lunes, 29 de diciembre de 2008

Me gusta sentirme protegida… notar tu presencia en todos esos momentos que siempre vivimos juntos, reírme contigo… llorar abrazados, vivirlo todo pegaditos... permanentemente unidos.

Y también me gusta saberte a mi lado, aun cuando no estás presente físicamente, pero te noto tan cercano a mí... apoyándome en mis decisiones, orientándome en las indecisiones… Me encanta sentirme abrazada en cuerpo y alma, cuando ofreces tu mano o tu consejo.

Necesitarte es algo más que un acto egoísta ó una sensación de dependencia, sino que tenerte es verme gratamente recompensada y no puedo imaginar vivirlo todo de otra manera... sin ti.

Vuelve a abrazarme una vez más, amor mío… haz que me sienta segura… amada… deja que esa sensación de tus caricias perdure en mí todo el tiempo. Añoro a cada instante el roce de tu piel sobre la mía…

Te quiero, te quiero, te quiero… lo sabes, pero necesito decírtelo una vez más.

Lydia

lunes, 22 de diciembre de 2008

Quisiera mandaros a tod@s un abrazo muy fuerte para estas fiestas navideñas, en donde, quién más o quién menos ablanda un poco más su corazón, donde se intentan borrar los malos rollos (se intentan, digo) y donde de alguna manera todos buscamos un cachito de felicidad para reunirnos y olvidar lo peor del año. No es la Navidad un síntoma de ilusión desenfrenada, sino algo más de consumismo y tradición mezclados, eso está claro, pero también es la ilusión de regalarnos mutuamente un granito de alegría y de buenas intenciones, eso, que no falte.

Para unos, entrañables y mágicas, para otros, tristes y nostálgicas... para todos: ¡Feliz Navidad!


Lydia

jueves, 11 de diciembre de 2008

Hay un instante… que muchas veces no sabemos cómo describir: "El orgasmo". Cada persona lo definiría de diferente manera, en definitiva y mayoritariamente como un momento de pleno éxtasis, de extremo placer, de sensaciones varias que hacen que tu cuerpo entre en trance. Y es en ese instante, breve y contundente, cuando se produce algo diferente a lo que alcanza la razón, totalmente fuera del bien y del mal, donde la cabeza pierde el sentido, donde parece haber un momento invisible… inexistente en el tiempo . En ese relámpago de estremecimiento todo parece concentrarse en un punto, a pesar de que sea el cuerpo al completo el que entre en acción, pero el contacto, se desencadena justo ahí… en ese lugar impreciso que multiplica las sensaciones, como un resorte que envuelve todo lo demás. La percepción tan intensa, tan contundente lo paraliza todo y está fuera de control: el cuerpo se transforma, la mente entra en una especie de ahogo, mientras el ambiente te abraza… te acuna… No hay ruido, no hay luz, no hay otras percepciones, es un soplo que desencadena ríos de lava inundando tu interior y salen afuera como espíritu salvaje… como un tren descarrilado. A continuación toda la maquinaria vuelve a entrar en funcionamiento tras quedarse paralizada como si hubiera recibido una descarga eléctrica.

Y tú, ¿Sabrías cómo definir ese momento?

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Llego a tu despacho, y tras golpear suavemente con mis nudillos en la puerta, no espero a que me invites a pasar… sencillamente lo hago.

- Pero nena ¿Qué haces aquí? – preguntas sorprendido al verme.

No hay respuesta de mi parte… solo sonrío, cerrando la puerta a mi espalda, avanzando lentamente hasta tu mesa, todo, sin dejar de mirarte fijamente a los ojos y moviendo mis caderas a cada paso de la forma más provocadora, esa que te pone a mil. Llego a tu altura y te echo una mirada lasciva. Giro tu sillón colocándote frente a mí, cara a cara, quiero que veas como lentamente me voy desabrochando los botones de mi abrigo, dejándolo caer al suelo, hasta quedarme completamente desnuda ante tu atónita mirada.

- ¡Pero cielo! ¿Qué haces?

Otra vez, silencio. No respondo… paso la lengua por mis labios humedeciéndolos… Acaricio mis caderas, comenzando a moverme sensualmente y consigo excitarte aun más.

- ¡Cariño…! – exclamas extrañado- ¡Puede entrar alguien…!

Mutismo de nuevo. Acerco mi mano hasta el tarro de caramelos que hay sobre tu mesa y elijo uno de menta extra-fuerte… Lo meto en mi boca y agarrándome a los apoyabrazos de tu sillón, te beso. Lo hago apasionadamente y con todo el descaro... completamente desnuda sin importarme que alguien pueda entrar y sorprendernos. Enseguida notas el frescor de mi boca… el picante de mi lengua sobre la tuya. No entiendes de qué va todo aquello, pero tampoco te importa, te dejas llevar. De nuevo sonrío… me arrodillo, ubicando mi cuerpo desnudo entre tus piernas. Bajo la bragueta de tu pantalón y saco tu verga que pronto crece entre mis dedos juguetones. ¡Está pletórica!

- Pero nena… ¡Estás loca!

Tus ruegos parecen apagarse cuando tu polla desaparece en mi boca y notas como el frescor de la menta, mezclado con mi saliva potencia la sensibilidad de ese miembro que tiembla entre mis labios.

- Dios, Dios, Dios… - es lo único que alcanzas a decir.

Estaba segura que te iba a encantar. Mi boca sigue haciéndote esa mamada soñada por los dos, en un lugar más que insospechado, de la forma más alocada y con la intensidad de ese caramelo de menta que da frescor a mi boca, y millones de sensaciones a tu erguido miembro…y a todo tu cuerpo que tiembla como una hoja.

La mezcla de esas impresiones, el frescor salvaje de la menta, y el trabajo de mi boca sobre tu sensible glande no tardan en provocarte un orgasmo que se apaga dulcemente en mi garganta, en una mezcla de sabores que nunca antes había descubierto y que por cierto ¡me encantan!

Me levantas casi como un soplo hasta ponerme sentada sobre la mesa de tu despacho. Sin mediar palabra, me besas. Tu boca y tu lengua recogen con avidez ese caramelo que se escapa de la mía, robado con tu lengua. Te agachas frente a mí y entonces, cuando tu lengua y tus labios se apoderan de mis otros labios, los de mi coño ardiente… una extraña y adorable sensación aborda mi cuerpo. Pronto noto esa mezcla que antes estuvo en tu sexo y de igual manera, entro en trance cuando ahora es mi orgasmo el que se apaga en tu boca, agitándome, jadeando estremecida… sintiendo como un intenso placer me invade, entre una lengua maravillosa y el picor fresco de la menta sobre mi sexo.

Lydia
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