sábado, 31 de marzo de 2007

Es difícil saber que te llevó a marchar,

que te movió a olvidar todo y a todos,

arrastrado en tu angustia y sufrimiento,

en tus secretos, tus desvelos… tus sentimientos.

Contigo aprendí muchas cosas… tantas cosas…

viví en carne propia tus escritos,

descubrí nuevos mundos en tus letras,

me alegré de ver en ti tanto talento…

Cada frase tuya escondía un regalo,

una estrofa envolvía celosa la siguiente

como un canto de ballenas en la noche

adornando con maestría cada verso.

Me sentí una alumna aventajada

con ganas de aprender de cada historia

disfrutando con su estilo y su armonía

descubriendo en tu relatos, mi relatos.


Ahora no estás, si, ya te has ido

quizás a otro mundo o a otro cuerpo,

quizás a otro cielo o a otra vida

quizás estés aquí, aún… todavía.

Estés donde estés, te recordaré

porque fuiste, eres y serás grande,

tan enorme que nunca se te podrá olvidar

y nunca dejaré de agradecerte haber existido.

Estoy triste por tu ausencia

me siento sola, huérfana, herida…

desde aquí quiero darte mi abrazo más querido

y que con su calor no te sientas nunca en soledad.

Adiós a un autor de los mejores, colega, amigo, maestro…

Adiós Vudú Blanco.

Lydia

viernes, 30 de marzo de 2007

(Ejercicio - Relatos de Terror)

El momento, el lugar y el propio ambiente eran los más propicios para ello: Un fin de semana, dos parejas jóvenes, una casa vieja y una gran predisposición para pasar una noche de miedo.

Fue Pablo, mi novio, quien propuso:

¿y si jugamos una ouija?

Todos habíamos jugado alguna vez al famoso juego del vaso (la ouija), pero siempre pensando que era eso, un simple juego y nada más… Que en definitiva, alguien de los presentes en la mesa era el que intencionadamente lo movía a través del tablero a su antojo ante la atónita mirada de los presentes.

Aquella vez fue diferente. Nuestra idea sobre el juego cambió radicalmente cuando nos vimos inmersos en él. En un abrir y cerrar de ojos, estábamos los cuatro agarrando la base de una copa invertida sobre una mesa redonda rodeada de papelitos con todas las letras del abecedario.

Al principio todo era como siempre, todo divertimento, puro cachondeo y mucha incredulidad… Cuando la pregunta era: "¿Hay alguien ahí?", todos carcajeábamos, por lo ridículo de la situación, ya que alguno también soltaba un chiste o una contestación absurda de lo que considerábamos un juego más. Todo dentro de lo normal, quizás con más risas de lo habitual, pero normal. Solo hasta que en ese preciso instante ocurrió algo que nos mantuvo a todos en vilo: La copa que hasta ese momento solo había avanzado unos centímetros sin apenas descifrar nada, comenzó a tomar cierta velocidad, con un movimiento muy preciso, sin vacilaciones. Primero avanzaba hacia el "Si", de una manera diferente a como la habíamos visto moverse antes… lo hacía con mucha ligereza, como flotando sobre la mesa en un desplazamiento a cámara lenta, para a continuación dirigirse hacia el "No" también lentamente al principio y vertiginosamente después y terminar formando un circulo cada vez más definido y mayor hasta incluso mover las letras, girándolas y echándolas fuera de la mesa.

Mi amiga Clara, muy asustada preguntó:

¿Quién coño lo está moviendo?

No hubo respuesta. Solo miradas inquietas que escrutaban los dedos de los demás, intentando adivinar quién pudiera estar apretando más de lo normal. Nada hacía sospechar que uno solo fuera el que moviera la copa que no cesaba de girar, incesantemente y cada vez a mayor velocidad. De pronto Pablo gritó:

¡Soltadla!

Lo hicimos todos a la vez en un momento en el que la copa corría por la mesa vertiginosamente y al hacerlo salió disparada de aquel círculo y fue a chocar contra la pared haciéndose mil pedazos.

Nos dimos un susto de muerte. Los comentarios de todos eran comunes, ciertamente asustados, pero al mismo tiempo de incredulidad total, intentando averiguar quien era el dueño e inventor de aquella pesada "broma". Y como bromista del grupo, todo apuntaba a que podría ser Tomás, el novio de mi amiga Clara, ésta incluso, muy enfadada quería cortar aquello, que se tornaba demasiado "misterioso". Sin embargo casi automáticamente volvimos a intentarlo como si nada hubiera ocurrido. Colocamos las letras y situamos otra copa en el centro de aquella mesa redonda.

Esta vez casi no hubo que esperar para que la nueva copa comenzase a girar, de la misma forma que lo había hecho anteriormente para asombro de todos. Una vuelta, otra y otra, hasta hacer que nuestros ojos solo se centrasen en ella… De pronto paró en seco casi al borde de la mesa para situarse de nuevo en el centro. Todos nos miramos esperando alguna reacción, algún comentario… Los chicos se lo tomaban a broma y se reían como si aquello no fuera con ellos…

De un movimiento enérgico, la copa se dirigió a la N, luego a la O, luego J, hasta formar la frase que claramente decía: "No juguéis a la ouija". Así, tres veces seguidas. Tomás preguntó:

¿Quién eres?

Su respuesta no era otra que: "No juguéis a la ouija", "No juguéis a la ouija"…. Una y otra vez… incesantemente. Los movimientos seguían siendo enérgicos y el mensaje claro y contundente. Nuestros brazos se estiraban siguiendo el trazado veloz de la dichosa copa. Una nueva pregunta de Tomás que llevaba la voz cantante:

¿Por qué?

Entonces se detuvo en seco y se volvió a colocar en el centro. Parecía estar esperando esa pregunta. Yo estaba muy concentrada. Esa vez era muy distinta a las otras, esa copa parecía tener vida propia, lo hacía con movimientos demasiado rápidos y claros como para que alguien pudiera estar manipulándola.

El silencio se apoderó de la habitación, no se oía nada, solo nuestras propias respiraciones y jadeos después de haber hecho un ejercicio notable con tanto movimiento y el ruido del cristal sobre la mesa, un chirriante y tenebroso sonido. La copa fue marcando las letras despacio contestando la pregunta: "Esto no es un juego, si continuáis, pagareis las consecuencias…, estoy intentando ayudaros, dejadlo, dejadlo…"

Por un momento todos nos quedamos pensativos, como queriendo digerir de algún modo todo aquello con cierta lógica, pero nuestro pensamiento nos empujaba a no creer en nada de lo que nos contaba ese supuesto ente misterioso.

¿Quién está haciendo el tonto? – pregunté algo irritada y nadie respondió.

La copa empezó a moverse de nuevo y a transcribir cosas ininteligibles sin sentido ninguno, cosas que parecían dichas en otro idioma. Otra pregunta cayó sobre la mesa por parte de Pablo:

¿Quién eres?

La respuesta fue inmediata: "No puedo desvelar mi nombre, porque AZMODEO está cerca"…

¿Qué quieres? – preguntó Clara.

La siguiente frase era transcrita con mayor rapidez: "Solo quiero ayudaros, dejadlo ahora, sino seréis castigados, Azmodeo está cerca y os castigará"

¿Quién es Azmodeo? ¿dónde está? – fue una nueva pregunta.

Esta vez no respondió ninguna de las tres veces que se lo preguntamos. Pablo se levantó creyendo recordar ese nombre y al consultar en la enciclopedia buscamos ese enigmático nombre: Azmodeo es uno de los nombres de Satanás…

Al saber el significado nuestros dedos se separaron del frío cristal como si nos hubiera dado un calambre. Solamente los chicos volvieron a apoyarlos, lo que permitió que la copa siguiese pronunciando su mensaje. "Estoy atrapado, Azmodeo me persigue, solo os quiero ayudar, pero no me estáis haciendo caso, dejad de jugar"

Chicos deberíamos dejarlo – dijo Clara muy alarmada.

Yo también quería parar todo aquello de una vez, sin embargo los chicos que continuaban muy concentrados en la mesa no parecían estar muy en la labor de abandonar la sesión. La copa no paraba de enviar el mismo mensaje pidiendo que dejáramos de jugar…

¿Qué mensaje nos quiere enviar Azmodeo? – preguntó Pablo.

"Azmodeo os irá castigando por reíros… esto no es un juego… habéis abierto una puerta muy peligrosa que os atrapará… esto no es un juego…" repetía continuamente.

Después de enviar ese último aviso, la habitación comenzó a transformarse, como si quisiera difuminarse sobre nosotros… era como si girase sobre sí misma, como una atracción de feria que te nubla la vista y te hace sentir un mareo descontrolado, las lámparas se balanceaban, las copas sobre la estantería producían un ruido atronador y el suelo temblaba como una hoja bajo nuestros pies… La luz parpadeaba…y todo se convirtió en confusión, locura…

A partir de ese momento la copa se había pegado literalmente a nuestros dedos, con tanta fuerza que por mucho que intentáramos soltarla se hacía imposible y nuestros cuerpos se movían violentamente sobre la mesa persiguiéndola. "Estabais avisados, vais a sufrir las consecuencias" era el mensaje que se nos ofrecía esta vez. Clara comenzó a gritar, completamente histérica. Los mensajes seguían llegando: "Aquí está Azmodeo y vais a conocerle en todo su esplendor" repetía la copa mientras nuestros dedos pegados seguían el camino violento letra tras letra… sin poder escaparnos de aquella locura.

Por un momento la copa de cristal se convirtió en una bola de fuego produciendo un intenso dolor en nuestras manos que nos quemaban terriblemente ante nuestra impotencia de intentar soltarla ayudados incluso por nuestra otra mano. Nuestros cuerpos chocaban unos contra otros ante el intento de soltarnos, totalmente en vano. La copa seguía escribiendo su mensaje sin cesar. La habitación continuaba dando vueltas, las sillas giraban también sobre nosotros, provocándonos mareos y un estallido continuo de gritos y lamentos… el olor de la habitación se hizo fuerte, desagradable… profundamente nauseabundo. "Habéis entrado en mi reino y ahora estáis prisioneros en él" nos comunicaba aquel espíritu maligno que se había adueñado de nosotros.

Cuando miré a Pablo a mi derecha, me fijé que sus ojos estaban en blanco y que tenía unas convulsiones terribles, incontroladas. Clara estaba con la cabeza bamboleante, seguramente había perdido el conocimiento y Tomás me miraba fijamente como queriendo entender algo de lo que podía ocurrir, intentando sacar de mi algún mensaje, alguna explicación... "Ahora vais a ser míos, no podréis hacer nada, me pertenecéis…"

Cuando volví los ojos hacia la copa observé como todas nuestras manos emanaban una cantidad considerable de sangre poniendo todo de un color rojizo intenso que nos salpicaba a cada movimiento. Era todo tan rápido, tan violento, tan extraño, que no podíamos reaccionar ante nada. No sé como pero casi al unísono nos pudimos soltar.

De pronto la luz se apagó. Un grito de Clara es lo último que recuerdo… de aquella infernal sesión de ouija… Me desmayé.

Cuando desperté, me encontré tirada en el suelo. El silencio era total. Abrí los ojos intentando enfocar algo. A mi alrededor los cristales de la copa… las sillas esparcidas por el suelo junto a todas las letras. Debí perder el conocimiento durante un largo rato. Me levanté con un fuerte dolor de cabeza, pero no adivinaba a comprender que es lo que había ocurrido. Pablo se acercó a mi y me besó en la frente A mi derecha estaban Tomas y Clara que se acercaron a mi abrazándome también. Intentamos consolarnos mutuamente de alguna manera entre todos ante lo que había sido un drama terrible que acabábamos de vivir por aquel maldito juego.

Nunca debimos jugar y aprendimos a que nunca volveríamos a hacerlo.

No juguéis a la ouija.

Lydia

jueves, 29 de marzo de 2007

Mi padre es médico, cardiólogo, para ser exactos y como en muchas otras ocasiones me pidió que le acompañara junto a mi madre a uno de sus muchos congresos internacionales, que esta vez se celebraba en Santiago de Chile, yo la verdad no estaba muy interesada, es más, no me apetecía nada ir a uno de esos aburridos viajes en los que solo se hablaba de medicina y términos incomprensibles, además porque aquí tenía a mi novio y con 20 años ya era lo suficiente mayorcita como para quedarme sola en casa, asi que mi primera respuesta fue un NO, pero fue mi madre la que me convenció:

Sabes que tu padre quiere que nos acompañes como siempre, además conocerás sitios nuevos y gente nueva.

Si mamá, pero aquí está Roberto y no quiero estar separada de él durante una semana.

No seas tonta, sabes que papá esta orgullosísimo de ti y eres su ojito derecho, para él es importante que vayas y que presuma de hija.

Mamá, eso es chantaje emocional.

Lo sé hija, pero yo también quiero que vengas, si no me aburriré como una ostra, sabes como son de pesadas esas conferencias y esas cenas de médicos y sus esposas.

Bueno, esta bien, si me prometes que este será el último viaje al que tenga que ir.

Verás como lo pasamos bien juntas, tonta.

Total que mi madre no me prometió nada, pero de alguna manera me convenció para que acudiera a otro de esos soporíferos viajes.

Dos días más tarde estábamos aterrizando en el aeropuerto de Santiago. Tomamos uno de los cientos de taxis que esperaban y nos dirigimos al hotel. El recorrido por las calles de Santiago me pareció mucho más bonito de lo que imaginaba, el taxista, muy amable nos fue indicando el nombre de las calles y nos sirvió de guía improvisado, indicándonos cual era este o el otro edificio, Santiago es una ciudad moderna, muy cosmopolita e independiente y me atrajo mucho el ajetreo de sus calles, sus emblemáticos monumentos y sus vertiginosos rascacielos de oficinas de la plaza de Armas, edificios monumentales como el de Telégrafos del estado y como no, el famoso palacio de la Moneda. Llegamos al hotel y nos acomodamos en una gran suite que nos tenían reservada. La verdad es que siempre viajabamos con mi padre, lo hacíamos a todo confort, en los mejores hoteles y los mejores restaurantes, tanto el hospital donde trabajaba, como nuestros anfitriones de cada lugar, nunca escatimaban en gastos.

Decidimos dormir un poco pues el viaje había sido largo. A las dos horas y tal y como mi padre había pedido nos llamaron de recepción para bajar al restaurante, pues era la hora de la cena y tras esta fuimos al bar donde habíamos quedado con varios médicos que irían al día siguiente a la conferencia. A alguno de ellos ya lo conocía de otras veces y a otros no. Muy cortesmente nos saludaron y también nos observaron de arriba abajo, ya que tanto mi madre como yo, siempre hemos llamado la atención, dos mujeres rubias, no sé por qué, pero destacan bastante, además mi madre a pesar de sus 46 años se conserva de maravilla con un tipito de miedo. Después se enfrascaron todos ellos en sus conversaciones de medicina, de las que tanto mi madre como yo no entendíamos ni una sola palabra y nosotras hablábamos de nuestras cosas.

Al día siguiente era la conferencia, pero como el comienzo no era hasta las 12 del mediodía, mi madre y yo aprovechamos para ir de compras, mientras mi padre visitaba a alguno de sus colegas en esa ciudad. Visitamos varios centros comerciales en la ciudad y al final me decidí por unos pantalones y un par de vestidos veraniegos. Volvimos al hotel y decidimos darnos una ducha antes de ir al congreso. Primero se duchó mi madre y mientras ella estaba en el baño, yo aproveché para llamar a mi novio pues apenas llevaba dos días fuera de casa y ya le echaba de menos.

Hola Roberto.

Hola cariño ¿cómo te va?

Bien, preparada para aguantar el sermón de unos cuantos médicos ¿qué te parece?

Bueno, por lo menos conoces una ciudad nueva ¿no?

Si, la verdad es que me ha gustado mucho, pero preferiría que tu estuvieras aquí conmigo.

Vaya , me echas en falta ¿no?

Sí, me gustaría tenerte aquí a mi lado, sentir tus brazos, tus besos, tus caricias.

Bueno, me vuelves loco cariño.

Solo de imaginar como lo vamos a pasar cuando vuelva a España....

¿Dónde estás ahora?

En el hotel.

Y ¿cómo vas vestida?

Pues solo con una toalla.

¡Quítatela!

¿Para que?

Venga, ¡quítatela!

Obedecí a su petición y me quedé completamente desnuda sobre la cama, ya imaginaba como me iba a poner de cachonda, asi que solo de pensarlo mis pezones se pusieron duros como piedras.

Venga, ahora acariciate como si fuera yo quien lo hiciera.

Que malo eres Roberto...

Sin embargo también seguí sus instrucciones y comencé a acariciar mi cintura, mis pechos, mis piernas...

Roberto respiraba fuerte al otro lado del teléfono.

¿qué haces?

Me estoy masturbando pensando en ti. Tengo la polla como una roca...

¿te gustaría follarme?

Si, si, si.. Pasa tu mano por tus tetas, imagina que es mi mano la que recorre tus pechos...

Siiii, Roberto, eres un cabrón, que ganas tengo de tenerte cerca...

Ahora acaríciate los muslos, por fuera, ahora por dentro, roza tu pubis...

Yo también, me imagino que tu polla recorre mi rajita de arriba abajo...mmmmm

Métete un dedo como si fuera mi polla.

Intruduje un dedo en mi coñito y ya estaba supermojada con aquel juego. Roberto siguió dándome instrucciones:

Ahora te estoy follando, ¿la notas dura dentro de ti?

Si, la noto cariño, que gusto me da.

Te noto encima de mi, siento como mi polla te perfora el chochito... Acaricio tus tetas... Beso tus labios... Mi lengua juega con la tuya...

Me pones a cien, Roberto.

De repente mi madre salió del baño y tuve que disimular, dejé colgado a Roberto y me tapé con la toalla. Mi cuerpo ardía, estaba cachondísima y necesitaba tener la polla de mi novio en mi interior.

Me metí en la ducha y abrí el agua caliente. Dejé la cortina abierta para poder observar todo mi cuerpo reflejado en un gran espejo que tenía enfrente. El primer chorro de agua cayó sobre mi pelo, me veía reflejada y mi pelo rubio se oscurecía con el agua hasta pegarse a mi cabeza, mis ojos se tornaban de un verde intenso y mis labios estaban dilatados, el agua se colaba dentro de mi boca, parecía estar tragándome todo el semen que mi novio debía estar soltando en ese momento. Mientras el agua recorría mi cuerpo mis dos manos torneaban mi figura, mis largas uñas se clavaban en mi piel, mis dedos rozaban mi cuello, luego apenas podían sostener mis grandes pechos y con los dedos apretaba mis endurecidos pezones, luego pasaba mi mano por mi estrecha cintura, me coloqué de perfil y pensaba, cuanto le gustaba a Roberto masturbarse viéndome, le encantas mis tetas, apenas puede abarcarlas con las manos, le vuelve loco mi tripita dura y lisa, y mis abultados muslos. Mi mano rozaba una de mis caderas y con la otra continuaba pellizcando uno de mis pezones, seguí bajando por mi ombligo, jugué con él, y continué hasta poner mis dos manos entre mis muslos, tal y como le gusta a mi novio, le excita cuando me acaricio la parte interna de mis muslos, le encanta ver como mis blancas uñas destacan sobre mi piel morenita. Rocé mi pubis como si fuera la mano de Roberto la que estuviera allí, apenas una tirilla de pelos rodeaban mi chochito, a Roberto le encanta acariciar mi pubis y mis pelitos recortados, uno de mis dedos se introdujo entre mis labios vaginales, como si fuera una polla que quiere jugar a colarse, el dedo se introdujo algo más, podía notar como mis flujos bañaban mis dedos, el agua seguía cayendo sobre mí y mi excitación iba en aumento. Este juego masturbatorio suelo practicarlo delante de Roberto y quería que estuviera delante de mí para verlo excitado y meneando su polla desesperadamente, cerré los ojos, imaginaba que mi chico se metía en la bañera conmigo y que eran sus dedos los que jugaban con mi piel, en pocos segundos mi cuerpo se estremeció y tuve un orgasmo intenso, me puse en cuclillas y seguí rozando mi clítoris hasta que un apagado gemido me dejó tumbada en la bañera con las piernas abiertas, el agua chocando contra mi pecho y dos de mis dedos introducidos en mi mojada cuevita...

Me recompuse, terminé de ducharme y salí a la habitación. Entre mi madre y yo decidimos que ropa ponernos y como siempre buscamos algo elegante pero sexy a la vez. Yo me embutí en uno de los vestitidos ajustados nuevos, muy cortito de tirantes, mi madre hizo lo mismo y nos fuimos a la conferencia, yo por cierto con un calentón de campeonato, pues la ducha me había sentado muy bien, pero me hubiera gustado jugar con una polla de verdad.

Al llegar al salón de conferencias casi todo el mundo estaba sentado y solo encontramos sitio en la última fila. Todos nos observaban mientras tomábamos asiento, sobretodo los hombres, yo me sentía muy bien por ser admirada por todos. Mi madre y yo nos acomodamos y nos preparamos para el discurso de bienvenida.

Cuando había transcurrido un buen rato me dí cuenta que alguien no me quitaba ojo de encima, desvié la mirada hacia mi izquierda y dos filas más adelante había un chico muy guapo que me sonreía. Me sentí un poco turbada por su descaro y miré hacia otro lado. Pasado un buen rato volví a mirar y ahí estaba de nuevo, en la misma posición y recorriendo mi anatomía, mi cara, mis tetas, mis piernas cruzadas... Seguí disimulando como si no me hubiera dado cuenta y continué atenta a la conferencia. Otra mirada de reojo a mi observador y pude percatarme de que esta vez me estaba fotografíando con su cámara reflex de gran objetivo, ¡que canalla!, me dieron ganas de levantarme y decirle que coño hacía, pero preferí hacerme la desentendida, además me estaba gustando el hecho de que me tuviera en su objetivo y que no dejara de tirarme fotos entre el público.

La conferencia por ese día había finalizado. Mi madre y yo nos acercamos hasta el estrado y conversamos un rato con mi padre, pero cuando volví la cabeza una de las veces, ahí estaba el tío de nuevo con su cámara señalando mi culo y mis piernas. Desde luego se estaba dejando un carrete conmigo. Aquella sensación que yo sentía era extraña pero me hacía sentirme bien, me gustaba que le gustara. Esta vez le sostuve la mirada más tiempo y aproveché para observarle yo: Era un chico muy guapo, pelo negro, ojos penetrantes, joven, de mi edad, vestido con una americana, sin corbata y unos vaqueros de marca. Por mi cabeza volvió a pasarse la idea de acercarme a él y preguntarle que demonios hacía, pero por otro lado estaba cachonda, no sabía muy bien si por la conversación con mi novio de hacía un rato o de verme reflejada en la camara de aquel desconocido.

Un poco más tarde nos fuimos a comer a un restaurante cercano y perdí de vista a mi voyeur. Luego fuimos paseando por una gran avenida cercana al hotel y antes de llegar nos sentamos en un banco los tres, pues mi padre se puso a hablar por su teléfono móvil. Yo conversaba con mi madre cuando algo me hizo desviar la mirada para darme cuenta de que aquel muchacho nos había seguido. Estaba a unos 20 metros de nosotros y continuaba apuntándome con su cámara y fotografiándome sin parar. En un principio me asusté un poco y llegué a pensar que se trataba de algún loco o algo parecido, incluso estuve a punto de comentárselo a mi madre pero después pensé que no tenía la mayor importancia. Volvimos al hotel y la cosa se quedó ahí.

Al día siguiente volvimos a la conferencia y como me esperaba aquel chico también estaba allí con su cámara. A diferencia del día anterior, esta vez yo no enseñaba mis piernas , pero si llevaba un pantalón blanco ajustado que permitía mostrar mis curvas, un top de tirantes ceñido que remarcaba mis tetas y que enseñaba mi ombliguito.

Ese chico y su objetivo no dejaban de apuntarme, no parecía importarle demasiado la conferencia, en cambio yo parecía ser de todo su interés y debía estar sacándome con su cámara unos buenos planos de mi cara, mis ojos, mis labios, mis tetas, mi cintura, mis muslos... Volvía a sentirme rara, entre nerviosa y caliente por aquella situación. Yo instintivamente hacía movimientos sensuales, como queriendo posar ante aquel desconocido fotógrafo.

En un momento dado yo salí al baño y cuando regresaba a la sala aquel tío me esperaba en el hall, parecía que no se despegaba de mí ni un momento. Me armé de valor, me dirigí a él y le pregunté con cara de enfado:

¡Eh tío! ¿qué haces?

Se quedó un poco cortado por mi actitud, pero luego me sonrió.

Perdóname, no quería molestarte.

Pero ¿qué haces con la cámara? No dejas de hacerme fotos, ¿eres un obseso o algo así?

Volvió a sonreirme, su cara era linda, sus ojos brillaban.

No por Dios, siento que te moleste o que te sientas acosada por mi actitud, no era mi intención te lo juro.

¿Entonces?

Verás, soy estudiante de arte y acabo de ver la obra más impresionante de toda mi vida.

¿cómo?

Si, te he visto y eres la obra humana jamás construida.

Me quedé perpleja por su frase, que a pesar de ser una respuesta poco creíble, me pareció hermosa y una buena táctica para ligarme. Simplemente le sonreí a modo de agradecimiento.

Cuando sonríes eres aún más hermosa.

Pero, ¿no hay más mujeres aquí para fijarte solo en mi?

Si, hay muchas y muy bellas, pero ninguna como tú. Si fueras una flor serías la única frente al resto ya que las demás se marchitarían ante tí.

De nuevo otra de sus ocurrentes frases, quizás me sorprendía a mi misma pero sin conocerle de nada y tras una serie de bonitas frases por su parte, varios piropos y halagos hacia mí, acepté su invitación para tomar una Cocacola. Volví a notar como mis pezones se endurecían y como mi piel se excitaba con esa situación, me gustaba ponerle cachondo y que yo estuviera tan cachonda también.

Nos sentamos en una de las mesas de la cafetería y le pregunté:

Pero ¿cuántas fotos me has hecho?

No sé, 100 o por ahí.

¿Cómo?

Si, más o menos.

¿Y desde cuando me sigues?

Desde que llegaste.

¿Desde el primer día?

Si, cuando llegaste al aeropuerto yo estaba haciendo fotos a unos carteles de un pintor muy conocido aquí y cuando te ví me quedé hipnotizado.

Bueno, no será para tanto.

Te lo juro, creí morir.

Jajajaja, creo que lo que quieres es ligarme.

Ojalá fuera así, verás soy muy tímido con las chicas, nunca he actuado así, es la primera vez, pero tu belleza me ha cautivado hasta el límite de no pensar en otra cosa, sueño contigo, no te borro de mi mente, por eso te fotografío, no quisiera que desaparecieras de mi mente y te conservaré siempre en mis fotos.

Si, pero deberías haberme pedido permiso, ¿sabes que hay un derecho a la intimidad?

Lo sé y en ningún momento he querido molestarte, si quieres te doy todos los carretes y no me volverás a ver.

No, si no me importa, en el fondo me gusta ser admirada, lo que ocurre es que nunca me habían perseguido con una cámara. ¿por qué te fijaste en mi?

No sé, surgió de repente, te ví y aunque te rías, me enamoré.

Jajajaja.

Es cierto, nada más verte me quedé prendado.

Desde luego aquel chico aparte de ser muy guapo y de estar muy bueno, sabía tratar a una mujer y decirle cosas que a una le gusta oir, todo un caballero (los latinos son únicos). Me le imaginaba desnudo con un cuerpo maravilloso, observándome mientras me duchaba y masturbándose viendo como lo hacía yo.

Pero ¿habrás visto más mujeres como yo?

No, jamás.

¿Qué tengo yo de especial?

Todo, creo que eres un angel. Nunca había visto tanta hermosura junta.

Que tonto eres, jajajaja.

La conversación con aquel chico era muy agradable, ya que a pesar de que me hubiera sentido acosada por su persecución, en el fondo me trataba con dulzura, me respetaba, me admiraba y eso a mi me encantaba, me hacía sentirme bien.

De verdad, nunca he visto una chica con esos ojos verdes tan penetrantes, tu pelo y tu piel morena, tus labios, tu cuerpo, tus piernas, todo, todo, todo....

A una le gusta oir cosas de esas ¿no?. Le dejé que siguiera piropeándome y desde luego lo hacía muy bien, al menos no era vulgar, tosco u obsceno, era todo un romántico en el arte del piropeo, aunque sus intenciones fueran intentar llevarme a la cama.

Seguimos con aquella amena conversación, fuimos contándonos cosas el uno del otro, reíamos y me sentía muy bien junto a él. En ningún momento me acordé de mi novio, estaba tan a gusto así, con un admirador, con alguien que te desea, con alguien que te ama con las palabras, con las miradas...

Nos enfrascamos en una conversación muy agradable y amena como si nos conociéramos de toda la vida, yo la verdad me sentía muy bien con él, era un chico muy atractivo, yo estaba algo cachonda y encima no dejaba de admirarme y de regalarme sus miradas y sus lindas frases.

Tenerte aquí, tan cerca de mi, es todo un regalo...

Eres muy galante, desde luego sabes tratar a una mujer, seguro que tu novia está loca contigo.

¿Mi novia? Lo hemos dejado hace unas semanas...

Lo siento, bueno, ni siquiera sé tu nombre.

Me puedes llamar Nano. ¿Y tu?

Lydia.

Ohhh, que precioso nombre para una preciosa mujer.

Le dije que tenía que volver a la sala ya que mi madre podía estar preocupada por mi ausencia, nos dimos la mano muy cordialmente y el me apretó suavemente la mano como no queriéndome soltar, despues nuestros dedos se fueron rozando hasta separarnos, los dos nos gustábamos mutuamente, era más que evidente. Avancé unos pasos y él me llamó de nuevo:

¡Lydia!

Giré la cabeza y ahí estaba con su preciosa sonrisa.

¿qué?

¿podría invitarte a cenar esta noche?

Ehhh.mmm.. no sé...

Por favor...

No te conozco de nada...

Prometo ser un caballero y llevaré las fotos... tus fotos.

No sé, llámame al hotel ¿vale? Habitación 348.

Así nos despedimos, que situación más rara, no conocía de nada a ese chico y en cambio le deseaba con ganas, no entendía muy bien mi comportamiento, quizás el hecho de estar lejos de mi país, de mi novio, no sé, me gustaba, le gustaba, que importaba lo demás...

Durante toda la tarde no pude de quitarme de la cabeza a aquel chico, había conseguido atraerme al igual que yo a él, nunca me había sentido tan desconcertada.

A las 8 en punto sonó el teléfono en nuestra habitación, mi madre atendió la llamada.

Es para ti cariño. - me dijo pasándome el teléfono.

Me sonrió y yo le sonreí a ella, no sé por qué pero mi madre me conoce mejor que nadie, sabía que algo había pasado en mi ausencia de la sala de conferencias.

Naturalmente era él, hablamos durante un rato y curiosamente tan solo de oir sus lindas frases mi cuerpo se puso caliente de nuevo, mi coñito empezaba a mojarse y casi sin hacerme de rogar acepté su invitación a cenar, intuía que aquello iba a acabar en algo más.

Mamá, me han invitado a cenar.

Pero cariño, ¿quién es? ¿le conoces?

Si, bueno.... No.

Pero hija.

Ya mamá, sé que es una locura, ¿la harías tu si sintieras una gran curiosidad por alguien?

Mi madre no contestó, solo sonrió, siempre nos hemos entendido muy bien y en el fondo somos muy parecidas.

¿Y tu padre?

Ehh... dile que he quedado con la hija de Ramos. (es uno de los médicos que siempre nos acompaña en las conferencias y que tiene una hija de mi edad)

Me volvió a sonreir y me guiñó un ojo.

No sabía que ropa ponerme, pero seguro que con cualquier cosa iba a agradar a mi admirador, al final me decidí por un vestido de tirantes con escote, color negro y largo hasta los pies, unos zapatos de tacón y me recogí el pelo en un moño desenfadado.

Al bajar al hall del hotel me estaba esperando. Vestía un traje color kaki, de corte italiano, sin corbata y un ramo de flores amarillas (mis preferidas) en una mano.

Estas divina - me dijo al verme.

Gracias.

Nos dirigimos al coche, me abrió la puerta galantemente y nos dirigimos al restaurante. Era un sitio muy bonito y romántico, velas en las mesas, orquesta de cuerda, camareros siempre atentos, en fin, toda una cena romántica a la que nunca me había llevado Roberto en España.

La velada fue muy agradable y la conversación también, él era siempre muy atento conmigo, que nunca me faltara nada y siempre con sus ocurrentes y lindas frases hacia mi.

Tras la cena fuimos a un agradable pub donde también se podía bailar, al principio nos sentamos tomando una copa escuchando la música y observando al resto de las parejas como bailaban. De vez en cuando le miraba de reojo y notaba como no me quitaba ojo de encima, sin duda le gustaba , pero él también a mi y mucho. Me sonrió:

¿Quieres bailar?

Me apetecía mucho bailar con él, abrazarle, sentirle pegado a mi. Sin duda todo aquello era una locura, yo no le conocía de nada o de casi nada y además tenía a mi novio, pero... que importaba todo, en ese momento la locura se había adueñado de mi y me sentía cada vez más excitada.

Se levantó, me tendió su mano, sentí que también ardía, sin duda estaba tan cachondo como yo, pero ambos disimulábamos y asi nos dirigimos a la pista de baile. Yo apoyé mis manos sobre sus hombros y él me tomó por la cintura, me gustaba muchísimo sentir sus poderosas manos agarrándome y como sus dedos jugaban con la tela de mi vestido, al principio estabamos ligeramente separados pero la canción invitaba a apretarse y así ocurrió, nuestros cuerpos se pegaron más, mi cabeza se juntó a la suya, mi pecho a su pecho, mis muslos se introdujeron entre los suyos y sentí su calor, sentí todo su maravilloso cuerpo contra el mío. Sentí su olor y me embriagaba, una colonia fresca se mezclaba con el aroma de su piel, algo elegante y salvaje a la vez, notaba su aliento en mi pelo y un abultamiento entre mis piernas. Deseaba que la polla que tenía entre mis piernas estuviesa más dura y dentro de mi...

Soy muy feliz ¿sabes? - me dijo.

¿por qué?

Por estar así, a tu lado, pegado a ti, no hay nada mejor que esto, nunca me había sentido tan bien como ahora.

Yo también me siento muy bien contigo.

Después de aquel agradable baile y muy educadamente decidió acompañarme hasta el hotel pero por el camino le pregunté:

¿Y las fotos?. No me las has enseñado.

Si, lo sé, están en mi apartamento, si quieres vamos a verlas, pero no quiero que te sientas incómoda o creas que es una encerrona, te las enseñaré mañana si lo deseas.

Aquella sinceridad y su amabilidad me hicieron sentirme segura a su lado:

No, no me importa ir a tu apartamento. Se que vas a ser un chico bueno.

Yo no estaba muy segura de que lo fuera a ser, pero casi prefería que fuera un chico malo, estaba bastante caliente con esa situación.

Llegamos a su apartamento, una gran estancia que era el salón y dos puertas, una era el baño y otra debía ser su habitación.

Puso algo de música, me sirvió una copa y me invitó a sentarme en el sofá, se metió en su cuarto y salió con una gran carpeta, se sentó a mi lado y comenzamos a ver las fotos.

Me quedé petrificada, casi todas las fotos estaban ampliadas a gran tamaño y ahí estaba yo en todas ellas, mi cara desde un plano corto, mis labios ampliados a tamaño real, mis piernas, mis pechos, mi cintura, mi pelo, mis ojos, mi abultado coñito en los ajustados pantalones, todo mi cuerpo desde distintos ángulos, distintas tomas y por cierto fotos muy bien hechas.

¿te gustan?

Si, mucho, son muy buenas.

Me alegro, pero contigo las fotos se hacen solas, tienes un magnetismo que las hace más bonitas.

Gracias, eres muy amable.

De pronto se acercó a mi y posó sus labios en los míos, yo no rechacé aquel beso pues me gustó y me sentía muy bien a su lado.

Hubo un silencio.

¿Me permitirías que te hiciera alguna más?

¿cómo? ¿ahora?

Si, así como estas , ¿quieres?

No sé, bueno, como quieras.

Fue a por su cámara, la colocó en un trípode, puso unos focos de fotografía en distintos puntos y comenzó a ordenarme como debía posar. Yo nunca había posado para nadie, a no ser fotos normales y familiares, pero en ese momento me sentía como una top model.

Mójate los labios.

Deseaba que fuera él quien me mojara los labios, sentir su lengua dibujando el contorno de mi boca, jugar con nuestras lenguas...Yo sonreía, me tumbaba en el sofá, o me ponía de rodillas, me agarraba el pelo, o arqueaba la espalda, tal y como él me iba pidiendo, desde fotos tipo retrato algo serias, para pasar a tomas mucho más sexys. Una foto agarrándome el pelo, arqueando la espalda, las piernas ligeramente abiertas, lo que hacía ascender mi pecho que quería salirse de mi ropa, otra subiendo ligeramente el vestido y mostrando algo más de mi anatomía, otra de espaldas con los tirantes del vestido medio caídos sobre mis brazos...

Acabó el carrete y se quedó mirándome fijamente.

¿qué ocurre? - le pregunté.

No, nada...

Venga, dímelo.

No, no quiero que te molestes.

Pero ¿qué pasa?

No, estaba pensando en si te importaría posar desnuda.

Pero, ¿qué dices? ¿estas loco?

Me levanté muy enfadada y dispuesta a marcharme. En realidad no estaba enfadada, lo que estaba era como una moto y con unas palpitaciones que me hacían estar más cachonda que nunca...

Por favor no te enfades, no quería molestarte. No es lo que piensas, solo son fotos, recueras que es mi trabajo, solo es arte.

Yo no estaba muy segura si aquello que decía era verdad, el caso es que el juego que me proponía parecía ir muy lejos y aunque no me atrevía, me excitaba muchísimo su proposición, lo cierto es que nunca me había hecho ninguna foto desnuda y eso me asustaba. Él seguía comportándose como todo un caballero:

Olvidalo, pero por favor, no te enfades conmigo.

No, si ya sé que no lo haces con malas intenciones, pero me siento rara, me da mucha vergüenza, no sé, soy algo tímida.

Oye, que esas fotos solo quedarían entre tú y yo, no las voy a vender a Play Boy o algo así ¿eh?, además hago el revelado yo mismo, pero nada, no te apures, caso cerrado y punto.

La cosa quedó ahí por el momento, tomamos otra copa, bailamos un rato sobre la alfombra y conversamos tranquilamente como si nos conociéramos de toda la vida. De mi cabeza no se apartaba su proposición de fotografiarme en pelotas.

Esta bien. - le dije.

Esta bien ¿qué?

Que posaré desnuda para ti.

No, no quisiera forzarte a algo que no deseas.

Si, lo deseo, la idea me atrae muchísimo. Se que harás un buen trabajo.

¿Estas segura?

Si, lo estoy.

No sé muy bien si debido a mi calentura o al alcohol, pero quería hacerlo, deseaba desnudarme ante él, pero más que para ser fotografíada, lo que deseaba es que me viera desnuda, provocarle, excitarle, sabía cuanto le gustaba y eso me producía un morbo y un gusto terribles.

Bien, ponte cómoda, cuando te hayas quitado la ropa me avisas, estaré en mi habitación preparando la cámara ¿vale?

Esta bien.

Me despojé de mi vestido, me saqué el sostén y las braguitas y volví a tumbarme en el sofá completamente desnuda, pero me tapé con dos cojines hasta que él llegara.

Colocó su cámara de nuevo en el trípode, encendió los focos y me observó durante un rato, mientras yo permanecía tumbada tras los cojines, uno tapaba mi pecho y otro mi sexo.

Estas preciosa, así, puedo ver mucho más de tu cuerpo de lo que hubiera imaginado, eres muy hermosa y te agradezco que me hagas tan feliz.

¿Has hecho fotos de desnudos alguna vez?

No nunca, contigo es la primera vez, espero que me salga bien.

Estoy segura...

Hubo un silencio.

Cuando quieras. - me dijo.

No sé si estoy preparada...

Si quieres lo dejamos. No quiero que te incomode la situación.

Es que, desnudarme así ante ti, me da corte...

Pero es algo natural ¿no?

Ya, pero tú estas vestido...

¿Quieres que me desnude yo?

Un silencio. Le observé detenidamente y le imagine desnudándose ante mi:

No sé, por lo menos así estaríamos en las mismas condiciones...-contesté.

No hubo que pedírselo dos veces, se puso frente a mi y se fue desabotonando la camisa, aquello era una locura y por un momento me dieron ganas de salir corriendo de allí.

Su pecho era fuerte, sus brazos también, me sonreía mientras se quitaba los zapatos, luego se soltó el cinturón, se bajó los pantalones y despues su última prenda, quedándose completamente desnudo ante mis ojos. Era mucho más guapo todavía de lo que había imaginado y su cuerpo era precioso, estaba buenísimo y yo muy cachonda. Mis ojos se dirigieron a su polla que aunque no estaba en erección parecía empezar a tomar un volumen mayor de lo habitual. Me encantaba, tenía una polla preciosa. Yo notaba los latidos del corazón entre mis piernas y como aumentaba el tamaño de mis pezones.

¿Qué tal así? ¿Te sientes más cómoda?

Creo que si.

Me despojé del primero de los cojines que tapaba mis tetas y observé su reacción. Se quedó mirándome fijamente. Su polla empezó a crecer hasta ponerse casi en erección, algo que a él le incomodaba, pues no era algo que podía controlar. A mi aquello me producía un gusto mayúsculo, me sentía cachonda por la situación. Me despojé del segundo cojín y se quedó observándome durante un rato. Su polla se puso como una piedra:

Estás buenísima, Dios mio eres un sueño hecho realidad.

Te veo un poco apurado, jajajaja.

Me encantaba verle desnudo con aquella terrible erección y que me viera desnuda, al fin y al cabo era su musa ¿no?

Túmbate de costado y agárrate el pelo - me iba ordenando.

Cuanto más le observaba más me gustaba y deseaba que se acercara a mi y me besara, me acariciara, me follara... pero ninguno de los dos dábamos ese crucial paso.

Fue tomándome toda clase de fotos, desde arriba, desde abajo, colocándome de rodillas, tumbada, sentada, para pasar a fotos más sexys, acariciando mis pezones, abriendo ligeramente las piernas, desde atrás acariciándome el sexo. Era impresionante su control sobre sí mismo y que no se hubiera tirado sobre mi.

Otra de sus ocurrencias fue embadurnarme con miel para sacar más fotos eróticas, primero me esparcí la miel yo misma pero luego él me ayudó a hacerlo por las piernas, al notar sus caricias no pude evitar soltar un gemido, después siguió extendiéndome la miel por los hombros, por la espalda, por el culo, por mis brazos, hasta que le llegó el turno a mis pechos, sus dedos tropezaban una y otra vez como mis erectos pezones, aquello me volvía loca, luego su mano siguió por mi cintura y extendió la miel entre mis muslos sin llegar a tocar mi sexo, yo deseaba tenerle encima mío y sentir su polla dentro de mi, pero no acababa de decidirse, yo estaba a punto de agarrarle y animarle a dar ese paso, sin embargo ese juego prohibido, morboso y excitante hacían que la situación fuera más cachonda todavía. Cualquier hombre no hubiera podido aguantar tanto y eso le hacía mucho más deseable. Su polla no disminuía de tamaño y su glande estaba brillante por las primeras gotas que salían de él. El ultimo carrete se acabó y la sesión fotográfica tambien.

Y ahora ¿qué hacemos? - pregunté toda insinuante.

Será mejor que te duches, ya que estas llena de miel.



Él se comportaba muy profesionalmente pero yo deseaba tenerle encima de mi, quería ser follada por él, mi calentura era superior a mi y deseaba que me penetrara con su hermosa polla, normalmente estas cosas ocurren al revés y soy yo la que se resiste, pero esta vez él me hacía sentirme como una loca.

Está bien me ducharé, ¿me ayudarás a quitarme este pringue?

Claro, será un placer.



Nos metimos los dos en la pequeña ducha y el agua recorría nuestros cuerpos desnudos, él me iba ayudando a quitarme la miel de mi piel, sus manos se deslizaban por mi espalda lentamente, lo hacía con parsimonia deteniéndose en cada centímetro de mi piel, por mis hombros, me acariciaba los pechos tras de mi, notaba su polla rozando en mi culito, me tocaba los muslos, pero nunca tocaba mi conchita, lo debía tener guardado para una mejor ocasión, yo en cambio no pude aguantar más y le pedí a gritos:

Nano, por favor, fóllame, no aguanto más.

Él sonrió me giró colocándome frente a él, nuestros cuerpos se juntaron y nos fundimos en un apasionado beso, nunca había sentido tantas ganas de comerme a alguien. Me tomó en brazos y me llevó hasta su habitación, me tumbó sobre la cama y se quedó observándome mientras yo abría las piernas dispuesta a que se lanzara sobre mí, pero nada más lejos de mi intención, se tumbó junto a mi y con uno de sus dedos empezó a recorrer mi anatomía como dibujando una linea sobre mi cuerpo, por mi cuello, por mis hombros, rodeaba mis pezones, bajaba por mi cintura y luego llegaba a mi pubis pero no llegaba a rozar mis pelitos, le tomé de una mano y le ayudé a que bajara más, pero él en cambio la retiró y siguió por mis muslos mientras me sonreía con una mueca burlona, sabiendo lo que me estaba haciendo sufrir.

A continuación fue su lengua la que comenzó a recorrer mi cuerpo desnudo, primero mi cuello, mis orejas, mi frente, mis ojos, mis labios, mi barbilla, mi cuello de nuevo, mi pecho, pero sus labios no llegaban a rozar el pezón, aún así yo sentía un gusto terrible, estaba mojadísima, estaba lubricando más de lo normal, pues en otra situación ya estaríamos follando hace rato, sin embargo él quería recrearse con ese momento y quería darme un gusto fuera de lo normal, cosa que estaba consiguiendo... sus labios y su lengua recorrían mis caderas, la parte externa de mis muslos hasta llegar a mis pies, después continuó por la parte interna de mis muslos mientras yo estaba bien abierta de piernas, su lengua y sus labios dibujaban mis muslos, hasta rozar con su nariz mi pubis, entoces su lengua recorrió mis ingles, yo me giraba con la intención de que me chupara el clítoris, que me comiera entera, pero él disfrutaba alargando mi gusto y haciéndome rabiar. Sus labios rozaron mis ingles de nuevo y esta vez se acercó más a mi sexo hasta llegar a notar su aliento, su lengua dio una pequeña lamida sobre mis labios interiores y succionó ligeramente mi clítoris. Apoyó su barbilla en mi monte de venus, me sonrió y me miró a los ojos:

Lydia, tienes el coño más lindo del mundo.

Después siguió chupándome lentamente abarcando por entero mis partes más íntimas, con sus labios recorría mis labios vaginales y con su lengua rozaba una y otra vez mi abultado clítoris.

Yo no aguantaba más.Le volví a pedir a gritos:

Fóllame, fóllame, te lo suplico...

El volvió a sonreírme y esta vez se agarró la polla y empezó a jugar con ella y mis muslos, volvía a dibujar sobre mi, desde la rodilla hasta mi sexo pero casi sin rozarle, entonces le agarré yo misma su miembro y tiré de él hasta acercarlo a mi húmedo chochito, al sentir el roce de su glande no pude reprimir un jadeo y a continuación un orgasmo me invadió sin haberme penetrado, había conseguido correrme con solo sus caricias, era todo un artista en el arte de dar gusto.

Ayyy cabrón que gusto me das, que gusto, que gusto, que bien....

Cerré los ojos para sentir con toda la intensidad aquel orgasmo.

Esta vez fui yo la que tomé las riendas de la situación, le empujé con violencia sobre la cama me puse en cuclillas sobre él y de un solo golpe me introduje toda su polla dentro de mi coño hasta sentirlo por completo dentro de mi, fue casi como si le violara, notaba como la dureza de su miembro desgarraba mi interior, como si fuera una explosión, le acaricié los huevos y le besé con ganas comenzándo a botar sobre él como una posesa, otro orgasmo me llegó a la primera embestida, comencé a subir y a bajar sobre su polla más lentamente, sintiendo como nuestros cuerpos se fundían una y otra vez, mientras mis tetas bailaban a cada movimiento el me agarraba los pezones y aquello producía un gusto intenso en mi excitado cuerpo. Segui, seguí y seguí follándomelo tal y como había deseado, volví a tener un tercer orgasmo, era un polvo magnífico y él había conseguido hacerme muy feliz y muy cachonda a la vez.

Noté que él se iba a correr y entonces me retiré sacando su humeante polla de mi agujerito, esta vez iba a ser él el que sufriera. Le tomé por la base de su miembro y empecé a jugar con mi lengua sin llegar a rozar su glande, su erección era impresionante y estaba a punto de caramelo, si me la metía en la boca sin duda se correría enseguida y quise alargarlo todo lo que pude, aunque en realidad lo que deseaba era devorarla.

Unas gotitas salían de su capullo como invitándome a terminar la faena, primero rocé con mis dientes todo su glande y de un golpe me metí aquella tranca en la boca, apreté mis labios fuertemente y comencé a subir y a bajar por toda su longitud, su orgasmo estaba cerca y cuando la tenía metida casi hasta la garganta su explosión fue inmediata, todo su semen entró de golpe y no pude más que tragarme su leche o me ahogaba o tragaba pero lo hacía con gusto, seguí lamiéndole hasta dejarle bien limpito, saque su aparato de mi boca y le sonreí.

Gracias.

No, gracias a ti, nunca olvidaré esto.

Me apoyé sobre él y permanecimos abrazados en silencio. Despues nos duchamos de nuevo juntitos, jugamos con nuestras lenguas y nuestros sexos, volvimos a follar bajo el agua y nos secamos lentamente guardando el recuerdo de aquella emocionante velada.

Me vestí, se vistió, me acompañó hasta mi hotel y en el coche apenas hablamos, solo recordábamos el buen momento que habíamos pasado juntos, sabíamos que aquello se iba a quedar así, pero fue inolvidable.

Al llegar al hotel nos dimos un largo beso y le pregunté:

¿Qué harás con las fotos?

Las guardaré solo para mí y las veré cada mañana al levantarme.

Lo he pasado muy bien, has sido estupendo, eres todo un amante, todo lo que una mujer desea, harás muy feliz a tu mujer algún día.

Ojalá fueras tu...

Puse mi dedo índice sobre sus labios, le guiñé un ojo y me marché. Nunca más le volví a ver. ¿existió de verdad o fue un sueño?....

Lydia

miércoles, 28 de marzo de 2007

No te enfades conmigo cariño, ya se que soy una pesada, pero sabes cuanto me gusta meter mi mano en tu bragueta y sentir entre mis dedos como crece tu "cosita" y se convierte en mi "obra de arte".

Se que te molesta, estas viendo la tele, no es el mejor momento, pero precisamente por eso tiene tanto valor para mi. Percibirla dormida, esperando que mis dedos juguetones la despierten, quiero que crezca, lentamente, hasta sentir como su dureza y su tamaño se aumentan y buscan una salida de tu pantalón y la entrada en "otro sitio".

Si cariño, para mi es como irla moldeando poco a poco hasta convertirla en todo un exponente del arte. Me gusta sentir como al principio su tibieza y su rugosidad se van transformando en algo precioso… como si de una escultura se tratase. Es mi obra…

Su cabeza púrpura se estira hasta que parece querer explotar, es entonces cuando asoma frente a mi, la aprieto, la siento en toda su magnífica intensidad y una gotita transparente me llama saliendo sonriente de su punta, cuando mi lengua sale a su encuentro con auténtica devoción y frenesí.

Me acaricias el pelo, en señal de aprobación, sabía que te iba a gustar, más aun cuando mis labios la devoran, se aprietan contra ella, haciendo que esa dureza se sienta intensamente, probando hasta saber si mi garganta puede atraparla.

Mi boca sale exhausta y plena. Al hacerlo, un hilo de mi saliva y tus fluidos queda suspendido entre los dos… nuestro nexo de unión. Te miro, me miras, nos sonreímos. Vuelvo al ataque, cuando la engullo por segunda vez, sé que mi lengua no ha podido resistirse a acariciarla también, ha querido participar de ese juego. Mis dedos ayudan a bajar su piel, para sentir como tiembla, toda ella y como tus músculos se tensan.

Un impulso veloz, cargado de fuerza, de viva energía sale de ti, como un rayo contra mi paladar, inundando mi boca, mis dientes, mi lengua. Aprieto mis labios y absorbo con más fuerza para tragar y tragar todo lo que viertes en mi garganta… es una delicia… te quiero.

Lydia

martes, 27 de marzo de 2007

La azafata me despertó para avisarme de que la cena estaba lista, justo en el momento en el que me encontraba en uno de esos dulces y calientes sueños que le dejan a una flotando… tal y como el avión que me transportaba en esos momentos a Río.

Estaba loca… "Enajenación mental transitoria", diría mi psicólogo, pero ahí estaba yo de camino a la fogosidad, al placer, al paroxismo… Mientras colocaba mi asiento y me servían la bandeja, intentaba acaparar en mi cabeza esos momentos que el sueño me había dejado, en una paz, en un placer tan dulce…

Me preguntaba: ¿Cómo empezó todo?... Recuerdo cuando Sergio, un gran amigo, se presentó en casa el día de mi cumpleaños acompañado de un cliente suyo, un brasileño llamado Mario. Nada más verle, tras estrechar su mano y darle un par de besos, con solo su mirada, una profunda y cautivadora mirada… quedé profundamente impresionada. Fue una de esas veces en las que tu cerebro no reacciona y te vence hasta el extremo de no poder moverte, como si todas las partes de tu cuerpo se hubieran congelado… ¿Flechazo o atracción sexual?… Sinceramente, no lo sé.

Siempre han dicho que los brasileños son de otra pasta, de cuerpos perfectos, miradas profundas y grandes artistas en la cama, sin duda aquel hombre cumplía todos esos requisitos y algunos más. Creo que era simplemente… ¡Perfecto! Mi amigo me había hablado de Mario anteriormente, de lo bueno que estaba el brasileño en cuestión, de cuanto me iba a gustar, pero nunca creí que hasta ese extremo. Fue un chispazo, un cortocircuito diría yo, y es que no pude evitar sentirme terriblemente atraída por él. Mi cuerpo percibía esas transformaciones, tanto que mis pezones se endurecían a más no poder, el calor subía por todo mi cuerpo y mi chochito emanaba flujos en grandes cantidades… Me había puesto más que cachonda en tan solo unos segundos… era increíble y solo ante la visión de un portento "Made in Brazil". Para que luego digan que solo los hombres son "visuales"... yo me quedé prendada con ese chico.

No pude perderle de vista en toda la velada, cada vez que le veía charlar con alguien le observaba, le admiraba, le deseaba… Buscaba la ocasión para enviarle la mejor de mis sonrisas, el más audaz de mis movimientos sensuales… Imagino que presa de la hipnosis o de esa locura temporal, aproveché el descuido de mis invitados a la fiesta, incluido mi novio, y me llevé a Mario al garaje de mi casa. Allí donde nadie pudiera molestarnos. Recuerdo su cara de asombro cuando le di la mano, arrastrándole tras de mí. Más asombrado aún cuando le puse literalmente contra la pared y me despeloté en un abrir y cerrar de ojos y la sorpresa de los suyos al verme así, sin vergüenza ninguna, mostrándome desnuda ante él con todo descaro, pidiendo ser poseída por semejante regalo caído del cielo. Reaccionó con una extensa sonrisa, mientras sujetaba mis manos y me decía:

- Me gustan las mujeres tan calientes y atrevidas como tú…

Un beso apasionado acompañó a miles de caricias, para acabar chupándonos, lamiéndonos… No solo dejé que me devorara el coño, cosa que hizo con auténtica maestría, sino que mi cuerpo fue suyo para todo lo que hubiera querido hacer con él… y que por supuesto, hizo. Follamos de todas las maneras posibles, como dos amantes furtivos y necesitados de sexo, a escondidas, sin decirnos una palabra y a pocos metros de varios de mis invitados… de mi propio novio ¡Dios mío!. No me importó nada ni nadie, ni siquiera cuando me dio la vuelta y previo masaje manual, ensalivando la zona con dulces caricias, mi culo también fue suyo, algo que nunca había dejado hacer antes a mi chico…

Hasta ahí, la historia podría haber sido considerada dentro de una cierta normalidad; digamos que la mezcla de fiesta, alcohol, joven guapo, cachondez… forman parte de un explosivo, y todo pudiera haber sido entendido dentro de lo "comprensible". Sin embargo, lejos de conformarme con eso, a los pocos días del regreso de Mario a su país, yo me quedé muy triste, decaída, hecha polvo… Había sido atrapada por las redes de algo que no podía controlar, estaba fuera de mi propio alcance y entendimiento. Aquel hombre desconocido, ese que me había hecho el amor como nadie… ese ángel divino, de cuerpo celestial, no estaba a mi lado…

Por ese motivo, dado que la oportunidad de volver a estar con él nuevamente no se me presentaría por azar, decidí ir en su busca, fuera donde fuera, lejos de pensar en lo que estuviera bien o mal, encontrarme de nuevo con él, aunque tuviera que viajar hasta los confines del Universo… quería sentir nuevamente ese hermoso cuerpo abrazándome, acariciándome, sentir ese miembro adorable dentro de mis agujeritos.

Encontré una excusa para mi novio, diciendo que tenía un nuevo viaje de negocios y lo único que hice fue coger el pasaporte y tomar el primer vuelo a Río de Janeiro para encontrarme con Mario, sin importarme nada más.

Tras la cena de ese vuelo de mis sueños y, rememorando esos momentos tan placenteros, volví a quedarme dormida, pero esta vez el sueño fue todavía más fuerte, más sentido… Mario me poseía, me hacía suya como un amante que siempre había esperado, tan claro, como si ese sueño fuera una realidad…. En un estado de sopor en el que mi cuerpo se había entregado de lleno a esa visión que cuando desperté estaba bañada en sudor y mi vestido se había pegado a mi cuerpo.

Me dirigí al baño y allí observé mi imagen en el espejo: Pómulos sonrosados, ojos brillantes, mi rostro húmedo… sin duda tenía una calentura de campeonato, algo parecido a una fiebre que me proporcionaba el recuerdo de Mario y su cuerpo… ese endiablado e increíble cuerpo.

Sin dejar de mirarme al espejo, acaricié mis pechos observando como el calor aumentaba por momentos… Levantándome el vestido noté como mi tanga estaba empapado, me lo quité y mi coñito apareció en el espejo mojadito e hinchado. Apoyando una mano en el lavabo con la otra acariciaba mi sexo, le pellizcaba, hasta bajar la mano y poco a poco acariciar mi rajita con mi dedo anular, lentamente, acompasadamente al principio, para a continuación acelerar el ritmo y sentir mi propia masturbación como si me la estuviera haciendo Mario con sus habilidosas manos. Me corrí entre jadeos pensando que seguramente pudieran oírse por todo el avión. Noté algunas miradas cuando regresé a mi asiento y no me sentí avergonzada, al contrario, parecía estar orgullosa de tener sobre mi cuerpo la calentura de mi amante.

A la llegada a Río mi cuerpo parecía pedirme más y más guerra, pensando que mi hombre estaría esperándome dispuesto a todo, igual que yo. En la sala de llegadas del aeropuerto estaba mi amante carioca. Me agarró por la cintura con sus cuidadas y grandes manos y me plantó un beso en los labios que me dejó un regusto delicioso:

- Hola reina, estás preciosa…

Mi indumentaria era más bien escasa: Un vestido empapado era lo único que llevaba encima, pues mi tanga estaba aprisionado en mi puño. Se lo entregué a modo de regalo y de anticipo de todo lo que iba a suceder ese fin de semana, algo que agradeció con una extensa sonrisa. Él vestía una camiseta negra ajustada que remarcaba un impresionante tórax y su abdomen musculoso, y con vaqueros también ajustados y algo rotos, que le daban un aspecto más salvaje todavía.

- Tú si que estás bueno Mario. Te comería aquí mismo… - Ufff, mujer, no me digas eso que me pongo a cien… de hecho ya lo estoy en cuanto te he visto.

Me acerqué a su oído para que nadie nos oyera.

- Mario, quiero que me penetres una y otra vez, como hiciste en mi casa, quiero ser tuya, sentirte entero, no puedo evitar mojarme con solo nombrarte y ahora estoy tan cachonda que no respondo de mi. Dejaría que me follaras en medio de esta sala repleta de gente. Quiero que me mates de placer… - mis palabras salieron por inercia. - A mi también me gustaría, pero antes de que nos detengan por escándalo público, vámonos a mi apartamento…

Me tomó de la mano y me preguntó si no tenía equipaje.

- No lo necesito amor mío, contigo tengo suficiente, no quiero nada más. Quiero aprovechar los tres días que estaré aquí para follar contigo sin parar, quiero tu polla, tu cuerpo, tus besos… eres mi droga… necesito estar unida a ti…

No creía estar pronunciando esas palabras, pero era lo que sentía, difícilmente podía controlar esos instintos animales que me habían llevado a estar con él de una forma tan compulsiva e infantil.

Tomamos el primer taxi y le pedimos que nos llevara con urgencia a la dirección que Mario le dio escrita en un papel, junto a unos reales. El coche arrancó como alma que lleva el diablo. Esa velocidad y mis ganas de ser esclava de aquel guapísimo hombre moreno, hicieron que nos fundiéramos en un beso, que no era otra cosa que un cúmulo de mordiscos, lametones y juegos de lenguas que nos transportaban al séptimo cielo.

Bajé la bragueta de su pantalón y notando que no llevaba nada debajo, saqué su hermosa polla que para entonces se mostraba en todo su esplendor. Miré al espejo y vi los ojos abiertos de par en par del taxista. Le guiñé un ojo, y con una sonrisa le invité a que fuera nuestro espectador privado, sin pensar que eso podría provocarnos un accidente por distracción. Cuando metí el sonrosado glande de mi enamorado en la boca, sentí que todos los sabores del mundo se habían juntado en mi paladar y no pude refrenar las ganas de chuparlo hasta dejarlo seco. El dedo corazón de mi adorado amante se abrió paso entre mis piernas, bajo mi vestido introduciéndose hasta lo más hondo de mi coñito, haciéndome estremecer. Yo seguí chupando su miembro con tantas ansias, con tanta concentración, que cuando quise darme cuenta ya habíamos llegado a su apartamento. No sé ni como no nos matamos por el camino con aquella velocidad. El taxista, un hombre mayor, seguramente habría alucinado con nuestro numerito, y solo se despidió de nosotros con una larga sonrisa. Le di un beso en la mejilla en señal de agradecimiento y salí del taxi abrazada a Mario… no podía estar separada de él ni un segundo.

En el ascensor también nos comimos literalmente las bocas, besándonos y acariciándonos como adolescentes desesperados… Al entrar en su apartamento lo primero que hice fue cerrar la puerta tras de mi, soltar los tirantes de mi vestido y dejarle caer al suelo quedando completamente desnuda frente a él de la misma manera que cuando me visitó en mi casa. Sabía cuanto le gustaba verme actuar así… Después no le dejé otra opción a que hiciera lo mismo con su ropa hasta quedar los dos sin otra indumentaria que nuestra propia piel. Así quedamos, desnudos… frente a frente… Nos sonreímos mutuamente y le dije en un susurro:

- Te pertenezco.

Mario me agarró por las caderas y me subí a él, abrazando con mis piernas su cintura. Seguí besándole por toda la cara en el trayecto hasta el dormitorio, allí me tumbó sobre la cama, tiró de mis piernas hasta dejar mi culo al borde, se agachó ante mi mojado chochito y comenzó a lamerlo con sumo cuidado sin dejar de mirarme a los ojos. Mi cuerpo se estiraba cuando sentía su lengua acariciar mi clítoris. No dejé que siguiera por ese camino, porque unos segundos más y me hubiera corrido como loca…quería sentirlo pero con toda su verga inundándome el coño, arrancándome el más recóndito de los placeres de mi interior. Fue entonces cuando tomé las riendas y le tumbé sobre la cama colocándome sobre él, dándole la espalda. Al frente había un espejo que mostraba nuestros cuerpos desnudos y sudorosos... Agarré su palo por la base orientando la cabeza a la entrada de mi sexo. No costó mucho que se hundiera hasta lo más profundo y que nos provocara un gemido largo y sentido por ambos. Comencé a cabalgar en un acompasado vaivén, percibiendo en toda su intensidad como su verga se abría paso dentro de mi lubricada vagina. La imagen del espejo era para mi la de una desconocida, pues no creía estar haciendo eso… Sonreí viéndome reflejada en él. Mis tetas bailaban al compás de un reconfortante polvo, con un gusto que me transportaba a un paraíso del que no quería escapar… Deseaba con todas mis fuerzas alargarlo por el mayor tiempo posible, pero el placer era tan profundo, tan rico, que no pude evitar tener un orgasmo lleno de gemidos y convulsiones. Mi compañero pronunciaba suaves palabras, acariciando mi espalda, que añadían todavía más calor a mi cuerpo… mi piel se erizaba y mis manos se sujetaban fuertemente a sus brazos sintiendo cada centímetro de su miembro dentro de mi. Giré sobre mi misma, despacito, tratando de no perder la penetración, quedando sobre él cara a cara. Mis tetas se apoyaron sobre su pecho y en esa posición permanecimos un largo rato. La sensación era muy agradable…su polla dura dentro de mi, su lengua caliente jugando con mis labios y su cuerpo sudoroso bajo el mío… ¿Hay acaso mayor placer?

Me incorporé agarrándome al cabecero de la cama, lo que me ayudó a hacer más fuertes las acometidas dentro de mi caliente coño, sintiendo la verga de ese divino brasileño con mucha mayor intensidad, percibiendo cada centímetro de su carne en mi interior. Nunca había echado un polvo con tantas ganas. Mario no tardó en correrse con una fuerza increíble, hasta el punto de notar cada uno de sus chorretones en mi vagina… Uno, dos, tres y hasta cuatro veces pude sentirlos llegar hasta la matriz...

Mi cuerpo cayó nuevamente sobre el suyo para permanecer abrazados durante unos minutos en los que saboreamos todas las mieles del placer. Mirándole a los ojos, le di una lamida a sus labios y le susurré suavemente en su oído:

- ¿Quieres de nuevo mi culito?

No contestó, solo sonrió afirmando ese deseo. Me colocó boca abajo en la cama, puso una almohada bajo mi vientre y mi culo quedó expuesto hacia él en pompa. Mojó sus dedos con nuestros jugos y me los fue introduciendo por ese pequeño orificio poco a poco… uno a uno… No tardó en dilatarse, porque Mario era un experto en ponerme tan loca que hubiera hecho cualquier cosa en ese momento, me sentía entregada, relajada y tremendamente excitada. Al sentir su glande intentando abrirse paso por mi conducto trasero, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Y cuando este logró entrar lentamente la sensación se convirtió en un calor intenso que subía por mi espalda y que me hacía estremecer. Cada centímetro que avanzaba su tronco en mi estrecho agujero me producía más y más placer y cuando estuve completamente empalada por mi guapo brasileño, grité de locura, de dolor, de gusto, de rabia contenida… de todas esas sensaciones que estaban dentro de mi y que ahora expulsaba por mi boca…

Mario se agarraba a mis caderas y bombeaba con tanta habilidad, con tanta armonía, que creía haber entrado en otra dimensión del placer, que se incrementó aún más cuando sus dedos jugaron entre mis piernas hasta llegar a mi clítoris. En cuanto lo hizo me corrí como nunca, llena de espasmos y movimientos involuntarios… Al poco rato y sin dejar de taladrarme una y otra vez en mi agujero posterior, sus manos acariciaban mi espalda mientras musitaba con dulces palabras el gusto que sentía… Se corrió dentro de mí de nuevo y cuando sacó su chorreante miembro, su semen se desbordaba y deslizaba entre mis muslos como si fuera una catarata.

Creo que nos quedamos dormidos durante un buen rato, no sé cuanto, pero el suficiente para volver al ataque una vez más, hasta volver a quedar rendidos de nuevo y nuestros cuerpos exhaustos. Durante los tres días que estuvimos juntos en su apartamento no dejamos de amarnos, con la misma fuerza y tanta pasión como la primera vez. A pesar de nuestros cuerpos doloridos, la sensación de placer y de vivir momentos tan intensos fue tan grande que no importaba todo lo demás.

La despedida fue lo más difícil, dejar Brasil y a mi amante perfecto, ese fantástico hombre que dejó un recuerdo imborrable en mi... Tan costosa fue la separación que mi dependencia de él tuvo que ser tratada por un profesional, que intentó ponerme los pies en la tierra. Sin embargo esa sensación de necesitar de nuevo el cuerpo de Mario, no ha desaparecido todavía…

Lydia

lunes, 26 de marzo de 2007

Por Lydia y Saeta

Era sábado y bastante temprano cuando oí la puerta, mi novio había salido hacia el trabajo. Miré el despertador y no eran todavía las 7 de la mañana, me dí la vuelta en la cama para seguir durmiendo y así lo hice pues me encontraba bastante cansada. Una media hora después me desperté sudorosa y con la respiración agitada. No, no había sido una pesadilla ni nada parecido, había sido un sueño erótico.

Cerré los ojos y me concentré, pues el gusto que tenía en todo el cuerpo después del sueño era tan grande que intentaba conservarlo dentro de mi durante el mayor tiempo posible. Me acurruqué como un ovillo, bien tapadita con la manta. Estaba relajada intentando regresar a mi ardiente sueño, pero, no sé por qué, no podía volver a dormir. Miraba con desesperación el

radio-despertador que, iluminado en la obscuridad, me decía en silencio lo despacio que pasaba el tiempo.

Instintivamente me llevé la mano a mi sexo y al pasar los dedos por encima de mi braguita noté como me había mojado, como pocas veces, retiré el elástico de mi prenda íntima y pasé los dedos directamente por mis labios vaginales que estaban hinchados, como si hubiera echado 10 polvos seguidos... Estaba realmente excitada y debía haber disfrutado de unos buenos momentos que intentaba recordar pero lo hacía vagamente... ¿Qué era lo que me había excitado tanto? Indudablemente un sueño erótico de lo más ardiente, fue entonces cuando de repente empecé a recordar... La imagen de mi sueño se iba dibujando lentamente en mi cabeza: Yo salía de un edificio con una minifalda cortita y debajo no llevaba nada más, iba sin braguitas, podía notar como el aire se metía por debajo de mis muslos, era una sensación muy placentera... luego entraba en un bar y... aparecía un chico que me miraba como si adivinase que yo solo iba con la minifalda.... Pero.... qué tontería!

Me levanté medio sonriendo y medio enfadada, por no haber podido dormir como me hubiera gustado para seguir disfrutando de mis sueños. A las 9:30 ya había desayunado. ¿Qué podía hacer? Esperar en casa a que volviera mi novio, no era una idea que me atrajera, ya que eso podría hacerse largo, así que opté por salir de compras, aunque al final no comprase nada. Me encanta ir de compras y con mi novio no siempre puedo hacerlo a gusto, así que pensé en dedicarme a mí durante toda la mañana. Me gustó la idea.

A las 10:30 estaba en la zona céntrica de la ciudad, donde estaban todos los comercios. Yo miraba los escaparates, entraba en las tiendas curioseaba, sin ánimo de comprar nada. De pronto, me dio un vuelco el corazón.

Era ella, sí, sin duda, era ella… la minifalda que llevaba en mi sueño y estaba allí expuesta en un maniquí de aquella tienda. La misma minifalda marrón, con dos bolsillos, tal y como la soñé. Allí estaba, además rebajada... era tan bonita.... Desgraciadamente sólo les quedaban tallas sueltas. Me apresuré, entré y pregunté directamente por la falda del escaparate. "Es la única que queda, si se la quiere probar?" – me preguntó la dependienta. Yo asentí con una sonrisa.

Estaba entusiasmada, era todo calcado a mi sueño...

Entré en el probador y me quité los pantalones vaqueros tan rápido como pude, como si el hecho de que me diera prisa fuera a hacer que la falda me sirviera. Ahí estaba yo, con la falda de mi sueño en la mano, dispuesta a probármela. Tomé aire profundamente y metí una pierna, luego la otra y subí la falda hasta mis caderas. Era increíble! Aquella minifalda me quedaba como un guante! Era preciosa y me quedaba fantástica, era ideal....¡perfecta !... era la minifalda de mi sueño! Se adaptaba a mis caderas, acariciándolas y luego caía en un beso hacia mis nalgas, abrazándome ni muy fuerte ni muy suave. Me miré una y otra vez al espejo, estaba ilusionada, como una niña con zapatos nuevos... Despues de estar un buen rato mirándome al espejo con mi nueva prenda, me la quité y volví a calzarme los vaqueros, pero la emoción era tan grande que salí con la falda en la mano apresuradamente, como si me la fueran a robar y pidiéndole a la dependienta si había algún problema en que me la llevara puesta. Ella me miró algo extrañada pero me dijo que no había ninguno. La pasó por la caja, le quitó la alarma, la etiqueta con el precio y me la entregó.

Yo volví al probador y me quité el pantalón tan deprisa que arrastré las braguitas que llevaba de forma que el pantalón se quedó en mis tobillos y la braguita atrapada en mis rodillas. Me miré en el espejo del probador y sonriendo me dije : « es lo mismo que mi sueño !!, pero...«¿ porqué no ? » y con decisión me quité también las bragas.... Si, ese sueño se iba a cumplir, habría que ayudarle para que fuese completo.

Me contemplé desnuda de cintura para abajo un ratito y comprobé una vez más que estaba muy caliente, me guiñé un ojo a mi misma frente al espejo en signo de complicidad con mi otro yo.... observé como si sexo se notaba abultado, enrojecido... pensé que debía ser por habérmelo recortado el día anterior, ya que siempre me gusta llevarlo muy recortado como una hilera de pelitos alrededor, es algo que cuido como cualquier otra parte de mi cuerpo, pero el hinchazón de mi sexo no parecía producido por eso y menos todavía el brillo que denotaba una excitación fuera de lo normal. Me gusta observar mi coñito, no sé si será especial, pero es algo que me gusta contemplar sobretodo como ahora con esa excitación.... pasé dos de mis dedos a lo largo de esa rajita húmeda y solté un resoplido por el gusto que eso me producía.

Me puse nuevamente la falda y me miré una vez más al espejo. Era corta... bastante corta y si me agachaba se me vería todo. Con el viento, no había problema, era lo suficientemente ajustada para no levantarse inoportunamente... pero... era tan corta... bueno... pensé: "las minifaldas son así..." Me miraba y miraba y había algo que no me gustaba del todo, intentaba recordar mi sueño y encajarlo en la realidad, no caía en la cuenta qué era, pero algo no encajaba.

Por fin me di cuenta de lo que era. Algo no encajaba con mi sueño. En el sueño no llevaba tampoco sujetador, así que me lo quité. Me volví a contemplar y ahora sí que sí, era tal y como soñé... Guardé las braguitas y el sujetador en el bolso y salí con el pantalón en la mano. Le pedí una bolsa a la dependienta para guardarlo y ella, muy amable, me cogió el pantalón, y lo comenzó a doblar. Cuando pasó la mano por la entrepierna del pantalón, se sobresaltó ligeramente, me miró y sonrió, para, seguidamente, terminar de doblarlo, guardarlo en la bolsa y entregarme ésta.



-Adiós - dije yo.

-Que disfrute de su compra – contestó ella con una sonrisa en la boca a la que no pude por menos de corresponder.



Y salí a la calle. A pesar de estar en Noviembre preferí no ponerme la gabardina y mejor llevarla en el brazo, pues quería lucirme con mi nueva indumentaria, deseaba ser admirada... lo necesitaba... No importaba que apenas llevara nada de ropa contra el frío, tan solo un top ajustado bastante fino y mi nueva minifalda, pero eso, la verdad, era lo de menos, estaba realmente caliente como para abrigarme más ...

Al principio, todos parecían mirarme raro, o eso intuía yo, como si se dieran cuenta de que iba desnuda bajo mis dos ajustadas prendas. Borré ese pensamiento de mi mente. Era imposible, eran miedos psicológicos y me lo repetía a mi misma una y otra vez. Cuando hube borrado aquella idea, comencé realmente a disfrutar. Me sentía libre y además estaba cachondísima, a ese paso, posiblemente lograría tener un orgasmo sin siquiera tocarme. Notaba como salía jugo de mi chochito y se deslizaba por mis piernas. Estaba tan mojada que tuve miedo de que se empezara a ver el líquido por debajo de mi falda. Así que entré al primer bar que se me cruzó....

No, no podía ser, era increíble, ante mis ojos estaba.... el bar del sueño! Todo igualito a mi sueño.... Pero, ¿cómo podía ser? No había estado ahí nunca antes en mi vida y todo me era familiar, hasta el camarero era el de mi sueño, parecía que todo se iba convirtiendo en realidad, como algo premonitorio.

Pedí un café cortado y mientras me lo servían, me fui al servicio a ver si me podía secar un poquito. Entré y me miré al espejo. Mis carrillos ardían y se notaban encarnados debido a la excitación que me había proporcionado el paseo desde la tienda hasta ese bar, con aquella ajustada minifalda... tomé un poco de papel y lo metí entre mis piernas, note mucho calor en mi sexo.... pasé por mis labios hinchados el papel higiénico y me los sequé. Luego seguí hacia abajo, secando mi entrepierna con suavidad. El chorretón casi asomaba por debajo de mi falda. Nunca había estado tan húmeda.... y tan cachonda sin haber hecho apenas nada.

Salí del servicio y me dirigí a la barra, donde esperaba ya mi cortado. Pagué y me lo llevé a una mesa del rincón. La más discreta del local. Me acomodé y empecé a tomar el café. Me supo riquísimo. Esta no sería mi última visita a aquel bar. Entonces me dio por mirar a la pared del frente y me percaté de la existencia de un espejo y me ruboricé. En ese espejo había un chico, que me miraba a su través sonriente. Fijaba sus pupilas con rabia en las mías esperando el cruce de miradas que en ese instante se produjo y saltó la chispa. Bajé rápido la vista hacia mi cortado, sentí cierto corte, pero me gustaba al tiempo saberme perseguida por aquellos ojos. No me atrevía a volver a mirar al espejo. No sabía que me pasaba. ¿Por qué me sonreía ese chico? ¿Me habría visto algo más allá que los ojos... ? No, no podía ser, el espejo empezaba más arriba, intenté quitarme de encima los miedos... Volví a mirar al espejo. Ya no estaba allí. ¿Había sido imaginación? ¿parte de mi sueño?... No, la respuesta no se hizo esperar.



- Puedo sentarme contigo, preciosa? - me dijo un voz cálida muy cercana a mi oído.



Giré mi cabeza, sorprendida, le miré y era él. Era alto y fuerte, con una cara muy agradable, sentí confianza…. Vestía una gabardina azul abotonada y debajo debía llevar un traje de chaqueta... aunque eso sólo lo adivinaba yo... su mirada era... no sé cómo era! Yo no quería que pasara nada e iba a decirle que no, cuando escuché, como una espectadora, cómo mi propia voz le decía:



- Por supuesto.



Acerté justo a cruzar un poco mejor las piernas, ya que se estaba sentado delante de mí y me sentía desnuda frente a él. Le sonreí. Notaba cómo mi jugo hacía patinar mis piernas entre sí.

A partir de aquí todo sería borroso con respecto a mi sueño, pues casi no recordaba nada más, recuerdo haber despertado justo después de ese momento. Ahora me tocaba decidir a mi, era el momento de vivir la realidad... o continuar ese sueño....

De pronto me vino un miedo atroz, un miedo incontrolable….¿Pero que estaba haciendo?, estaba comportándome como una idiota, tonteando con un chico (bastante parecido al de mi sueño, aunque en realidad este era más guapo) y además yo estaba muy caliente con sentirle enfrente de mi observándome con tanto descaro, sin decir nada, solo mirándome. Yo tenía novio y no debía continuar con el juego, no quería seguir... no debía seguir, estaba tan confundida que no sabía en que podría acabar todo aquello, me puse nerviosa.



- Me tengo que ir - es lo único que alcancé a decir, mienntras me levantaba, cogía mi bolso y mi gabardina y salía despavorida de aquel bar, por miedo, por vergüenza, por precaución...



El pobre chico se debió quedar con una cara.... pero opté por lo que creía más correcto en ese momento, me sentía bien por haber tomado esa decisión y al mismo tiempo me arrepentía por no haberme quedado… era un lío en mi cabeza.

Mis pasos avanzaban decididos por la calle, aunque sin rumbo a ninguna parte, el sonido de mis tacones contra la acera retumbaba por todos lados y eso me gustaba, a partir de ese momento me sentía la dueña del mundo y notaba todas las miradas dirigidas a mi, parecía más bien ir caminando desnuda, esa era mi impresión, pero ya no me importaba, al contrario, disfrutaba sintiéndome observada... Luego giré en una esquina y

tomaba calle abajo dispuesta a dirigirme a ningún lado. Pasé junto a un edificio en construcción y me pareció notar que todo se paraba a mi paso... solo se oía "mira que rubia".... "tia buena"... "vaya piernas"... "voy a soñar contigo preciosa"...

Aquello me puso más cachonda de lo que estaba... seguí con mi paso firme y justo cuando estaba a una distancia prudencial miré hacia atrás y vi que en aquella obra todos los hombres seguían mi trayectoria sin perder detalle... "si supieran que no llevaba nada bajo la minifalda...", les sonreí, y con mi mano levanté ligeramente un costado de la minifalda para que alucinaran aún más con uno de los cachetes de mi culito desnudo y seguí caminando por aquella calle hasta desaparecer de su vista... no pude evitar una carcajada por la situación. Realmente estaba disfrutando como nunca con todo aquello.

Llegué a una parada de autobús y había dos hombres, el primero de unos cincuenta años leía un periódico y el otro de unos veinte estaba apoyado contra el cartel de la parada escuchando música con unos walkman. El joven fue el primero en advertir mi presencia en la parada y me hizo un chequeo exhaustivo de arriba a abajo, primero mi cara, luego fue bajando por mi top hasta llegar a la altura de mis tetas, donde se recreó al ver que mis pezones se marcaban bajo la tela, disfrutó con mi cintura al aire y el piercing de mi ombligo y sonrió de oreja a oreja al llegar a mis piernas que parecían más largas con aquella minifalda tan corta. Después el hombre del periódico me hizo otro chequeo y también pareció gustarle lo que vio, porque cerró el periódico de golpe y a partir de ese momento tan solo siguió mirándome. Yo le veía de reojo y disfrutaba sintiéndome observada por esos dos tipos.

Llegó el autobús a la parada y los dos hombres me cedieron el paso caballerosamente y un tercero que se incorporó a esa fila de "mirones" que tenía tras de mi y al que, por cierto, yo no había llegado a ver la cara, pero él seguro que no perdió detalle de mis piernas desde mi retaguardia. Sin embargo, no me importaba, incluso con el riesgo que había de que al subir las escaleras del bus la vista fuese más panorámica bajo mi minifalda y eso me excitó aun más, tanto que note de nuevo como mi chochito se empapaba y una gota se deslizaba por uno de mis muslos. Subí un peldaño, luego el otro sabiendo que la vista que ofrecía a ese nuevo desconocido era mayor de la esperada y volví la cabeza a un lado para ver cuál de los tres hombres era el más osado, ese que me seguía más de cerca y ese que al mismo tiempo tenía esa mejor visión de mi parte posterior. Al verle, me quedé petrificada... si era el chico del bar... no dije nada, no hice nada... solo le miré y le sonreí. Sin duda que él había terminado de alucinar pues su vista estaba fija en mi culo y su cara estaba más o menos a esa altura, luego tuvo que disfrutar a placer cuando permanecí unos segundos delante de él... recreándome, ofreciéndole lo más íntimo de mi… bajo aquella mini y el hecho de verme observada detenidamente por él me ponía irremediablemente cachonda.

El autobús estaba bastante lleno de gente y ese desconocido no perdió la oportunidad de situarse bien pegado a mi. Sus dedos jugueteaban en mi espalda, hasta llegar a mi cintura donde me acarició suavemente, su pecho se pegó a mi espalda y me susurró al oído:



- He visto que no llevas nada debajo de esa faldita y eso me vuelve loco.



Creo que me puse como un tomate, no sé si por el calor del autobús repleto de gente, por lo que me acaba de susurrar a pocos centímetros de mi oreja o porque esa frase me había encendido aún más...

Me separé de él, creí otra vez que eso no estaba bien, más aún sabiendo que él había visto más de lo debido bajo mi mini. Me abrí paso entre la gente hasta separarme de él, en el fondo estaba aterrada, pero al mismo tiempo con un calentón tremendo.

El autobús se fue vaciando poco a poco a medida que la gente se iba apeando en cada parada hasta quedar practicamente vacío. Tan solo dos o tres personas, ese desconocido y yo. Me senté en uno de los asientos que están pegados contra la pared del autobús frente a otra hilera de asientos en la otra parte del pasillo y en uno de los cuales, como suponía se sentó él, justo enfrente de mi. Me sonreía, y con la mirada parecía estar invitándome a que yo cambiara de postura y descruzara mis piernas. Dudé.... y al final como él y yo deseábamos, lo hice, las descrucé y las abrí ligeramente, no mucho, pero lo suficiente para hacerle disfrutar de una visión de mi chochin recortado y que a esas alturas estaba practicamente chorreando...

El chico se mordió un labio y mirándome a los ojos me sonreía. Yo le miré retadora... Le sostuve la mirada con descaro. Él, entonces desvió la mirada y observó cuidadosamente el entorno que nos rodeaba. Cruzó una pierna y pareció hundirse más en el asiento del autobús. Yo no sabía exactamente que es lo que estaba haciendo, pero algo preparaba...Al cabo de un ratito, puso la mano encima de la rodilla que tenía más levantada, la de la pierna que tenía cruzada encima de la otra. Sin soltar su rodilla descruzó las piernas. El brazo impedía que le vieran desde la parte delantera del autobús, que era donde estaban los pocos viajeros que quedaban. Yo me quedé alucinada, completamente embobada. El muy cabrón había sacado su polla de su prisión y apuntaba con ella el techo del autobús mientras me sonreía. Era un arma poderosa, gigantesca... aunque no podía medirla, tenía pinta de ser larga y bastante gruesa, al menos a mi me pareció una polla preciosa con un glande color púrpura que me llamaba.... Y yo deseaba por una parte tenerla dentro y por otra huír de allí, saltar, desaparecer. Quería asustarme por eso, gritar, hacer algo, pero... algo me lo impedía... estaba demasiado caliente para reaccionar... ¿Qué diría mi novio si me viera? Mi coñito, sin embargo, no tenía dudas, chorreaba cada vez más... Estaba cegada por mi propia excitación...

Cuando estaba sumida en este remolino de pensamientos, sin poder quitar la vista de aquella poderosa polla que parecía estar haciendo autostop, pidiéndome a gritos que algún coño amigo (el mío sin ir más lejos) la llevara consigo y la atrapara para no soltarla jamás, sonó de nuevo su voz suave y acogedora que me indicaba entre gestos... "Yo vivo cerca de la próxima parada" y acabando la frase se levantaba y se colocaba frente a mi agarrándose con una mano al posamanos del bus. Llevaba la gabardina, de forma que cuando se levantó, ésta le tapaba por los lados y nadie más podía verle, nadie excepto yo, que le tenía justo delante, dejando su lanza bien visible, frente a mi y sólo para mí. Al verla de más cerca me atrajo aún más... era sorprendente... estaba pidiéndome a gritos que me la comiera allí mismo... el movimiento que hacía ese magnífico miembro con los vaivenes del autobús, la hacían más atrayente y deseable...

No sé cómo ni porqué, pero en un acto reflejo me levanté yo también. Él se acercó a mí y me golpeó con su glande en mi tripita descubierta dejándome un rastro de su caliente líquido preseminal junto a mi ombligo. Yo creí desmayarme. "Ven acerquémonos a la puerta" dijo, mientras se abrochaba un botón de la gabardina y estiraba de mi mano hacia la puerta de atrás. El bajó un escalón hacia la puerta y se dio la vuelta hacia mí. Me tomó entre sus brazos y me acercó a él, mientras, de un diestro movimiento, soltó de nuevo el botón de su gabardina, ofreciéndome

nuevamente ante mi atenta mirada ese manjar duro que acababa de golpearme en la tripita segundos antes... mi chochito no dejaba de empaparse también...deseoso de recibir su premio... El chico me sonrió, me tomó por la cintura, apartó la gabardina, el tiempo justo, como para introducir su garrote entre mis piernas e intentar tocar con su punta mis húmedos e hinchados labios vaginales, algo que el vaivén del autobús no le permitían del todo... la sensación era tan extraña como rocambolesca y excitante: El glande de aquella hermosa polla intentaba acercase a mi a cada momento y yo no niego que intentaba ponérselo fácil, cuando esta se intentaba abrir paso bajo la minifalda... chocaba una y otra vez en mis muslos, rozaba mis ingles hasta que en uno de esos movimientos hizo un movimiento de atrás hacia delante hasta rozar mis hinchados labios, haciendo un largo en toda mi rajita, algo que nos hizo estremecer a los dos...

Apoyó sus labios cerca del lóbulo de mi oreja preguntándome si me había gustado, mi respuesta fue gráfica más que audible pues solo sonreí... luego él me explicaba pegado a mi oído que se había exhibido ante mí, porque le parecía justo que, después de haberme robado la visión maravillosa de mi culito por debajo de la minifalda, yo también pudiera contemplarle a él. Su voz sonaba en un susurro que parecía hipnotizarme. Yo le susurraba también que no, que dejásemos todo aquello, que me dejara pero estaba a punto de perder el sentido y me dejaba caer cada vez más en sus brazos, mis piernas flaqueaban. ¿Qué me pasaba ? Él me sostenía por la cintura para que no me cayera pero no parecía estar dispuesto a hacer mucho esfuerzo, porque, debido a mi falta de fuerzas, iba cayendo poco a poco hacia adelante hasta que, por suerte o por habilidad , la punta de su polla quedó ubicada debajo mi falda y completamente pegada a los mojados labios de mi coñito como pidiendo permiso de entrada en una puerta prohibida..... la presión que ejercía su polla sobre mis labios empezaba a ser lo suficientemente fuerte como para que mis labios empezaran a ceder y a abrirse poco a poco.

Increíblemente su glande chocaba a cada bote justo contra mi rajita como si de besos tiernos y húmedos se tratase. Nuestros fluídos se mezclaban a cada choque.

Yo le miraba como drogada. El gusto me invadía. Él sonreía. De pronto, el autobús saltó en un bache y sentí como la enorme cabeza de su miembro se abría paso a través de mis extralubricados e hinchados labios, que tragaron ansiosos su glande como si fuera un caramelo. Yo no pude reprimir un grito. Miré hacia los pasajeros y ellos me miraron. « Qué susto con el bache ! » fue lo único que acerté a decir en alto con una mueca de sonrisa en la boca. No parecieron percatarse de lo que realmente ocurría entre nosotros... Así, como estábamos, nos quedamos, pegados el uno al otro y con la puntita de su polla ligeramente introducida en mi coño.



- Sabes que me has empapado hasta los huevos? – me dijo él en un susurro.

- Lo siento – dije yo, sin saber muy bien qué oía y qué decía.

- Qué sientes ? – me dijo sonriendo mientras me regalaba una pequeña embestida con un casi imperceptible movimiento pélvico, haciéndome entrar unos centímetros más de carne dentro de mi.

- No sé – dije yo mientras cerraba los ojos y me entregaba a sus brazos tambaleándome.



De repente, la sacó de mí. Yo le miré confusa. Sentía un gran vacío que necesitaba ser inmediatamente llenado. Sólo me había introducido la cabeza de su polla durante unos segundos y yo la echaba de menos tanto que una lágrima corrió por mi mejilla. Mi sexo estaba palpitante, como un alma en pena que se ha quedado sin lo que más quería.



-No seas tonta, ya hemos llegado, está es mi parada, nuestra parada – me dijo mientras me daba un beso en la mejilla y con su lengua recogía mi lágrima – Qué rica sabe, me pregunto si el resto de los jugos que destilas saben tan bien – y me guiñó un ojo sonriendo.



Yo me comportaba como una drogadicta que estuviera sufriendo los efectos del síndrome de abstinencia. Le seguía como en una nube, sin fijarme en la gente, ni en la calle, ni en las tiendas, ansiosa, ansiosa de

recibir mi dosis, mi dosis de sexo. Definitivamente, mi jugo vaginal había empezado a asomarse por debajo de mi minifalda.



-Ya hemos llegado, aquí es donde vivo. – dijo mientras sacaba las llaves y abría la puerta – vivo en el último así que mejor cogemos el ascensor.



Yo afirmaba con la cabeza sin decir palabra. Mi boca estaba seca. Entramos en el ascensor y el se percató de los jugos vaginales que me chorreaban por la entrepierna. Pulsó el último botón, era el quince. Con su mano me acarició la entrepierna. Luego se llevó la mano a la boca y dijo:



-Sí, definitivamente todo lo que destilas es sabroso, sabroso, quiero comerte aquí mismo.



Se agachó y metió su cabeza entre mis piernas y comenzó a besarme los muslos y a acariciarme las piernas con sus manos, acercándose a mi culo y a mi chochito, pero nunca tocándolos. Yo movía mi pélvis, cada vez que se acercaba a las zonas, en las que yo deseaba ser tocada y besada, pero él no quería. Ya ibamos por el piso 14 cuando me remangó la falda y me dijo que no me tocara, que no intentara subirmela. Que si lo hacía así, sabría que estaba madura, preparada para lo que iba a pasar. Yo intenté negarme pero él me dijo que si me bajaba la falda, me podía quedar en el ascensor y volver a bajar. Llegamos al piso 15. Él salió y yo me quedé en el ascensor un rato, sin saber qué hacer. Dudé unos segundos e incluso pensé en largarme de allí en ese momento... Oí cómo abría la puerta y esperaba unos segundos. Oí de nuevo cómo se cerraba su puerta. Entonces salí yo y llamé a la puerta que creía la suya. Tardó 2 minutos que se me hicieron eternos en abrirme, al final apareció él.

Estaba completamente desnudo. Tenía un cuerpo perfecto, precioso, igual que su poderosa polla.



-Tengo planes para los dos – me dijo mientras me desnudaba por completo y desaparecía.



Yo anduve curioseando por el piso. Estaba en pelotas, con una calentura descomunal en el piso de un tipo que no conocía, bueno que no conocía del todo, pues ya había probado algo de él que no podía dejar de disfrutar...

El piso era enorme, con ventanas gigantescas. En el salón una de las paredes era de cristal, la que daba a la terraza, de unos 50 metros cuadrados, en donde había tumbonas, hamacas y sombrillas. Se ve que él solía salir ahí a tomar el sol.



-Vamos, que hace un día precioso, ¿no crees ? – me dijo mientras me tendía la mano.



Estaba completamente nublado, pero hacía calor. Yo le seguí. Él me guió hasta la terraza.



- Pretendes que salga desnuda a la terraza? – pregunté incrédula y asustada.

- Sí, o acaso no has llegado desnuda a esta casa? O acaso no estabas desnuda en el autobús? O acaso no has entrado desnuda en el bar? Vamos! Lo estás deseando! Yo lo sé y sé que tú también lo sabes!



Tenía razón. Yo estaba totalmente en celo. Bajé la cabeza como con resignación y salí a la terraza y me tumbe acurrucada en una tumbona, como queriendo taparme de posibles miradas ajenas.



-No ves que es el edificio más alto de las cercanías? Nadie nos puede ver! Desinhíbete y disfruta – dijo. Luego miró al cielo y añadió extendiendo los brazos – si no me equivoco, hoy vas a vivir algo único.



Me tumbó en la tumbona y abrió mis piernas y mis brazos. Pasó su mano frotando mi sexo y se la volvió a llevar a la boca.



-Relájate y disfruta, preciosa! Ahora te voy a comer el chochito hasta que empiece a llover.



Se agachó entre mis piernas y después de estar unos segundos observando mi coñito, empezó a lamerlo haciéndome gozar con una mamada magistral. Yo no acertaba a correrme porque no estaba completamente relajada. No lograba quitarme de la cabeza la idea de que nos podían ver.

Entonces sucedió. En pocos minutos el cielo se obscureció hasta hacerse casi de noche y empezaron a caer gotas de lluvia, pocas pero grandes, que me hacían estremecerme en un escalofrío cada vez que golpeaban mi cuerpo ardiente. No sé si fue porque la escasa luz que había me tranquilizó o porque me sentía protegida por la lluvia de miradas indiscretas, pero parecí relajarme y, por fin, sus maravillosas lamidas sobre mi sexo empezaron a hacer efecto. Me estaba empezando a correr, sentía el orgasmo cercano. Pero él paró en seco.



- Ya te dije que te lo iba a comer hasta que empezara a llover – me dijo con una sonrisa triunfal en la boca.



Yo estaba con los ojos entreabiertos en un estado entre el orgasmo y la consciencia, un estado en el que, por acto reflejo movía mi pelvis, en un intento de alcanzar ese orgasmo que estaba ahí, tan cerca. Su cuerpo se separó del mío y yo cerré mis ojos intentando ser sorprendida de nuevo...

Entonces lo hizo. Me penetró bruscamente. Sí, su poderosa y grandiosa polla estaba dentro de mi. Yo abrí los ojos y le vi, mientras su herramienta parecía querer desgarrarme. Miré como ese tronco estaba totalmente enterrado en mi interior. Él sonreía tiernamente. La lluvia nos golpeaba ya sin piedad, haciéndome sentir una serie de placenteros escalofríos que hacían que mi orgasmo se acercara aún más. Yo le agarré de la espalda y le clavé mis uñas, arañándole. En dos embestidas, comenzó el orgasmo, el mayor orgasmo que recuerdo. Fue tan brutal que grité como una loca, coincidiendo mi grito con un relámpago de la tormenta, que terminó con el trueno ensordecedor, que ni con su fuerza fue capaz de callar mi grito.

Me quedé exhausta después de ese prolongado orgasmo y de pronto él se levantó de encima de mi, sin apenas dejarme probar ese dulce éxtasis... no quería que se fuera, no podía irse, le necesitaba encima de mi...yo quería que me follase una y otra vez... sin embargo, quería hacerme rabiar... cualquier tío no hubiera podido aguantar sin haber terminado de correrse dentro de mi, pero él era un artista y sabía dar gusto a una chica hasta saciarla por completo, sabía cómo despertar sus más perversos instintos y sobre todo sabía hacerla desear... con toda la pasión, lujuria, desenfreno y pecado.

Mi coñito ardía y yo deseaba seguir teniendo esa cosa tan dura dentro de mi, tanto, tanto, que no me importaba nada más....



- Vuelve, por favor... métemela otra vez... – le suplicaba.



Yo estaba echada en la tumbona y él permanecía de pie sonriendo y con esa polla balanceándose una y otra vez tan cerca de mi que no podía evitar seguirla hipnotizada, seguía erecta, dura, imponente... Luego me hizo una seña con su mano me invitó levantarme de la tumbona extendiendo su mano:



- Ven, te vas calar por fuera tanto como por dentro...



Le dí la mano y los dos desnudos corrimos bajo la lluvia que caía con fuerza en aquella enorme terraza. Me llevó hasta su habitación, me colocó frente a la cama y él se colocó tras de mi, muy pegado a mi, su piel mojada se pegaba a mi piel.



- ¿Qué te ha parecido? – me preguntó.

- Ha sido genial… - respondí.

- Pues eso solo es el principio...



Me dió un pequeño mordisco en el cuello y con sus manos masajeó mis tetas y pellizcó mis pezones. Luego su mano derecha fue bajando por mi cintura hasta llegar a mi chochito, me rozó ligeramente los labios con sus dedos y luego introdujo uno en mi vagina, mientras su cuerpo se pegaba aún más a mi por detrás. Notaba su polla en mi espalda, todavía tan dura como al principio, estaba deseando volverla a tener dentro de mi... sin embargo él lo alargaba, quería que yo se lo pidiera a gritos. En esa posición y cuando su lengua recorría mi espalda noté como me ataba las manos a la espalda con un pañuelo suave que parecía de seda.



- ¿Te aprieta? - me preguntó.

- No... pero.... ¿que haces?...

- No te preocupes, no te haré daño...



Luego se separó ligeramente de mí y la punta de su enorme polla rozaba mis dedos atados a mi espalda, con los que yo intentaba atraparla... hasta ese momento no había caído en la cuenta de que no la había tocado con mis manos y realmente deseaba hacerlo y él lo sabía. Me sujetaba por los hombros y volvía a pasarla por mis manos atadas que desesperadamente se revolvían queriendo agarrarla en vano una y otra vez.

Me dió la vuelta. Me colocó de rodillas y su verga quedó a la altura de mi boca... entonces pensé que era el momento de comérsela, pero él seguía torturándome,haciéndome rabiar, volviéndome loca. Aquel glande volvía a estar tan cerca de mi que me sentía hipnotizaba mientras se tambaleaba a la altura de mi cara... sin embargo no podía tocarlo pues mis manos permanecían atadas a mi espalda. Se acercó más a mi y puso su polla pegada a mi mejilla derecha golpeándome ligeramente. Mi lengua intentaba alcanzarla con desesperación, pero él muy rápido de reflejos me agarraba por el pelo impidiéndolo.



- ¿Te gusta?.... - me decía sonriéndome.

- La quiero... la quiero en mi boca... dámela....



Él reía, disfrutaba con mi desesperación... Volvía a mi otra mejilla sin soltarme el pelo pues sabía que si se descuidaba mi lengua y mi boca podrían atrapar aquella hermosa polla. Luego apoyó su glande en mi frente, tenía en mi cara ese enorme tronco y él soltaba suavemente mi pelo para dejar que con mi lengua llegara a sus huevos y empezara a chupárselos... Los tenía depilados y era muy rico probarlos y saborearlos por fin... por primera vez. Primero chupaba uno, luego el otro hasta que él me dejo metérmelos en la boca.... Cerró los ojos pues eso le hizo tambalearse, sin embargo no cayó en la trampa, pues se separó de nuevo para no perder el control de la situación.

Sonrió de nuevo. Luego se fue aproximando de nuevo a mí. Aquella polla se acercaba lentamente a mi cara, tenía el glande a pocos centímetros de mi boca... saqué la lengua intentando llegar, pero él volvía a sujetarme por el pelo y a impedírmelo. Agarró su verga con la mano y me golpeaba suavemente en los labios, haciéndome rabiar, pues no permitía que la tocara con la lengua, algo que yo deseaba con todo mi ser... Mi boca se abría e intentaba alcanzar su objetivo cada vez que su daga rozaba mis labios... Mi cuello se estiraba una y otra vez y él apoyaba la punta en mis labios hasta dejar llegar lo justo a mi lengua y entrar en contacto con tan preciado regalo, aunque solo fuera unos segundos.

Mi cabeza se tensaba, deseaba meterla en mi boca, quería tenerla dentro... primero en mi boca y luego de nuevo en mi coñito chorreante...apenas la había tenido unos segundos dentro de mi chochito y estaba como loca por volverla a tener pero por más tiempo... y sentirla plenamente, su dureza, su grandeza, su poder dentro de mi...



De pronto, en una de esas desesperadas intentonas por mi parte en llegar con mis labios o mi lengua a su glande, me pilló desprevenida, soltó mi pelo y aquel enorme falo se introdujo de golpe en mi boca, toda su longitud atravesó mi garganta y tuve que retirarme para no atragantarme, pero urgentemente volví a atraparla entre mis labios temerosa de que volviera a escaparse. Comencé a chupar y a chupar sin parar esa polla tan deseada, desde la punta hasta el final, hasta el fondo... qué rica, qué deliciosa me sabía... El ruido de mi succión era lo único que se oía en la habitación tan solo apagado ligeramente por la lluvia que chocaba contra los cristales...

Le miré a los ojos y el los cerraba y gemía, algo que me encantaba, me veía con el control y creía tenerle en mis redes a pesar de ser yo la que estaba atada... Pero, lejos de mi intención.... volvío a sacarla de mi boca tan rápido como había entrado... soltando él un pequeño quejido, yo un leve suspiro y entre los dos un cordoncito de saliva desde mis labios hasta la punta de su gigantesco miembro, yo sabía que a él esa maniobra no le había resultado fácil... pues cuando hago una mamada la hago a conciencia...y ninguno se me ha escapado hasta ahora, salvo él, que dominaba del todo la situación.



- Noooooo !!!! - grité como una posesa cuando me quitó su polla de mi boca.



Volvió a sonreir y me tenía totalmente atrapada... yo seguía de rodillas, él de pie, frente a mí y esperando su siguiente movimiento, que esperaba que fuera sólo uno.... su polla, su magnífica polla, esa que se balanceaba frente a mi retadora, era la que deseaba tener dentro de mi. ¿cuál sería su próxima jugada?

Él entonces desapareció de la habitación y volvió enseguida con un capuchón de seda negra. Con éste me tapó la cara. Yo me dejé hacer aunque con cierto temor...

Era una capucha que dejaba la boca al descubierto y dejaba respirar también por la nariz pero lo suficiente para que yo no viera absolutamente nada. Su tacto era suave, casi acariciaba y se notaba un calorcito agradable. Yo estaba sentada en una cama, completamente desnuda con las manos atadas a la espalda y sin poder ver nada de nada, totalmente vulnerable a cualquier ocurrencia que aquel extraño pudiera tener, creo que la curiosidad, el deseo y la pasión que me habían llevado hasta allí borraban otros miedos. Abrí la boca para espaciar mis respiraciones y poder oír mejor e intentar adivinar dónde estaba mi deseado carcelero, mi ansiado amante. Oí un click a mi derecha. Dí un respingo. Qué había sido eso? De repente, empezó a escucharse una agradable música suave. Había sido que había encendido el aparato de música. Respiré aliviada.



- Tienes hambre? – preguntó un susurro junto a mi oreja – espero que sí y que seas golosa – me dijo, después me pareció escuchar sus pasos hacia la puerta y cómo en unos segundos volvían a la habitación.



Me desató las manos de la espalda, su voz volvió a dejarse oir susurrante y agradable en mi oído:



- No te quites la capucha ¿ok? Si no se acaba el juego...



El volumen de la música subió. Yo ya no podía saber ni dónde se encontraba el dueño de esa polla que yo quería inmediatamente dentro de mí. Yo empecé a pensar y a imaginar..."ahora vendrá, se colocará entre mis piernas y me insertará de un golpe su enorme tranca, tal y como lo hizo en la terraza..." Noté un golpecito en mi cara. Era su polla. Me giré para atraparla pero ya no estaba. Su voz me llamaba desde el otro lado de la cama, yo gateé por encima de ésta y recibí otro pollazo en la cara, fue una sorpresa y un susto, algo raro, pero divertido y excitante a la vez. De pronto, un azote en el culo. El muy cabrón era rápido y se estaba divirtiendo con mi calentura. Me tenía a su merced...



Yo tenía ganas de llorar, buscaba en vano tocar su cuerpo y especialmente esa polla que tenía gravada a fuego en mi mente, estiraba y estiraba las manos en su busca pero sin éxito. Empecé a hacer pucheros víctima de mi desesperación.



- Está bien, está bien… No llores ! – me dijo mientras con sus fuertes brazos me hizo tumbarme en la cama. Mi respiración se agitaba ante su nueva jugada, oí cómo trasteaba en un cajón, y lo siguiente fue sentir en mis muñecas el frío de unas esposas que me sostenían a la cabecera de la cama y como otras hacían lo propio en mis pies.



Ahora sí que estaba vulnerable. Abierta de brazos y piernas, con la cabeza tapada por aquel capuchón y ante un tipo que acababa de conocer minutos antes... Ese tío podía degollarme si quería y yo no sabía ni cómo se llamaba. Pero algo sonaba en la habitación. Era como un spray.



- Toma! Come!



Efectivamente era un spray, de nata. Se había rociado su enorme polla con el spray y a mí me tocaba ahora comerla. Qué rica! Me golpeaba con ella en la cara y yo lamía y tragaba intentando que no se me escapara de nuevo. De pronto se alejaba y me pasaba la lengua por la cara y el capuchón para lamer los restos de nata que, con los pollazos recibidos, quedaban en mi cara. Me limpiaba con gusto y con pasión, hasta que acercaba su lengua a mi boca y nos fundíamos en un beso húmedo y largo, que él cortaba bruscamente para introducirme sus testículos en la boca. Los tenía grandes y duros. Se notaban bien cargaditos de esperma. Cómo podía haber evitado correrse antes en la terraza, ante una chica que se le había puesto tan a tiro... Tenía los huevos llenos y los podía haber descargado con ganas dentro de mi, sin embargo se estaba reservando... a pesar de eso, daba la talla como nadie. Era un follador nato y un amante perfecto.



- Ya has acabado la nata. Se ve que tenías hambre, ¿eh? – dijo con tono jocoso – ahora me toca a mí, bonita.



Dicho y hecho, noté cómo el spray sonaba y un frescor invadía mi sexo. Con su mano apretó mi sexo, haciéndome gritar de gusto ya que no me lo esperaba. Aprovechó el grito para poner su mano en mi boca y hacerme lamer la nata que tenía en su mano.



- Relájate y disfruta, mi pequeña gata en celo!



Sonó otro click y empezó. Qué maravilla! Empecé a sentir cómo una lengua ávida se alimentaba de la nata que acariciaba mi sexo, me la robaba a mordiscos y chupetones, que me arrancaban prolongados suspiros. Ya me había olvidado del click que había sonado. Yo me intentaba mover, pero no podía, estaba atada de pies y manos y eso me excitaba aún más. Qué diferente podía resultar una mamada de otra, transcurridos unos minutos. Se me hacía tan diferente y tan rica o más que la anterior! ¿Sería porque estaba relajada? Se me hacía tan distinto..., aunque igualmente placentero. En pocos segundos alcanzaría mi segundo orgasmo. A este paso me iba a dejar tan exhausta que necesitaría tragar hasta la última gota de su semen cuando se corriera para recuperar algunas fuerzas.

Con sus manos capturó mis pechos, mientras seguía lamiendo y lamiendo mi caliente sexo, acercándome a cada segundo más y más a ese siguiente orgasmo que yo ya casi podía oler. Me movía compulsivamente. Movía mi cintura arriba y abajo e intentaba en vano con mis manos alcanzar la cabeza de mi amante para aprisionarla contra mi coño.

Soltó una de mis tetas con una de las manos y bajó hasta mi sexo. Me introdujo uno, dos y hasta tres dedos en el coñito. Yo empezaba ya a gritar, a pesar de que todavía el orgasmo no estaba ahí, aunque sí muy cerca. Sacó sus dedos de mi coño y lo hizo, hizo algo que yo no esperaba. Metió su dedo gordo en mi chochito y su índice en mi culo, aprovechando que con mi proprio jugo se había lubricado los dedos. Mientras tanto, con su boca aprisionaba mi clítorix succionándolo fuertemente. Y yo grité. Esta vez, el orgasmo sí que estaba ahí.... de lleno.... intenso.... Era maravilloso.... bestial !!!! Mi amante no soltó mi clítorix ni un segundo durante mi eterna corrida, durante la cual no dejó de meter y sacar los dedos de mi coño y de mi culo. Fue tan intenso que medio perdí la consciencia.

Tenía la venda en los ojos pero parecía poder ver con toda claridad cómo mi amante se levantaba. Estaba ida. Nunca en mi vida había sentido tanto placer como en esta ocasión. El placer me estaba siendo proporcionado por un desconocido, del que no sabía ni cómo se llamaba, y eso me hacía sentir como una zorra, como una auténtica perra en celo. Mi novio estaría ahora trabajando, creyéndome en la cama o en casa viendo la tele o quizás de compras. Qué equivocado estaba! Su novia, a la que tan prudente y fiel confiaba, estaba poniéndole los cuernos con todas las ganas y ante un amante desconocido e inimitable... Si, ahí estaba yo, en la casa de aquel extraño recibiendo más placer en un día del que había recibido en toda mi vida y lo que más me intranquilizaba era que la cosa no había hecho más que empezar. Mi amante sólo me había dejado lametearle un poco su lanza y me la había clavado unos segundos, como intentando comprobar si estaba preparada. Estaba preparada?

Sonó el spray de nuevo y yo tragué saliba, preparándome para volver a lamer y tragar. Y así lo hice. Su polla se había enfriado algo, aunque seguía dura como siempre. De repente me dejó con la miel en los labios. Qué iba a pasar ahora ?

Boté un par de veces, noté su peso sobre la cama, mi culo se hundía en el colchón, ese « desconocido » se encontraba por fin entre mis piernas. Suspiré temerosa. De pronto lo noté, increiblemente rápido me había clavado su tranca hasta dentro y se había tumbado encima de mí. Su polla se notaba fría y me imaginé al notarla así que se habría puesto un preservativo. Su cuerpo se estiró encima del mío. Qué piel más suave tenía, ahora percíbia todo de otra manera, con otra intensidad! Así tumbada, con él encima, me parecía más pequeño, más delicado, Qué tontería!

Empezó a moverse como si estuviera en trance, salvajemente, mientras con sus manos acariciaba mi cuerpo, mis brazos. Pesaba mucho y eso me hacía sentirme protegida. Me estaba dando con ganas, como si le moviera una fuerza extraña, ajena a él.

Yo estaba en éxtasis. Después de la segunda mamada, había llegado a un estado de casi permanente orgasmo. Me había dejado el clítorix tan hinchado, que casi el roce con el aire me daba placer y no era precisamente el aire lo que me rozaba ahora. Yo gritaba a cada embestida y pedía más. No sé cuántos orgasmos tuve. Unos cuatro más? No lo sé, era difícil percibir cuándo terminaba uno y empezaba el siguiente. Digamos que tuve un orgasmo contínuo, mientras aquel desconocido me poseía, me hacía suya. Aquel sujeto había logrado descifrar mi secreto con sólo una mirada a través de un espejo, sabía lo que me gustaba, sabía cómo me gustaba y tenía lo necesario para dármelo, nunca me había sucedido nada parecido...

Pasó el tiempo, calculo, como una hora hasta que por fin escuché sus gritos. Se había levantado. Me había quitado su peso de encima y embestía como una bestia, tan fuerte que me arrastraba hacia la cabecera de la cama con cada empellón, tenía una resistencia tremenda y todavía no había eyaculado. Las esposas de los pies tiraban de mi piel y me hacían algo de daño, un daño que, curiosamente, me hacía disfrutar. Con sus sacudidas empecé yo también a tener otro orgasmo, el último de aquella mañana.

Cuando terminó, al fin, de correrse, cayó con todo su peso sobre mí. Respirábamos agitados, no lograba oír su respiración, aunque la sentía contra mi pecho. De repente, se levantó y se fue. Definitivamente había usado preservativo, nada chorreaba de mi coño más que mis propios jugos, que manaban como una fuente.

Al cabo de unos minutos, volvió, se oyó el click dos veces, la música cesó, me quitó el capuchón y me desató. La luz me deslumbraba pero a pesar de ello, le pude ver erguido junto a la cama, con su polla saciada, medio flácida, medio dura todavía. Había sido todo como un sueño, así empezó, como un sueño y acabó como tal...aunque todo real, increíblemente real...

Me incorporé y no pude evitar dar un beso a aquella maravilla que tanto placer me había proporcionado. Su polla reaccionó de inmediato y se puso dura como antes. Yo quería un recuerdo de aquello. Él no me había dejado su esperma en mi chochito, algo que yo había esperado anhelante, sin embargo, yo en parte lo agradecía, porque así yo misma le robaría su sémen y me lo llevaría dentro, muy dentro de mi garganta. Comencé a hacerle una mamada que debía ser magnífica porque enseguida él comenzó a mover su cintura y puso sus manos en mi nuca, como para que no escapara. Qué tonto! No pensaba escapar, me comería con ganas eso que tanto gusto me había dado... chupé, chupé y chupé sin descanso, mientras él adelantaba su pelvis a cada embestida como si me estuviera follando por la boca...

Yo sacaba su polla de mi boca para descansar un momento y admirarla, me gustaba observarla detenidamente, tan grande, con una piel suave, un glande prominente y unas venas marcadas que parecía iban a reventar... me escupía en la mano y se la machacaba hasta que la saliba se había evaporado, le pajeaba despacio cuando sus grandes ojos se clavaban en los míos y deprisa cuando los suyos se cerraban y entonces, volvía a tragarme entera esa preciosidad. Le lamía los huevos y el tronco, rodeaba su glande con mi lengua, mientras con mis uñas acariciaba su culo. Unos minutos más tarde, él estaba ya fuera de control. Su orgasmo estaba cerca y yo me preparaba para no desperdiciar ni una gotita de su preciado semen. Estaba a punto, podía notarlo, esperaba una cascada tremenda...

Me agarró de la nuca y me apretó contra él. Me metió su enorme polla hasta la garganta y ahí sentí su primer espasmo. Le clavé las uñas de una mano en el culo y le arañé, mientras me llenaba la garganta de esperma y con la otra le acariciaba los testículos, que se iban vaciando con cada sacudida. Parecía mentira que pudiera echar tanta leche recién corrido. Mejor para mí que volvía a tener hambre... tragué sin descanso los muchos chorros que depositó dentro de mi boca.



Todo acabó, me metí en la bañera y él me observaba sentado en el borde como me enjabonaba, disfrutaba viendo mi desnudez y yo la suya...



Era muy tarde. Me iba a vestir con el pantalón, sujetador, bragas, tal y como había salido de casa. Pero él no me dejó.



- ¿Qué van a pensar los vecinos que te hayan visto entrar a mi casa con la minifalda remangada y sin bragas, si sales de otra guisa? Van a pensar que hemos hecho alguna cochinada, ¿no? De esta casa saldrás como has entrado, ¿está claro?

- De acuerdo – le dije sonriendo y obedeciendo como una niña buena me vestí como había entrado con mi top y mi diminuta minifalda.



Estabamos en el salón tomando una copa y charlando tranquilamente. Ya me había enterado por fin cómo se llamaba, su nombre era Saeta. Yo le dije el mío y conversamos muy cómodos, muy relajados, cuando de repente sonó la puerta, alguien entraba. Yo boté literalmente hasta ponerme de pie de un salto. Él ni se inmutó.



- Tranquila bonita, será mi novia.



Yo me volví a sentar en el sofá, aunque algo intranquila y nerviosa. ¿Qué pensaría ella al encontrarme ahí con su novio? No me gustaba la situación, ciertamente me incomodaba. Apuré mi bebida para irme en cuanto me fuera posible.



- Hola, ¿hay alguien en casa? – preguntó una voz de mujer.

- Aquí estamos, preciosa ! – contestó mi amante.



En unos segundos apareció una rubia despampanante por la puerta del salón, cargada de bolsas de compra.



- Hola - dijo con naturalidad al verme

- Pero, ¿cómo vienes tan cargada y no llamas?... Desde luego… - le dijo Saeta.

- Bah ! Vengo en coche, como siempre y he tenido que llevar el peso del coche al ascensor y del ascensor aquí. Pero... ¡Saeta!, no me has presentado, ¿quién es esta monadita? – dijo sonriendo mientras me miraba.

- Se llama Lydia - dijo él presentándonos– Lydia, mmi novia, Astrid... Astrid, Lydia.



Nos dimos la mano y un par de besos.



- Encantada – dijo ella.

- El gusto es mío – dije yo – aunque casi diría yo que ya te conocía, porque Saeta habla tanto de ti… - dije por cumplir, aunque, de alguna manera, la mujer se me hacía familiar y no sabía exactamente de qué.

- ¿Sí? ¿Te ha hablado de mí? – preguntó burlona mirando a Saeta.

- Claro! – dije yo – Bueno, la verdad es que nos estábamos despidiendo, porque me tengo que ir, que llego ya casi tarde.

- Pues te llevo a donde quieras – se ofreció ella.

- Una idea estupenda – corroboró él - vete bajando al garaje y saca el coche que Lydia baja ahora mismo, ¿vale, cariñito? – le propuso mientras le daba un besito tierno en los labios.

- Pero, no os molesteis. - les decía yo intranquila.

- Si no es molestia, tontorrona – dijo ella sin dejar de sonreir – Ah! Por cierto, Saeta, mete eso en el frigo, ¿vale? Que si no se va a poner malo.



Y se fueron los dos. Ella se dirigió al garage y él a la cocina. Me quedé en el salón, de pie junto al sofá de una casa desconocida, de una pareja desconocida y en una situación tan extraña que yo misma me era desconocida.... Entonces Saeta volvió al salón, y me entregó una cinta de vídeo:



- ¡Toma! Para que la veas en casa con tu novio! Te va a encantar... ¡Ya verás!... Y, ahora ¡ven aqui! – dijo sentándose en el sofa y haciendo señas con las manos para que me acercara.





No sabía muy bien que otra cosa se proponía pero yo no preguntaba, no dudaba, solo obedecía sin rechistar...



- Quiero que leas esto que te voy a escribir aquí cuando hayas visto la cinta, ¿vale? – indicó mientras me giraba por la cintura y levantándome la falda me escribía algo con un rotulador en uno de los mofletes del culo – te lo escribo al revés para que lo puedas leer con un espejo. Y ahora, ¡vete! Que te estará esperando mi chica.



Me acompañó a la puerta y, cuando yo iba a salir, me dijo:



- ¿Así no has entrado a esta casa, verdad?

- No, pero…

- ¡Ni peros, ni nada ! – me dijo sonriendo – arriba esa falda!



Así lo hice. Llamé al ascensor, que tardó muchísmo en llegar hasta el piso quince desde el garaje. Se me hizo una eternidad. Él estaba conmigo, a mi lado. Yo volvía a estar húmeda. Cómo lo hacía para sacar a la cachonda que había en mí? Por fin, monté en el ascensor y él me despidió con un largo beso húmedo y un tortacito en el culo y diciéndome:



- Cuando llegues abajo te estiras la falda ¿eh?, no quiero que Astrid te vea así.



Pulsé el botón del garaje, se cerró la puerta y comencé a bajar. Como él me había dicho, me bajé la falda en el bajo y, cuando salí del ascensor, ahí estaba Astrid con el coche esperándome en la puerta.

Yo me senté en el asiento del copiloto. Qué vergüenza! Si se fijaba vería que no llevaba nada debajo.... Y efectivamente se fijó, era inevitable, pues al sentarme la falda se subió dejando ver claramente que no llevaba ropa interior.

No me dijo nada. Posiblemente tendría bronca con su novio al volver. Sin embargo, conmigo se portó muy amablemente, halagando mi belleza, como sólo otra belleza puede hacer. El camino se me hizo muy breve. En poco tiempo habíamos llegado al lugar de trabajo de mi novio. Tendríamos que esperar un par de minutitos y saldría. Entretanto seguíamos charlando como buenas amigas, como si nos conociéramos de toda la vida. Era muy fácil charlar con Astrid. Era una chica que inspiraba confianza y con la que una se sentía cómoda, la conversación era tan amena que el tiempo parecía volar. No pareció haber pasado ni medio minuto cuando mi novio apareció junto a la puerta del coche.



- Vaya, vaya! ¡Qué sorpresa! Vienen a buscarme dos increíbles rubias... ! ¡Qué suerte! – dijo mi novio, que estaba de muy buen humor, como siempre cuando salía de trabajar



Yo le sonreí aunque me sentía algo cohibida, en el fondo de mi corazón me resaltaba un sentimiento de culpa que no podía disimular....



- Sí, se me había hecho un poco tarde y se ha ofrecido para traerme y recogerte.... Bueno os presento. Astrid, él es Roberto... Roberto, Astrid. – y se dieron un par de besos.

- Encantada. - dijo ella.

- El encantado soy yo – dijo Roberto mientras me guiñaba un ojo bromeando. – Bueno, ¿vamos? ¡Tengo hambre!



Y salimos rumbo a casa. Llegamos enseguida. El tiempo volaba con aquella preciosa mujer. Era una compañía tan amena y agradable que la invitamos a subir a tomar un aperitivo, pero ella rehusó, alegando que su novio esperaba. Nos despedimos, deseando vernos de nuevo. Gracias a la compañía de la imponente Astrid, mi novio no se percató de la indumentaria que yo llevaba y la que no llevaba. Nada más llegar a casa me metí en mi cuarto y me puse una tanguita y ropa de estar en casa, con lo que ya no podía descubrirme o sospechar nada...

Comímos mientras charlabamos de Astrid. Evidentemente yo no le podía hablar de Saeta, ¿no?, aunque casi estaba deseándolo, había sido todo tan fantástico, que era dificil de olvidar.

Yo no dejaba de darle vueltas a la cabeza y lo de la cinta me tenía tan intrigada que casi no comí. Y por cierto ¿qué me habría escrito el sinvergüenza en el culo ?



- Que guapa es tu amiga Astrid, ¿como no me la habías presentado antes?... - me preguntó Roberto.

- Ya ves, ¿te gusta? Es guapa ¿verdad?.

- Sí, pero, ¡no tanto como tú! - me contestó.



Terminamos de comer y mientras yo fregaba él secaba los platos mientras seguíamos hablando de Astrid. Luego fuimos al salón, donde encendí la tele y puse el vídeo. Dudé por un momento ya que no sabía lo que contenía la cinta, pero la intriga me pudo y recordando las palabras de Saeta "Para que la veas en casa con tu novio..." asi que pensé que no podría ser nada comprometedor...



- Mira lo que me han dado para que vea contigo – dije sonriendo nerviosa.

- Quién?

- Tú calla y mira – y me senté junto a él.



El corazón me dio un vuelco. ¿Qué era aquello? Era el polvo que había echado con Saeta por la mañana. El muy cabrón lo había grabado todo en vídeo. Ahora entendía lo que habían sido esos clicks que había oído. Encima parecía que las cosas habían sido distintas a como yo había creído y sentido.

Estaba grabado desde la mamada que me había hecho en mi coñito sobre la cama de su cuarto, cuando yo estaba atada y ciega. Pero... ¡era increíble! No era él quien me había comido el coño, sino ella.... Había sido Astrid, su novia.



- Joder con Astrid! – exclamó Roberto que tenía ya una erección más que palpable bajo su pantalón.



Ahora entendía lo del capuchón. Así no veía quién me hacía qué y encima no me reconocerían. A pesar del miedo atroz que había sentido nada más comenzar la película, me sentí mucho más relajada al sentirme desconocida en las imágenes, por lo menos para mi novio, ya que yo me reconocía claramente. Me empezaba a gustar la cinta. Saber que estaba con mi novio viendo una peli en la me follaban hasta dejarme exhausta... sin que mi novio se enterara de nada y creyendo que mi "supuesta" amiga Astrid lo estaba hacíendo con otra, me estaba poniendo a cien y a él parecía que también.

Ahora, al verlo, caía en la cuenta de porqué se me había hecho tan diferente la segunda mamada de la de la terraza. ¡Pero, Dios! ¡Qué bien lo hacían los dos!

Ahora veía cómo me metía los dedos y cómo los sacaba y me penetraba el coño y el culo y cómo me corría.



- Desde luego, lo hace bien la tía esta, ¿eh? – me dijo mi novio sin quitar ojo de la televisión - ¡Vaya tía cachonda! ¡Quién la pillara! Vaya con tu amiguita... Pero... parece que está por las tías, ¿no? - decía riendo...



Yo temblaba de miedo y no sabía si mi novio me iba a reconocer en cualquier momento, sin embargo eso tenía un morbo tremendo y era tan excitante... De pronto dijo él:



- La otra tía está buena también, ¿no te parece? ¿crees que sabrá que está con una tía ? Mira el pedazo de rabo de plástico que le está chupando ahora a Astrid. Parece una loba... je, je.



En la película Astrid estaba con una braga arnés, armada con una poderosa polla de plástico, que rociaba con el spray de nata y me la daba a lamer. Por eso había notado la polla más fría. Ahora todo parecía encajar. La nata se había acabado y Roberto estaba equivocado, Astrid no era lesbiana como parecía en principio. Ahora aparecía una tercera persona en escena. Se veía cómo Astrid y esa tercera persona, que era Saeta, se arrodillaban en la cama entre mis piernas, a la vez. Astrid me metía su polla de plástico y Saeta le metía la suya, la de verdad, a Astrid por detrás. Por eso creí que había usado condón y resulta que el frío que yo notaba era un consolador. Por eso me parecía un cuerpo más pequeño encima de mí y claro... es que era ella y no él como yo imaginaba.

Y lo del movimiento en trance… ¡Qué gracioso resultaba! Saeta llevaba el ritmo y le daba tanta caña a Astrid que la movía haciendo que ella me follara a mí. Saeta nos follaba a las dos, era como si tuviera dos pollas. Vaya tío...

Empezaba a volver a ponerme mala. Mi coño volvía a chorrear. Llevaba un pantalón de chandal y ya se percibía la mancha de mis jugos. Le di a la pausa y me fui. Mi novio se me quedó mirando mientras me iba, como pidiéndome una explicación con la mirada.



- Ahora vuelvo, cariño. - dije

- Vale! Pero date prisa, ¿eh?, que esto me ha puesto a cien... vaya dos zorritas... como se las están follando, quien las pillara...



Me fui al baño y recordé la pintada que me había hecho Saeta con el rotulador. Cogí el espejito que tengo de aumento para maquillarme y miré mi culo. Ahí estaba. Efectivamente se leía claramente lo que había escrito:



« SI QUIERES QUE TE FOLLE YO, VEN EL PRÓXIMO SÁBADO A LAS 15 :00 CON TU NOVIO »



Ponía también su dirección y su teléfono. Yo copié todo en un papel y con alcohól me borré las letras del culo, que por cierto me costó bastante quitarme. A los cinco minutos, estaba de vuelta en el salón. Llevaba sólo la tanguita empapada y un corpiño que sabía, ponía supercachondo a mi novio. Necesitaba usarlo para calmar mi calentura, mientras hacía tiempo a que llegara el próximo sábado.

Pulsé el play de nuevo. En la pantalla se sucedían las embestidas y mis orgasmos. Mi novio estaba entusiasmado con la película y sobre todo por reconocer a Astrid entre una de las actrices...



- Joder como está follando ese tío a Astrid y mira, mira, ¡cómo se lo está pasando la de la capucha! Es que no para, ¿eh? , ¡le va la marcha..!. ¡Vaya trío! Y Astrid tiene marcha también... ya le he contado tres orgasmos, aunque no grita, la tía...



Me arrodillé delante de mi novio y le quité los pantalones y le bajé los calzoncillos. Él no me prestaba atención, sólo miraba la pantalla del televisor. ¡Qué más daba! Yo a él tampoco, Yo sólo quería usarlo de consolador y recordar las imágenes que ahora él miraba embobado. Le lamí un poco la polla, que ya estaba bastante dura, y me senté encima. Seguimos viendo el vídeo así, yo ensartada en la polla de mi novio y de reojo disfrutando de aquella singular película.



- Fíjate! El tío se corre y mira la de la capucha, le están haciendo polvo los pies con las esposas y grita como una perra en celo ! ¡Qué guarra!, ¡menuda zorra! – dijo mi novio ajeno a lo que verdaderamente pasaba.



Cada insulto que iba dirigido a la de la capucha, que era yo, me ponía más cachonda, hasta el punto que me corrí de nuevo, a la vez, con los de la película.... Se me hacía raro correrme dos veces a la vez, una en la pantalla y otra en vivo. Correrse mientras se ve uno correrse es una experiencia única.

El sémen de Saeta chorreaba por las piernas de Astrid. No había usado preservativo.

Ya había terminado todo. En la pantalla quedaba sólo yo, atada y con la capucha, que permanecía a la espera hasta que la imagen terminó.

Me quedé en silencio y mi novio también. Todo había pasado y solo se había quedado el silencio y el recuerdo... Me miré a los pies y vi las marcas de las esposas y di un respingo. Salí corriendo de la habitación.



- Eh! Adónde vas? ¿No me irás a dejar así, no? – suplicó mi novio.

- Ahora voy, es que tengo frío cariño...



Volví con unos calcetines, mi novio me miró algo extrañado pues la pinta que llevaba era rara, pero no quería que viera algo que le hiciera sospechar, incluso cuando me pidió que me desnudara le dije que no, que mejor era hacer el amor así, medio vestidos junto a la ventana para recibír ansiosa su verga mientras yo recordaba paso a paso todo lo que había sucedido aquella mañana. Mi novio hizo que me corriera, mientras volvía a repasar la última corrida de la mañana, la última corrida de la cinta....



Después, mientras mi novio descansaba sobre mí satisfecho, recordé la pintada que me hizo en el culo el canalla de Saeta y no dejaba de darle vueltas... pero lo dejé así en una duda y mi vida volvió a la normalidad ¿o quizás no? ¿quizás mi vida nunca más haya vuelto a la normalidad?, todo desde que me compré aquella minifalda.... la minifalda del sueño...



Lydia y Saeta. ( lawebdelydia@gmail.com / saeta2004@yahoo.es)
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