más placer en un día del que había recibido en toda mi vida y lo que más me intranquilizaba era que la cosa no había hecho más que empezar. Mi amante sólo me había dejado lametearle un poco su lanza y me la había clavado unos segundos, como intentando comprobar si estaba preparada. Estaba preparada?

Sonó el spray de nuevo y yo tragué saliba, preparándome para volver a lamer y tragar. Y así lo hice. Su polla se había enfriado algo, aunque seguía dura como siempre. De repente me dejó con la miel en los labios. Qué iba a pasar ahora ?

Boté un par de veces, noté su peso sobre la cama, mi culo se hundía en el colchón, ese « desconocido » se encontraba por fin entre mis piernas. Suspiré temerosa. De pronto lo noté, increiblemente rápido me había clavado su tranca hasta dentro y se había tumbado encima de mí. Su polla se notaba fría y me imaginé al notarla así que se habría puesto un preservativo. Su cuerpo se estiró encima del mío. Qué piel más suave tenía, ahora percíbia todo de otra manera, con otra intensidad! Así tumbada, con él encima, me parecía más pequeño, más delicado, Qué tontería!

Empezó a moverse como si estuviera en trance, salvajemente, mientras con sus manos acariciaba mi cuerpo, mis brazos. Pesaba mucho y eso me hacía sentirme protegida. Me estaba dando con ganas, como si le moviera una fuerza extraña, ajena a él.

Yo estaba en éxtasis. Después de la segunda mamada, había llegado a un estado de casi permanente orgasmo. Me había dejado el clítorix tan hinchado, que casi el roce con el aire me daba placer y no era precisamente el aire lo que me rozaba ahora. Yo gritaba a cada embestida y pedía más. No sé cuántos orgasmos tuve. Unos cuatro más? No lo sé, era difícil percibir cuándo terminaba uno y empezaba el siguiente. Digamos que tuve un orgasmo contínuo, mientras aquel desconocido me poseía, me hacía suya. Aquel sujeto había logrado descifrar mi secreto con sólo una mirada a través de un espejo, sabía lo que me gustaba, sabía cómo me gustaba y tenía lo necesario para dármelo, nunca me había sucedido nada parecido...

Pasó el tiempo, calculo, como una hora hasta que por fin escuché sus gritos. Se había levantado. Me había quitado su peso de encima y embestía como una bestia, tan fuerte que me arrastraba hacia la cabecera de la cama con cada empellón, tenía una resistencia tremenda y todavía no había eyaculado. Las esposas de los pies tiraban de mi piel y me hacían algo de daño, un daño que, curiosamente, me hacía disfrutar. Con sus sacudidas empecé yo también a tener otro orgasmo, el último de aquella mañana.

Cuando terminó, al fin, de correrse, cayó con todo su peso sobre mí. Respirábamos agitados, no lograba oír su respiración, aunque la sentía contra mi pecho. De repente, se levantó y se fue. Definitivamente había usado preservativo, nada chorreaba de mi coño más que mis propios jugos, que manaban como una fuente.

Al cabo de unos minutos, volvió, se oyó el click dos veces, la música cesó, me quitó el capuchón y me desató. La luz me deslumbraba pero a pesar de ello, le pude ver erguido junto a la cama, con su polla saciada, medio flácida, medio dura todavía. Había sido todo como un sueño, así empezó, como un sueño y acabó como tal...aunque todo real, increíblemente real...

Me incorporé y no pude evitar dar un beso a aquella maravilla que tanto placer me había proporcionado. Su polla reaccionó de inmediato y se puso dura como antes. Yo quería un recuerdo de aquello. Él no me había dejado su esperma en mi chochito, algo que yo había esperado anhelante, sin embargo, yo en parte lo agradecía, porque así yo misma le robaría su sémen y me lo llevaría dentro, muy dentro de mi garganta. Comencé a hacerle una mamada que debía ser magnífica porque enseguida él comenzó a mover su cintura y puso sus manos en mi nuca, como para que no escapara. Qué tonto! No pensaba escapar, me comería con ganas eso que tanto gusto me había dado... chupé, chupé y chupé sin descanso, mientras él adelantaba su pelvis a cada embestida como si me estuviera follando por la boca...

Yo sacaba su polla de mi boca para descansar un momento y admirarla, me gustaba observarla detenidamente, tan grande, con una piel suave, un glande prominente y unas venas marcadas que parecía iban a reventar... me escupía en la mano y se la machacaba hasta que la saliba se había evaporado, le pajeaba despacio cuando sus grandes ojos se clavaban en los míos y deprisa cuando los suyos se cerraban y entonces, volvía a tragarme entera esa preciosidad. Le lamía los huevos y el tronco, rodeaba su glande con mi lengua, mientras con mis uñas acariciaba su culo. Unos minutos más tarde, él estaba ya fuera de control. Su orgasmo estaba cerca y yo me preparaba para no desperdiciar ni una gotita de su preciado semen. Estaba a punto, podía notarlo, esperaba una cascada tremenda...

Me agarró de la nuca y me apretó contra él. Me metió su enorme polla hasta la garganta y ahí sentí su primer espasmo. Le clavé las uñas de una mano en el culo y le arañé, mientras me llenaba la garganta de esperma y con la otra le acariciaba los testículos, que se iban vaciando con cada sacudida. Parecía mentira que pudiera echar tanta leche recién corrido. Mejor para mí que volvía a tener hambre... tragué sin descanso los muchos chorros que depositó dentro de mi boca.



Todo acabó, me metí en la bañera y él me observaba sentado en el borde como me enjabonaba, disfrutaba viendo mi desnudez y yo la suya...



Era muy tarde. Me iba a vestir con el pantalón, sujetador, bragas, tal y como había salido de casa. Pero él no me dejó.



- ¿Qué van a pensar los vecinos que te hayan visto entrar a mi casa con la minifalda remangada y sin bragas, si sales de otra guisa? Van a pensar que hemos hecho alguna cochinada, ¿no? De esta casa saldrás como has entrado, ¿está claro?

- De acuerdo – le dije sonriendo y obedeciendo como una niña buena me vestí como había entrado con mi top y mi diminuta minifalda.



Estabamos en el salón tomando una copa y charlando tranquilamente. Ya me había enterado por fin cómo se llamaba, su nombre era Saeta. Yo le dije el mío y conversamos muy cómodos, muy relajados, cuando de repente sonó la puerta, alguien entraba. Yo boté literalmente hasta ponerme de pie de un salto. Él ni se inmutó.



- Tranquila bonita, será mi novia.



Yo me volví a sentar en el sofá, aunque algo intranquila y nerviosa. ¿Qué pensaría ella al encontrarme ahí con su novio? No me gustaba la situación, ciertamente me incomodaba. Apuré mi bebida para irme en cuanto me fuera posible.



- Hola, ¿hay alguien en casa? – preguntó una voz de mujer.

- Aquí estamos, preciosa ! – contestó mi amante.



En unos segundos apareció una rubia despampanante por la puerta del salón, cargada de bolsas de compra.



- Hola - dijo con naturalidad al verme

- Pero, ¿cómo vienes tan cargada y no llamas?... Desde luego… - le dijo Saeta.

- Bah ! Vengo en coche, como siempre y he tenido que llevar el peso del coche al ascensor y del ascensor aquí. Pero... ¡Saeta!, no me has presentado, ¿quién es esta monadita? – dijo sonriendo mientras me miraba.

- Se llama Lydia - dijo él presentándonos– Lydia, mmi novia, Astrid... Astrid, Lydia.



Nos dimos la mano y un par de besos.



- Encantada – dijo ella.

- El gusto es mío – dije yo – aunque casi diría yo que ya te conocía, porque Saeta habla tanto de ti… - dije por cumplir, aunque, de alguna manera, la mujer se me hacía familiar y no sabía exactamente de qué.

- ¿Sí? ¿Te ha hablado de mí? – preguntó burlona mirando a Saeta.

- Claro! – dije yo – Bueno, la verdad es que nos estábamos despidiendo, porque me tengo que ir, que llego ya casi tarde.

- Pues te llevo a donde quieras – se ofreció ella.

- Una idea estupenda – corroboró él - vete bajando al garaje y saca el coche que Lydia baja ahora mismo, ¿vale, cariñito? – le propuso mientras le daba un besito tierno en los labios.

- Pero, no os molesteis. - les decía yo intranquila.

- Si no es molestia, tontorrona – dijo ella sin dejar de sonreir – Ah! Por cierto, Saeta, mete eso en el frigo, ¿vale? Que si no se va a poner malo.



Y se fueron los dos. Ella se dirigió al garage y él a la cocina. Me quedé en el salón, de pie junto al sofá de una casa desconocida, de una pareja desconocida y en una situación tan extraña que yo misma me era desconocida.... Entonces Saeta volvió al salón, y me entregó una cinta de vídeo:



- ¡Toma! Para que la veas en casa con tu novio! Te va a encantar... ¡Ya verás!... Y, ahora ¡ven aqui! – dijo sentándose en el sofa y haciendo señas con las manos para que me acercara.





No sabía muy bien que otra cosa se proponía pero yo no preguntaba, no dudaba, solo obedecía sin rechistar...



- Quiero que leas esto que te voy a escribir aquí cuando hayas visto la cinta, ¿vale? – indicó mientras me giraba por la cintura y levantándome la falda me escribía algo con un rotulador en uno de los mofletes del culo – te lo escribo al revés para que lo puedas leer con un espejo. Y ahora, ¡vete! Que te estará esperando mi chica.



Me acompañó a la puerta y, cuando yo iba a salir, me dijo:



- ¿Así no has entrado a esta casa, verdad?

- No, pero…

- ¡Ni peros, ni nada ! – me dijo sonriendo – arriba esa falda!



Así lo hice. Llamé al ascensor, que tardó muchísmo en llegar hasta el piso quince desde el garaje. Se me hizo una eternidad. Él estaba conmigo, a mi lado. Yo volvía a estar húmeda. Cómo lo hacía para sacar a la cachonda que había en mí? Por fin, monté en el ascensor y él me despidió con un largo beso húmedo y un tortacito en el culo y diciéndome:



- Cuando llegues abajo te estiras la falda ¿eh?, no quiero que Astrid te vea así.



Pulsé el botón del garaje, se cerró la puerta y comencé a bajar. Como él me había dicho, me bajé la falda en el bajo y, cuando salí del ascensor, ahí estaba Astrid con el coche esperándome en la puerta.

Yo me senté en el asiento del copiloto. Qué vergüenza! Si se fijaba vería que no llevaba nada debajo.... Y efectivamente se fijó, era inevitable, pues al sentarme la falda se subió dejando ver claramente que no llevaba ropa interior.

No me dijo nada. Posiblemente tendría bronca con su novio al volver. Sin embargo, conmigo se portó muy amablemente, halagando mi belleza, como sólo otra belleza puede hacer. El camino se me hizo muy breve. En poco tiempo habíamos llegado al lugar de trabajo de mi novio. Tendríamos que esperar un par de minutitos y saldría. Entretanto seguíamos charlando como buenas amigas, como si nos conociéramos de toda la vida. Era muy fácil charlar con Astrid. Era una chica que inspiraba confianza y con la que una se sentía cómoda, la conversación era tan amena que el tiempo parecía volar. No pareció haber pasado ni medio minuto cuando mi novio apareció junto a la puerta del coche.



- Vaya, vaya! ¡Qué sorpresa! Vienen a buscarme dos increíbles rubias... ! ¡Qué suerte! – dijo mi novio, que estaba de muy buen humor, como siempre cuando salía de trabajar



Yo le sonreí aunque me sentía algo cohibida, en el fondo de mi corazón me resaltaba un sentimiento de culpa que no podía disimular....



- Sí, se me había hecho un poco tarde y se ha ofrecido para traerme y recogerte.... Bueno os presento. Astrid, él es Roberto... Roberto, Astrid. – y se dieron un par de besos.

- Encantada. - dijo ella.

- El encantado soy yo – dijo Roberto mientras me guiñaba un ojo bromeando. – Bueno, ¿vamos? ¡Tengo hambre!



Y salimos rumbo a casa. Llegamos enseguida. El tiempo volaba con aquella preciosa mujer. Era una compañía tan amena y agradable que la invitamos a subir a tomar un aperitivo, pero ella rehusó, alegando que su novio esperaba. Nos despedimos, deseando vernos de nuevo. Gracias a la compañía de la imponente Astrid, mi novio no se percató de la indumentaria que yo llevaba y la que no llevaba. Nada más llegar a casa me metí en mi cuarto y me puse una tanguita y ropa de estar en casa, con lo que ya no podía descubrirme o sospechar nada...

Comímos mientras charlabamos de Astrid. Evidentemente yo no le podía hablar de Saeta, ¿no?, aunque casi estaba deseándolo, había sido todo tan fantástico, que era dificil de olvidar.

Yo no dejaba de darle vueltas a la cabeza y lo de la cinta me tenía tan intrigada que casi no comí. Y por cierto ¿qué me habría escrito el sinvergüenza en el culo ?



- Que guapa es tu amiga Astrid, ¿como no me la habías presentado antes?... - me preguntó Roberto.

- Ya ves, ¿te gusta? Es guapa ¿verdad?.

- Sí, pero, ¡no tanto como tú! - me contestó.



Terminamos de comer y mientras yo fregaba él secaba los platos mientras seguíamos hablando de Astrid. Luego fuimos al salón, donde encendí la tele y puse el vídeo. Dudé por un momento ya que no sabía lo que contenía la cinta, pero la intriga me pudo y recordando las palabras de Saeta "Para que la veas en casa con tu novio..." asi que pensé que no podría ser nada comprometedor...



- Mira lo que me han dado para que vea contigo – dije sonriendo nerviosa.

- Quién?

- Tú calla y mira – y me senté junto a él.



El corazón me dio un vuelco. ¿Qué era aquello? Era el polvo que había echado con Saeta por la mañana. El muy cabrón lo había grabado todo en vídeo. Ahora entendía lo que habían sido esos clicks que había oído. Encima parecía que las cosas habían sido distintas a como yo había creído y sentido.

Estaba grabado desde la mamada que me había hecho en mi coñito sobre la cama de su cuarto, cuando yo estaba atada y ciega. Pero... ¡era increíble! No era él quien me había comido el coño, sino ella.... Había sido Astrid, su novia.



- Joder con Astrid! – exclamó Roberto que tenía ya una erección más que palpable bajo su pantalón.



Ahora entendía lo del capuchón. Así no veía quién me hacía qué y encima no me reconocerían. A pesar del miedo atroz que había sentido nada más comenzar la película, me sentí mucho más relajada al sentirme desconocida en las imágenes, por lo menos para mi novio, ya que yo me reconocía claramente. Me empezaba a gustar la cinta. Saber que estaba con mi novio viendo una peli en la me follaban hasta dejarme exhausta... sin que mi novio se enterara de nada y creyendo que mi "supuesta" amiga Astrid lo estaba hacíendo con otra, me estaba poniendo a cien y a él parecía que también.

Ahora, al verlo, caía en la cuenta de porqué se me había hecho tan diferente la segunda mamada de la de la terraza. ¡Pero, Dios! ¡Qué bien lo hacían los dos!

Ahora veía cómo me metía los dedos y cómo los sacaba y me penetraba el coño y el culo y cómo me corría.



- Desde luego, lo hace bien la tía esta, ¿eh? – me dijo mi novio sin quitar ojo de la televisión - ¡Vaya tía cachonda! ¡Quién la pillara! Vaya con tu amiguita... Pero... parece que está por las tías, ¿no? - decía riendo...



Yo temblaba de miedo y no sabía si mi novio me iba a reconocer en cualquier momento, sin embargo eso tenía un morbo tremendo y era tan excitante... De pronto dijo él:



- La otra tía está buena también, ¿no te parece? ¿crees que sabrá que está con una tía ? Mira el pedazo de rabo de plástico que le está chupando ahora a Astrid. Parece una loba... je, je.



En la película Astrid estaba con una braga arnés, armada con una poderosa polla de plástico, que rociaba con el spray de nata y me la daba a lamer. Por eso había notado la polla más fría. Ahora todo parecía encajar. La nata se había acabado y Roberto estaba equivocado, Astrid no era lesbiana como parecía en principio. Ahora aparecía una tercera persona en escena. Se veía cómo Astrid y esa tercera persona, que era Saeta, se arrodillaban en la cama entre mis piernas, a la vez. Astrid me metía su polla de plástico y Saeta le metía la suya, la de verdad, a Astrid por detrás. Por eso creí que había usado condón y resulta que el frío que yo notaba era un consolador. Por eso me parecía un cuerpo más pequeño encima de mí y claro... es que era ella y no él como yo imaginaba.

Y lo del movimiento en trance… ¡Qué gracioso resultaba! Saeta llevaba el ritmo y le daba tanta caña a Astrid que la movía haciendo que ella me follara a mí. Saeta nos follaba a las dos, era como si tuviera dos pollas. Vaya tío...

Empezaba a volver a ponerme mala. Mi coño volvía a chorrear. Llevaba un pantalón de chandal y ya se percibía la mancha de mis jugos. Le di a la pausa y me fui. Mi novio se me quedó mirando mientras me iba, como pidiéndome una explicación con la mirada.



- Ahora vuelvo, cariño. - dije

- Vale! Pero date prisa, ¿eh?, que esto me ha puesto a cien... vaya dos zorritas... como se las están follando, quien las pillara...



Me fui al baño y recordé la pintada que me había hecho Saeta con el rotulador. Cogí el espejito que tengo de aumento para maquillarme y miré mi culo. Ahí estaba. Efectivamente se leía claramente lo que había escrito:



« SI QUIERES QUE TE FOLLE YO, VEN EL PRÓXIMO SÁBADO A LAS 15 :00 CON TU NOVIO »



Ponía también su dirección y su teléfono. Yo copié todo en un papel y con alcohól me borré las letras del culo, que por cierto me costó bastante quitarme. A los cinco minutos, estaba de vuelta en el salón. Llevaba sólo la tanguita empapada y un corpiño que sabía, ponía supercachondo a mi novio. Necesitaba usarlo para calmar mi calentura, mientras hacía tiempo a que llegara el próximo sábado.

Pulsé el play de nuevo. En la pantalla se sucedían las embestidas y mis orgasmos. Mi novio estaba entusiasmado con la película y sobre todo por reconocer a Astrid entre una de las actrices...



- Joder como está follando ese tío a Astrid y mira, mira, ¡cómo se lo está pasando la de la capucha! Es que no para, ¿eh? , ¡le va la marcha..!. ¡Vaya trío! Y Astrid tiene marcha también... ya le he contado tres orgasmos, aunque no grita, la tía...



Me arrodillé delante de mi novio y le quité los pantalones y le bajé los calzoncillos. Él no me prestaba atención, sólo miraba la pantalla del televisor. ¡Qué más daba! Yo a él tampoco, Yo sólo quería usarlo de consolador y recordar las imágenes que ahora él miraba embobado. Le lamí un poco la polla, que ya estaba bastante dura, y me senté encima. Seguimos viendo el vídeo así, yo ensartada en la polla de mi novio y de reojo disfrutando de aquella singular película.



- Fíjate! El tío se corre y mira la de la capucha, le están haciendo polvo los pies con las esposas y grita como una perra en celo ! ¡Qué guarra!, ¡menuda zorra! – dijo mi novio ajeno a lo que verdaderamente pasaba.



Cada insulto que iba dirigido a la de la capucha, que era yo, me ponía más cachonda, hasta el punto que me corrí de nuevo, a la vez, con los de la película.... Se me hacía raro correrme dos veces a la vez, una en la pantalla y otra en vivo. Correrse mientras se ve uno correrse es una experiencia única.

El sémen de Saeta chorreaba por las piernas de Astrid. No había usado preservativo.

Ya había terminado todo. En la pantalla quedaba sólo yo, atada y con la capucha, que permanecía a la espera hasta que la imagen terminó.

Me quedé en silencio y mi novio también. Todo había pasado y solo se había quedado el silencio y el recuerdo... Me miré a los pies y vi las marcas de las esposas y di un respingo. Salí corriendo de la habitación.



- Eh! Adónde vas? ¿No me irás a dejar así, no? – suplicó mi novio.

- Ahora voy, es que tengo frío cariño...



Volví con unos calcetines, mi novio me miró algo extrañado pues la pinta que llevaba era rara, pero no quería que viera algo que le hiciera sospechar, incluso cuando me pidió que me desnudara le dije que no, que mejor era hacer el amor así, medio vestidos junto a la ventana para recibír ansiosa su verga mientras yo recordaba paso a paso todo lo que había sucedido aquella mañana. Mi novio hizo que me corriera, mientras volvía a repasar la última corrida de la mañana, la última corrida de la cinta....



Después, mientras mi novio descansaba sobre mí satisfecho, recordé la pintada que me hizo en el culo el canalla de Saeta y no dejaba de darle vueltas... pero lo dejé así en una duda y mi vida volvió a la normalidad ¿o quizás no? ¿quizás mi vida nunca más haya vuelto a la normalidad?, todo desde que me compré aquella minifalda.... la minifalda del sueño...



Lydia y Saeta. ( lawebdelydia@gmail.com / saeta2004@yahoo.es)

1 comentarios:

JULIO PONCE dijo...

las minifaldas NO provocan a los hombres, todo esta en la mente de los hombres,el pecado NO esta en las minifaldas sino en la mente de los hombres mañosos., las mujeres NO tienen la culpa que algunos hombres sean pervertidos es injusto echarles la culpa de eso.,nuestro señor jesucristo dijo cualquiera que mira a una mujer para codiciarla ya adultero con ella en su corazon(lee la biblia) el pecado esta en nuestra mente y NO en las mujeres., solo los verdaderos hombres sabemos respetar alas mujeres., todas las mujeres merecen respeto sin importar como se vistan o como sean.,para preguntas y comentarios escribame: poncejulio2001@mixmail.com

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